Quebec, de nuevo
CANAD? EST? pasando por una de las crisis econ¨®micas m¨¢s serias de su historia. Su gigantesca deuda externa alcanza casi el 46% de su producto nacio al bruto. El paro se extiende y afecta de modo particularmente agudo a la provincia franc¨®fona de Quebec. Se ha acabado la ¨¦poca en que los inmigrados se colocaban con facilidad: muchos de ellos han pasado de la miseria en un clima c¨¢lido a la miseria en uno de los pa¨ªses m¨¢s fr¨ªos del mundo. La causa de esta recesi¨®n es atribuida en buena parte al acuerdo de libre cambio pactado hace dos a?os por Washington y Ottawa: la dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica por la que atraviesa EE UU se traslada a Canad¨¢. En medio de la crisis econ¨®mica es sintom¨¢tico que, en la escena pol¨ªtica, ocupe el lugar prioritario el problema de las reivindicaciones nacionales de Quebec y de su soberan¨ªa.Despu¨¦s del fracaso, en junio pasado, de la negociaci¨®n del lago Meech -que intent¨® en vano un acuerdo de las provincias para otorgar a Quebec un estatuto especial-, el Partido Liberal, que hoy gobierna esta provincia franc¨®foria, ha sorprendido a la clase pol¨ªtica de Ottawa con una brusca radicalizaci¨®n de su actitud. El jefe liberal del Gobierno de Quebec, Robert Bourassa, ha lanzado el 29 de enero una especie, de ultim¨¢tum al Gobierno federal: si Ottawa no le concede "una autonom¨ªa pol¨ªtica completa", el Partido Liberal organizar¨¢ un refer¨¦ndum sobre la soberan¨ªa antes del oto?o de 1992. Dos puntos llaman la atenci¨®n en este ultim¨¢tum de Bourassa, el cual obtendr¨¢ sin duda, en un congreso convocado el pr¨®ximo mes de marzo, el apoyo entusiasta de su partido. Primero, el hecho de que el Partido Liberal y Bourassa hayan sido hasta ahora los moderados, los que, enfrent¨¢ndose al nacionalismo del "partido de Quebec", han defendido siempre la necesidad de conservar las relaciones con la Federaci¨®n Canadiense.
En segundo lugar, la "autonom¨ªa pol¨ªtica" que Bourassa reclama de Ottawa -como condici¨®n imprescindible para evitar la convocatoria de un refer¨¦ndum sobre la soberan¨ªa- es de una amplitud extraordinaria. Quebec reclama para s¨ª plenos poderes en 22 materias, como la cultura, la lengua, la agricultura, todo lo referente al sector audiovisual, la industria, la energ¨ªa, etc¨¦tera. Se reservar¨ªa al Gobierno federal la competencia en la moneda, las aduanas y la defensa. Y se establecer¨ªan poderes compartidos en materia de justicia y relaciones exteriores. Al mismo tiempo, los liberales de Quebec preconizan cambios serios en la Constituci¨®n de Canad¨¢, como la supresi¨®n del Senado y un sistema flexible que permita a las provincias angl¨¦fonas delegar al Gobierno federal poderes que, en el caso de Quebec, quedar¨ªan reservados al Gobierno provincial. Ser¨ªa dar nacimiento a una especie de federalismo de dos velocidades.
Es a¨²n dif¨ªcil prever las consecuencias que se van a derivar. de la nueva actitud adoptada por el Partido Libera¨ªde Quebec. En todo caso, choca con los planes de EE UU de impulsar, ante la perspectiva del mercado ¨²nico europeo de 1993, una gran comunidad de 360 milllones de americanos, englobando desde el Gran Norte canadiense a las mesetas mexicanas, basada en los acuerdos de libre cambio que Washington ya ha firmado con Ottawa y M¨¦xico. En todo caso, el asunto de Quebec refleja un fen¨®meno hoy bastante general, que tiene en Europa diversas manifestaciones: el auge de los nacionalismos que se basan en ra¨ªces de orden hist¨®rico, cultural y ling¨¹¨ªstico.
Bourassa ha proclamado que su meta es salvar la supervivencia de "la ¨²nica sociedad franc¨®fona de Am¨¦rica dlel Norte". Cabe esperar que la moderaci¨®n de los dos bandos permita que ello sea posible sin rupturas.
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