Integraci¨®n vasca
TRAS LA renuncia por parte de los socialistas a integrarse en un Gobierno vasco tripartito, con el PNV y Euskadiko Ezkerra (EE) como socios, la f¨®rmula de concentraci¨®n nacionalista propugnada durante la campa?a electoral por el l¨ªder de Eusko Alkartasuna (EA), Carlos Garaikoetxea, aparece ahora como la m¨¢s posible. De confirmarse esa hip¨®tesis, significar¨¢ que el partido de Arzalluz y de Ardanza, claro vencedor en las elecciones auton¨®micas de octubre, ha sido incapaz de articular cualquiera de las dos combinaciones que consideraba m¨¢s deseables, y en las cuales figuraba el PSE-PSOE como socio principal. Al margen de cualquier otra consideraci¨®n, es preciso reafirmar la obviedad de que un Gobierno integrado por el PNV, EA y EE no s¨®lo es perfectamente leg¨ªtimo, sino acreedor a la misma consideraci¨®n institucional y cooperaci¨®n por parte del Gobierno central que otro que hubiera podido formarse de acuerdo con los resultados electorales.En su discurso de fin de a?o el lehendakari Ardanza asegur¨® que, cualquiera que fuera la composici¨®n del Gobierno, no habr¨ªa vuelta atr¨¢s respecto a los logros de la anterior legislatura. El acuerdo suscrito por todos los partidos democr¨¢ticos -tras las reiteradas amenazas de los terroristas y sus amigos contra la autov¨ªa Guip¨²zcoa-Navarra- para cerrar el paso a las alcald¨ªas y diputaciones de los representantes de HIB parece indicar que el logro sustancial del periodo 1986-1990, el pacto contra la violencia, est¨¢ asegurado. Y no ser¨ªa justo hacer depender las garant¨ªas de continuidad de esa pol¨ªtica de la presencia o no de los socialistas en el Ejecutivo.
Sin embargo, otros efectos beneficiosos para la convivencia derivados de la cooperaci¨®n entre nacionalistas y no nacionalistas durante estos cuatro a?os s¨ª podr¨ªan correr riesgos. La pretensi¨®n por parte de los negociadores del PNV de que su triunfo electoral implicaba la necesidad de marcar nuevos objetivos nacionalistas -es decir, de forzar los l¨ªmites del Estatuto de Gernika- contradice la voluntad de estimular la integraci¨®n de la poblaci¨®n en torno al consenso estatutario.
El conocimiento de la letra peque?a del acuerdo de gobierno suscrito por el PNV y EE-desarrollo sectorial del texto pactado en diciembre y sometido a la consideraci¨®n de los dem¨¢s partidos- refuerza los temores sobre una reca¨ªda del nacionalismo en algunos de los rasgos sectarios que lo caracterizaron en el pasado. No s¨®lo se condiciona el acuerdo a la aceptaci¨®n de una interpretaci¨®n del estatuto dudosamente constitucional, sino que en terreno tan delicado como el de la integraci¨®n cultural y ling¨¹¨ªstica se plantea una bater¨ªa de propuestas dif¨ªcilmente compatibles con los principios de igualdad y seguridad jur¨ªdica de los ciudadanos. Y sobre esto no cabe ambig¨¹edad alguna. En Euskadi, todos los ciudadanos pagan sus impuestos, pero s¨®lo uno de cada cuatro -como m¨¢ximo- es capaz de hablar y entender el euskera.
Ninguna forzada argumentaci¨®n sobre medidas compensatorias autoriza a ignorar esa realidad. El hecho de que exista una situaci¨®n desfavorable del euskera respecto al castellano no justifica que los poderes p¨²blicos establezcan una situaci¨®n desfavorable para quienes no dominan la lengua vasca. La pretensi¨®n de eliminar de la ense?anza a todos los docentes que no sean al menos capaces de mantener una conversaci¨®n en euskera con sus alumnos no s¨®lo es voluntarista, sino injusta. Y las consideraciones sobre la participaci¨®n del Gobierno en la "intensificaci¨®n del compromiso individual" de los ciudadanos con el euskera, sobre la euskaldunizaci¨®n forzada de los funcionarios -incluyendo ertzainas o personal sanitario-, o sobre experiencias piloto de biling¨¹ismo en diferentes ¨¢mbitos administrativos y privados, revelan un intervencionismo sobrepasado. Nada conspira tanto contra la autonom¨ªa como la discriminaci¨®n de los ciudadanos en nombre de la ideolog¨ªa.
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