Por mal camino
Mientras tanto, la competici¨®n sigue por mal camino. La pel¨ªcula rusa Satan¨¢s convIerte en un engendro visual un excelente gui¨®n. La dirige V¨ªktor Aristov y cuenta -es un decir- una l¨²gubre histor¨ªa dentro del infierno de las mafias que hoy corroen la -Vida cotidiana en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. La atrocidad del relato es cre¨ªble, pero su traslaci¨®n a la pantalla es tan torpe que el castillo de naipes se desmorona con un soplo.Una vez m¨¢s estamos ante la consabida imagen del pudridero de la vida rusa, vista a trav¨¦s de escenarios de pesadilla y de horrores plagiados de Dostoievski por el otro ar¨ªalfabeto de turno. Y una vez m¨¢s, el asco se hace materla de un falsario compromiso seudoart¨ªstico que comienza a convertirse en asunto cl¨ªnico y no est¨¦tico.
Barrizales, vomitonas, aguas, gargajos, eructos atufan al respetable, no s¨®lo en este mediocre filme, sino en muchos m¨¢s. No puede ser casual esta floraci¨®n en la epidermis del cine de los subterr¨¢neos de la fisiolog¨ªa. Un cortometraje italiano exhibido ayer identificaba el Big Bang, con,un enorme pedo que hace a?icos a un nauseabundo planeta agobiado por la basura. Hay una obsesi¨®n escatol¨®gica en casi todos los filmes proyectados. Asistimos a una invasi¨®n de cine bajo el signo de la n¨¢usea. Y quiz¨¢s la n¨¢usea sea un signo de este -tiempo, como lo fue de otros, por ejemplo, los representados por el filme sueco -mucho m¨¢s solvente-, Buenas tardes, se?or Wallenberg.
Este tiempo de n¨¢usea fue el del exterminio nazi de los jud¨ªos del gueto de Budapest. La pel¨ªcula es aceptable, pero ya est¨¢ vista. Nada a?ade, salvo su grano de arena al mont¨®n de porquer¨ªas aludido: esa obsesiva insistencia en definir a nuestra civilizaci¨®n mediante sus detritus. Europa y Am¨¦rica concebidas como letrinas, lo que bien puede llamarse "s¨ªndrome de Linch" o "escuela de basura".
No hay risas
Una estad¨ªstica casera: este comentarista lleva vistas en la Berlinale unos 3.000 minutos de -es un decir- cine, lo que suma unas 50 horas a pie de pantalla. Hasta el momento no s¨®lo no ha o¨ªdo (con excepci¨®n de un par de ellas) ni una sola carcajada -de alegr¨ªa y no como veh¨ªculo sonoro de sarcasmo, que de ¨¦stas si hubo muchas- dentro del Kongresshalle. Ni un rastro de la luz de la comedia, ni una cicatriz del bistur¨ª del humor, que es el que m¨¢s hondamente penetra en los entresijos de los comportamientos, nada que se parezca al incomparable gozo de ver cine. Tan s¨®lo mierda, considerado el t¨¦rmino como signo de insignificaricia y s¨ªntoma de ese malestar de Occidente a que aludi¨® el otro d¨ªa Francis Coppola, poco antes de irse de aqu¨ª sin mirar hacia atr¨¢s.
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