Maite Larrauri En manos de las mujeres
No es ¨¦sta, ni mucho menos, la primera vez que para las mujeres se plantea la urgencia de mantener un discurso espec¨ªfico. Durante los ¨²ltimos 20 a?os, una parte de los esfuerzos y de la atenci¨®n de muchas mujeres se ha dirigido a interrogarse sobre s¨ª mismas y sobre el papel que deb¨ªan representar como tales en sus distintos ¨¢mbitos vitales y sociales. A la dificultad ya enorme de este viejo problema se suman hoy las circunstancias particulares de una guerra. Y as¨ª ahora cabe preguntarse si ante la guerra que se ha desencadenado existe la posibilidad de estructurar una palabra propia de las mujeres. Lo que puede leerse a continuaci¨®n es una apuesta por una respuesta afirmativa, no tanto porque la naturaleza femenina pueda ofrecer un punto de vista com¨²n a todas nosotras, sino porque la historia, al menos en parte, es el fruto de la voluntad humana, una voluntad que en estos momentos desear¨ªa que fuera fuerte, imaginativa y diferente.Pero ?cu¨¢l podr¨ªa ser esa dimensi¨®n com¨²n a las mujeres que hoy se proyectara como un discurso contra la guerra? ,Cu¨¢l es ese punto de vista que no recogen todos los manifiestos por la paz que hasta ahora han sido hechos p¨²blicos? En 1938, ante la inminencia de la guerra, escrib¨ªa Virginia Woolf: "SI bien es cierto que ambos sexos comparten m¨¢s o menos muchos instintos, el de luchar ha sido siempre h¨¢bito del hombre y no de la mujer. Las leyes y la costumbre han desarrollado esa diferencia". Esta afirmaci¨®n de Virginia Woolf no debe ser entendida como una falta de coraje o una mayor debilidad de las mujeres. Apunta m¨¢s bien a una constataci¨®n hist¨®rica en la que hoy nos podemos apoyar y que consiste en atribuir valor al hecho de que entre los millones de seres humanos que han muerto por causa de las armas muy pocos han muerto a manos de mujeres. Esta diferencia es quiz¨¢ la que puede permitir que nos unamos en un grito contra la guerra: aunque muchas mujeres se sientan arrastradas a tomar partido en es e conflicto, una parte m¨¢s o menos grande en nosotras mismas no puede por menos que se1,*itirse ajena, extra?a, al modo b¨¦lico de resolver los conflictos, nc puede por menos que sentirse diferente a la manera propia de los hombres de entender que s¨®lo la muerte y la destrucci¨®n, s¨®lo la eliminaci¨®n f¨ªsica del otro, resuelve los conflictos econ¨®micos, pol¨ªticos, sociales o culturales. Quiz¨¢ nosotras, m¨¢s cerca de la vida porque damos vida, dif¨ªcilmente podemos identificarnos con una concepci¨®n de la vida a trav¨¦s de la muerte.
Ante esta guerra en que la muerte y la destrucci¨®n de muchos seres humanos est¨¢n en juego, ante esta guerra que pone en grave peligro la subsistencia y el equilibrio de la tierra, ante esta guerra que parece consagrar el enfrentamiento b¨¦lico como un modo universal de resolver los problemas entre naciones, etnias o culturas las mujeres podemos tener la fuerza y el coraje de encontrar una forma activa de oponernos, un discurso que no se solape con el que ya otros organismos, partidos o asociaciones mantienen. Tal vez se trate de buscar qu¨¦ podemos compartir las mujeres que no nos sentimos identificadas con los discursos ya existentes y las mujeres que, aun dando apoyo a otros discursos, consideramos que una parte de nosotras mismas todav¨ªa no ha encontrado expresi¨®n.
Esa parte de nosotras mismas que aqu¨ª invoco no es espa?ola, ni aliada, ni iraqu¨ª, ni cristiana, ni musulmana, ni jud¨ªa; no reconoce m¨¢s lealtad que la que ya Ant¨ªgona proclamaba a voces: la lealtad a una ley que habla de una tierra sin fronteras.
es profesora de Filosofia del IBAD de Valencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.