Transformaci¨®n en parodia
Edmond Kean fue un grande, extraordinario actor: quiz¨¢ el mejor de la historia del teatro ingl¨¦s, seg¨²n sus contempor¨¢neos (otros optan por Garrick). Conviene aclararlo para que quien le vea interpretado por Alfredo Alc¨®n no crea otra cosa. Sartre, que retoc¨® considerablemente esta obra, cuenta su historia: un actor franc¨¦s de la ¨¦poca admir¨® de tal forma a Kean que quiso interpretarle y encarg¨® una obra sobre ¨¦l, a la gloria de ¨¦l.Esta obra estuvo firmada por Alejandro Dumas (Sartre no sabe si la escribi¨®, la retoc¨® o la firm¨® solamente), se estren¨® con ¨¦xito en Par¨ªs -muerto ya Kean- y la han ido interpretando grandes actores, o monstruos sagrados, o divos. Sartre, al adaptarla, no se limit¨® a la modestia que confesaba de quitar herrumbre y moho: encontr¨® que pod¨ªa en ella situar parte de su pensamiento y de su idea del teatro: Kean no ser¨ªa nadie sin su gesto o su acto -duda grave entre gesto y acto-, o sus distintas sombras, o la inseguridad ontol¨®gica por la que buscaba identidades con las que poder alternar en el burdel o en la c¨¢mara del Principe de Gales.
Kean
De Alejandro Dumas y Jean-Paul Sartre, versi¨®n castellana de Francisco Melgares.Int¨¦rpretes: Emma Cohen, Gerardo Giacinti, Estela Dom¨ªnguez, Alberto Magallares, Mara Goyanes, Paco Cambres, Pepe Lara, Alfredo Alc¨®n, Paco Racionero, Eva Garc¨ªa, Antonio Duque. Escenograf¨ªa: Helena Kriukova. Iluminaci¨®n, figurines y direcci¨®n: Joaqu¨ªn Vida. Estreno: Teatro Bellas Artes. Madrid, 11 de enero.
Romanticismos
El actor que entonces requer¨ªa este papel era el gigante de profunda voz Pierre Brasseur; el mas reciente, en Par¨ªs, creo que Jean-Paul Belmondo en 1988 (en Londres se ha dado una versi¨®n inglesa hasta hace un par de meses).As¨ª, esta misma obra fue rom¨¢ntica el siglo pasado, angustiada y existencialista en 1953 (otro romanticismo); y ahora, sin renunciar a sus antecedentes, es c¨®mica y parod¨ªstica, con la versi¨®n de Francisco Melgares y la direcci¨®n de Joaqu¨ªn Vida.
El que tenga en la memoria el texto o la culturilla teatral anterior, la detestar¨¢. Los dem¨¢s se pueden re¨ªr libremente, y hasta admirar a Alc¨®n, convertido en payaso: tiene facultades para hacerlo bien, y la escena en que rec¨ªta fragmentos de Otelo mezclados con insultos al Pr¨ªncipe de Gales es una muestra de su dominio de voz, sobreentendidos, gritos y susurros. Pero est¨¢ haciendo otra cosa: un borracho vanidoso, gracioso y simp¨¢tico.
Ni el Don Juan de Dumas, arrebatado, pasional y engrandecido, ni el existencialista dudoso de s¨ª mismo de Sartre, cuyos registros pudo dar Pierre Brasseur y recog¨ªan los espectadores de la ¨¦poca, cuando Sartre, en Par¨ªs, era algo suficientemente divulgado.
Lo mismo sucede con Emma Cohen: conserva el papel rom¨¢ntico, y se burla de ¨¦l al mismo tiempo, lo trasciende para que nadie se equivoque al considerarlo como de primera mano. Hay que repetir lo mismo que con Alc¨®n: es una actriz tan considerable que no solo podr¨ªa hacerlo como es, sino que los dos hacen muy bien lo que se les ha encargado. La duda est¨¢ en si el encargo es v¨¢lido.
Juegos
Para quienes tengan un inter¨¦s en todo este juego del actor brit¨¢nico, sus relaciones con el Pr¨ªncipe de Gales y con las damas de su tiempo, y por el juego interno del actor y del teatro; por la hebra rom¨¢ntica con que se hilvan¨® en la misma ¨¦poca de Kean por Dumas -aunque fuera por De Courdoy- o por la tradici¨®n sartriana, nada de lo que sucede aqu¨ª tiene inter¨¦s, ni hay otros elementos como escenograf¨ªa o trajes -todo burdo: quiz¨¢ con la disculpa de mostrar c¨®mo era de pobre el teatro antiguo, y de feo- que le pueda retener.Pero el que quiera re¨ªrse con una parodia, con un simple juego de teatro dentro del teatro sin ninguna profundidad, y desde luego con el histrionismo de Alfredo Alc¨®n, encontrar¨¢ su lugar en este teatro, y sin duda lo pasar¨¢ bien. Los ligeros elementos culturales que se conservan -y muy bien en cuanto a la traducci¨®n del di¨¢logo por Francisco Melgares- no est¨¢n tan subrayados ni son tan evidentes como para molestar a nadie.
Todo queda lo suficientemente burdo y tosco como para formar parte del peque?o teatro actual, y as¨ª recibi¨® explosiones de j¨²bilo y gritos de bravo al final, que redoblaron en la presencia de actores como Eva Garc¨ªa, Paco Racionero y Paco Lara, y m¨¢s con Emma Cohen; y mucho m¨¢s con el h¨¦roe Alfredo Alc¨®n, que sudaba despu¨¦s de su agotadora representaci¨®n: ver sudar al actor es siempre un placer para el p¨²blico, que tiene as¨ª una muestra evidente de que all¨ª hay mucho trabajo hecho.
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