La lencer¨ªa femenina, un fetiche turbador
J. J. A. ENVIADO ESPECIAL, Como un ni?o arrulla con mimo a su osito de peluche en las noches de desvelo, el sargento Sal Garc¨ªa galanteaba en la almohada de su petate del Golfo con un talism¨¢n perfumado, evocador, primoroso y dolorosamente sugerente: las bragas de su novia californiana. La respetuosa contemplaci¨®n del recordatorio femenino durante las primeras noches de campa?a y el po¨¦tico mon¨®logo con la prenda m¨¢s ¨ªntima de su amada ausente han dado paso, despu¨¦s de seis meses de rigurosa continencia, a una agresiva y devoradora pasi¨®n. El suboficial, de 24 a?os, de la 82? Divisi¨®n Aerotransport¨¢da del Ej¨¦rcito estadounidense ha sustituido la tierna caricia por una lucha a brazo partido con el amoroso fetiche, que ha quedado convertido en un estropajo.El sargento Garc¨ªa no est¨¢ solo en ese duelo con la lacerante lejan¨ªa de las novias, esposas o hijos, y aunque la mayor¨ªa del medio mill¨®n de soldados aliados desplegados en los frentes del desierto de Arabla Saud¨ª, en la frontera de Kuwait, mantiene con sus familiares la tradicional relaci¨®n postal, no pocos comparten las preferencias de Sal Garc¨ªa. Medias, sujetadores, camisetas o pa?uelos figuran en el inventario de sus taquillas, y son diariamente centrifugados con besos, sentidas letan¨ªas de enamorado y efusiones mucho m¨¢s audaces. Desde que comenz¨® la guerra, el sargento nacido en Norwalk, a la manera del milagroso detente bala de los carlistas navarros, lleva en su casco de combate el estropajo querido.
"Me motiva mucho y me hace continuar, porque s¨¦ que alguien me est¨¢ esperando", dice Garc¨ªa. Ese alguien que le espera en California hizo pucheros durante dos meses cuando Sal le suplic¨® su vestuario m¨¢s privado. "Insist¨ª tanto que finalmente me lo dio". El sargento Christopher Bolmner, tirador en un pozo de ametralladoras emplazado cerca de las posiciones iraqu¨ªes, decidi¨® finalmente devolver a Kentucky un trofeo similar al que estruja Garc¨ªa, pero de color negro. "Me est¨¢ volviendo loco. Aspiraba su perfume cada noche y. me dorm¨ªa con suenos que no quiero describir".
Avalancha de cartas
Los H¨¦rcules transportan mientras tanto cada d¨ªa, a las bases norteamericanas de Riad y Dahran y a los portaaviones y destructores que patrullan en el Golfo, toneladas de cartas. Largas filas de marineros e infantes esperan en los portaaviones Wisconsin, Roosevelt o Forrestal la llegada del correo. Entre 1.500 y 3.000 kilos de correspondencia son transportados peri¨®dicamente a esos nav¨ªos. Los contenedores normales fueron insuficientes para albergar las felicitaciones navide?as. La hinchada femenina colabor¨® en ese carga mento. "Dirigida a cualquier marinero joven", indicaban algunos remites. Otros eran m¨¢s precisos: "Para cualquier marinero joven y soltero".
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