Estrasburgo y el Golfo
LA RESOLUCI?N del Parlamento de Estrasburgo sobre el Golfo pone de relieve hasta qu¨¦ punto se impone entre las fuerzas pol¨ªticas europeas la necesidad de evitar las espantosas consecuencias que puede tener la guerra en curso. Despu¨¦s de los enfrentamientos de los primeros ocho d¨ªas, el texto votado pide el cese de hostilidades en cuanto Sadam manifieste su disposici¨®n a retirarse del territorio ocupado de Kuwait, y destaca la importancia de la conferencia internacional sobre Oriente Pr¨®ximo y el tema palestino. Es un esquema de posici¨®n europea sensata que debe inspirar la futura acci¨®n de los Gobiernos.El resultado de la votaci¨®n demuestra la posibilidad de superar las diferencias surgidas entre las fuerzas pol¨ªticas europeas ante la guerra del Golfo, discrepancias que sin duda reflejan las distintas concepciones de los problemas morales y pol¨ªticos que angustian a millones de personas de todo el mundo. Al rechazo instintivo que toda guerra suscita se a?aden en este caso ciertos interrogantes sobre las condiciones en que se iniciaron, y se desarrollan, los combates. Hay varios puntos b¨¢sicos que est¨¢n fuera de discusi¨®n: el car¨¢cter criminal de Sadam; su culpabilidad en el inicio de la guerra al invadir y anexionar Kuwait, y la obligaci¨®n de la ONU de poner fin a esa anexi¨®n, restableciendo la vigencia del derecho internacional. Pero las discrepancias empiezan con la constataci¨®n de que la guerra actual tiene, en cierto modo, un doble car¨¢cter: por un lado, la fuerza multinacional lucha para que se cumplan las resoluciones de la ONU, y en ese sentido deber¨ªa tener el apoyo total de los dem¨®cratas. Es m¨¢s: ?c¨®mo no desear que, una vez terminada la guerra fr¨ªa, la ONU se pueda convertir en el ¨®rgano capaz de resolver los conflictos y de proteger el derecho internacional?
Pero en el procedimiento empleado en este caso por la ONU, y al no haber constituido el estado mayor previsto en el art¨ªculo 46 de su Carta, la organizaci¨®n se apart¨® de su norma esencial. La consecuencia es que EE UU se ha convertido no s¨®lo en el pa¨ªs que aporta la mayor parte de las fuerzas combatientes, sino en el que decide las cuestiones fundamentales. Y decidir en lo militar es, hoy por hoy, hacerlo en lo pol¨ªtico. Surge as¨ª la duda de si EE UU, al rechazar en la ONU una pol¨ªtica a m¨¢s largo plazo basada en el embargo y al desencadenar la ofensiva militar que hoy se est¨¢ desarrollando, no estar¨ªa persiguiendo unos objetivos que no son exclusivamente la defensa del derecho conculcado por Irak. Una guerra breve -"quir¨²rgica", seg¨²n la expresi¨®n del soci¨®logo franc¨¦s Edgar Morin- para liberar Kuwait -incluso si su preparaci¨®n hubiese exigido un mayor desgaste de Sadam mediante el embargo y otros m¨¦todos- encajar¨ªa mejor como forma de aplicar la resoluci¨®n de la ONU. Pero hoy lo que se anuncia es otra cosa.
Todo indica que nos adentramos en una guerra m¨¢s bien larga, con objetivos obviamente m¨¢s amplios -eliminar a Sadam y destruir pr¨¢cticamente el r¨¦gimen de Irak- y con unas implicaciones muy distintas de las iniciales. Estados Unidos hace los m¨¢ximos esfuerzos por evitar que Israel entre en la guerra. Pero lo cierto es que, incluso si consiguiera su neutralidad, una gran parte del mundo isl¨¢mico considera que Irak est¨¢ ya luchando contra Israel. Ello explica las movilizaciones en el Magreb -tan decisivo para la pol¨ªtica europea-, que, desbordando al fundamentalismo en auge, incluyen tambi¨¦n a partidos democr¨¢ticos y de izquierda en Argelia, T¨²nez y Marruecos. Bajo esa presi¨®n, Gobiernos ayer simpatizantes de la ONU evolucionan hacia posiciones proiraqu¨ªes. Por otra parte, crece la amenaza de que Turqu¨ªa sea arrastrada a la guerra -evoluci¨®n, al parecer, deseada por EE UU-, lo que obviamente involucrar¨ªa a la OTAN. Si tal es el desarrollo del conflicto -y hay razones serias para temerlo-, el objetivo primario, la liberaci¨®n de Kuwait, pasar¨ªa a segundo plano. Estar¨ªamos ante una gran guerra, con terribles secuelas para todos. No ante unas operaciones tendentes a restablecer el derecho internacional.
No es casual que vuelvan a intensificarse los esfuerzos diplom¨¢ticos para buscar un cese de las hostilidades. Varios Gobiernos del Magreb han pedido que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas negocie un alto el fuego. Los Gobiernos europeos no deber¨ªan ignorar estas propuestas, por dif¨ªcil que sea su plasmaci¨®n en la pr¨¢ctica. Hace falta examinar todas las posibilidades de influir sobre la evoluci¨®n de la guerra para acortarla y reducirla a su misi¨®n propia: la liberaci¨®n de Kuwait. Tal es el sentido y la aspiraci¨®n de la resoluci¨®n del Parlamento Europeo.
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