La abstenci¨®n y la amplitud de la victoria de Soares, inc¨®gnitas de las elecciones lusas
El porcentaje de votos que obtendr¨¢ en Portugal el jefe del Estado y candidato a la reelecci¨®n, el socialista Mario Soares, y el nivel de la abstenci¨®n, que se prev¨¦ alta -entre el 20% y el 37%-, son las ¨²nicas inc¨®gnitas de los comicios presidenciales de hoy, los cuartos que se celebran desde la olvidada revoluci¨®n del 25 de abril de 1974. Soares tiene pr¨¢cticamente asegurada la mayor¨ªa absoluta que le garantiza el triunfo en la primera vuelta.
La ausencia de candidatos capaces de disputar la presidencia al veterano pol¨ªtico que ocupa el palacio de Bel¨¦m marc¨® desde el principio una de las muchas paradojas que encierran estas elecciones. La campa?a electoral finaliz¨® el pasado viernes por la noche sin pena ni gloria, despu¨¦s de 14 d¨ªas de propaganda electoral, centrada en los medios de comunicaci¨®n y en las giras por todo el pa¨ªs de los cuatro aspirantes que se presentan ante los m¨¢s de ocho millones de portugueses en condiciones de votar.Soares, de 66 a?os, que cuenta con el apoyo de un amplio abanico de fuerzas, puede obtener entre el 60% y el 65%, seg¨²n las estimaciones de ¨²ltima hora, mientras que Basilio Horta, de 47 a?os, candidato de un sector de la derecha, oscila entre el 15% y el 20%. El comunista Carlos Carvalhas, tambi¨¦n de 47 a?os, puede lograr entre el 8% y el 12%, y el representante de la extrema izquierda, Carlos Marques, de 41 a?os, s¨®lo alrededor del 2%.
Este panorama ha sido el marco de la campa?a oficial, precedida por un mes de precampa?a, en la que el debate pol¨ªtico estuvo pr¨¢cticamente ausente y cada candidato cumpli¨® con el ritual de un papel previamente asignado en la carrera por un cargo institucional como la jefatura del Estado, que se disputa s¨®lo a pocos meses de las elecciones legislativas. ?stas deber¨¢n probar si el socialdem¨®crata An¨ªbal Cavaco Silva conserva la mayor¨ªa absoluta que le diera el Gobierno en 1987.
Nadie dir¨ªa al llegar a la capital portuguesa, una lluviosa Lisboa en la que se cerr¨® la campa?a el viernes, que en el pa¨ªs se celebran elecciones: los carteles de propaganda, escasos y poco vislibles, est¨¢n colocados escrupulosamente en los paneles asignados para ello, y la informaci¨®n sobre las presidenciales en diarios y revistas est¨¢ siempre precedicia por las tensiones de la crisis del Golfo y los problemas lituanos en la URSS.
Sin embargo, subyacen en esta ceremonia electoral las condiciones pol¨ªticas a las que se llegar¨¢ a las legislativas de mediados de este a?o. Soares aspira a superar hoy a su antecesor, Antonio Ramalho Eanes, que permaneci¨® 10 a?os como jefe de Estado, logrando m¨¢s del 61,59% que ¨¦ste consiguiera en 1976. Su mensaje es institucional, grandilocuente y mira a un horizonte lejano. Horta busca superar el 15% alcanzado por el derechista Lucas Pires en las europeas de 1987, y centra su mensaje en criticar la figura de Soares, que estuvo en el centro de la pol¨¦mica a ra¨ªz del llamado esc¨¢ndalo Macao. Un caso de tr¨¢fico de influencias del que se acusa al presidente de haber estado informado. Soares lo niega.
En la izquierda, Carvalhas persigue retener la cuota tradicional del comunismo portugu¨¦s y ha realizado una campana profesional, moderada y as¨¦ptica, sin los tintes que permitieran identificar en ella la raigambre del PCP. Propone un Portugal "que puede ser mejor" frente a los "caminos de futuro" que anuncia Soares, a la "alternativa" de Horta y al "Portugal solidario" que vaticina Marques.
Los resultados de la cohabitaci¨®n de Soares -que ejerci¨® la presidencia en los ¨²ltimos cinco a?os- con el Gobierno encabezado por Cavaco Silva ha resultado funcional para los intereses de ambos, por lo que este ¨²ltimo ha preferido no obstruir el triunfo del jefe de Estado y dar t¨¢citamente su aval a la continuidad por otros cinco a?os del experimentado pol¨ªtico socialista.
Las estrategias apuntan por eso al d¨ªa despu¨¦s de las presidenciales, por lo cual ¨¦stas aparecen como un reajuste del equilibrio entre el poder presidencial y el parlamentario, y el votante resulta un gran ausente.
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