La guerra justa
Se plantea el articulista una serie de reflexiones sobre la justicia y la licitud de las guerras a la vista de la doctrina de la Iglesia. Considera que la declaraci¨®n del secretario general de la Conferencia Episcopal Espa?ola, Agust¨ªn Garc¨ªa Gasco, "la guerra es incompatible con el Evangelio", acarrear¨ªa la obligaci¨®n de la objeci¨®n de conciencia para los cat¨®licos. Concluye su an¨¢lisis se?alando que todos los integrismos, religiosos o laicos, siempre llegan a destiempo.
La guerra del Golfo ha sacado a relucir el problema de la guerra justa. Este concepto tom¨® cuerpo en el pensamiento cat¨®lico a partir de san Agust¨ªn con el doble fin de estabIecer la naturaleza l¨ªcita de la guerra (y, por tanto, para legitimar la profesi¨®n militar ante los cristianos) y de establecer una relaci¨®n entre la guerra como instituci¨®n y la" figura hist¨®ricamente salv¨ªfica del cristianismo. Este problema ten¨ªa como pilar fundamental la relaci¨®n entre la fe cristiana y las instituciones civiles y, por tanto, la posibilidad misma de una cristiandad como corpus cristianorum, seg¨²n definici¨®n de Roger Bacon: un sistema pol¨ªtico-social cerrado, global y definido. Bajo este punto de vista, el concepto guerra justa no estaba orientado especialmente a prevenir las guerras, sino m¨¢s bien a hacerlas posibles. La Iglesia no pon¨ªa objeciones a la guerra como tal. Esto significaba hacer l¨ªcita la guerra entre cristianos. Al reconocer la diferencia entre poder civil y poder eclesi¨¢stico se hac¨ªa inevitable esta consecuencia. Aceptar la legitimidad cristiana de las instituciones civil , significaba reconocer su pluralidad y, por ende, su naturaleza conflictiva. En la historia de la cristiandad, y particularmente en la ¨¦poca anterior a la reforma protestante, guerra justa significaba tambi¨¦n guerra leg¨ªtima; es decir, convenida por la autoridad leg¨ªtima. El ¨²nico criterio realmente ¨¦tico que la doctrina de la guerra justa esgrim¨ªa era el car¨¢cter defensivo de la guerra. Pero puesto que correspond¨ªa definir a cada autoridad leg¨ªtima si la guerra era defensiva, era evidente que toda guerra producida como protecci¨®n de un derecho pisoteado es, por tanto, defensiva. La doctrina de la guerra justa signific¨® que los poderes leg¨ªtimos eran los ¨²nicos jueces con potestad sobre la naturaleza justa o no de la guerra.
Autoridad papal
La idea de una sociedad y de un derecho internacionales s¨®lo nace cuando la cristiandad se encuentra dividida, y la idea de una suprema autoridad papal con capacidad de discernir lo justo de lo injusto, aunque sea reconocida y permanezca operante, se hace inexistente. Pero el primer orden jur¨ªdico extraestatal en forma de v¨ªnculos contractuales entre los Estados nace debido a la expansi¨®n colonial y al problema de la libertad de los mares y de las ocupaciones de nuevas tierras extraeuropeas. -Se deben observar los pactos (pacta sunt servanda): ¨¦sta es la primera norma que fundamenta un v¨ªnculo con la soberan¨ªa de los Estados que s¨®lo entonces alcanza pleno vigor en el derecho interno de las diferentes sociedades europeas. Actualmente la Iglesia se encuentra confusa frente al tema de la guerra justa. El papel marginal que las grandes iglesias, incluida la cat¨®lica, ejercen en la pol¨ªtica de los Estados las llevan a posiciones radicales: a la naturaleza il¨ªcita de la guerra como tal. Un ejemplo de ello lo constituye la declaraci¨®n del secretario general de la Conferencia Episcopal Espa?ola, Agust¨ªn Garc¨ªa Gasc¨®: "La guerra es incompatible con el Evangelio". Tal vez el obispo no haya pensado que una declaraci¨®n tan categ¨®rica traer¨ªa como consecuencia la obligaci¨®n de la objeci¨®n de conciencia para ?os cat¨®licos. ?Acaso el aborto es m¨¢s incompatible con el Evangelio que la guerra? El episcopado italiano tambi¨¦n, por boca de su secretario, ha adoptado una postura mucho m¨¢s cauta. Monse?or Ruin? no ha emitido ning¨²n juicio sobre la guerra. en general: se ha preocupado de establecer el respeto de la Iglesia hacia los parlamentarios Italianos que han votado la participaci¨®n de Italia en la intervenci¨®n de las Naciones Unidas en el Golfo; ha expresado su estima por los soldados Y no ha apoyado la llamada a la deserci¨®n de Manifesto y de Democrazia Proletaria. En Italia cl problema se ha convertido de pronto en asunto peliagudo de forma distinta que en Espa?a.
Cristianos y soldados
En realidad, la naturaleza l¨ªcita de la guerra es desde los or¨ªgenes un problema decisivo para la Iglesia: agn¨®sticos, montanos y maniqueos resaltaron la contradicci¨®n existente entre ser cristiano y ser soldado. La Iglesia afirmaba al condenarlos la bondad del orden natural y del pol¨ªtico y, por tanto, defin¨ªa una cuesti¨®n esencial para ella. Es posible que la tendencia actual a definirse en oposici¨®n a la sociedad, a la pol¨ªtica y a la historia de los grupos religiosos, conduzca a formas de espiritualismo que ven en el rechazo de las armas una forma de identidad cristiana en el ¨¢mbito cultural, social y pol¨ªtico. No es por casualidad que en Italia un grupo entusiasta (Comunione e Liberazione) se haya sumado a los comunistas en la condena de la intervenci¨®n italiana en el Golfo.
El apoyo de la Iglesia a la objeci¨®n de conciencia podr¨ªa convertirse con mayor facilidad en una objeci¨®n a la guerra. Estos dos casos no son iguales, pero los argumentos que sustentan al primero podr¨ªan ser utilizados y reforzados por el segundo. El hecho es tanto m¨¢s singular porque, en caso de la guerra del Golfo, las Naciones Unidas alardean de ser el ¨²nico sujeto capacitado para dirimir la legitimidad o ilegitimidad de una intervenci¨®n armada y de dar, por tanto, la ¨²nica forma hist¨®rica real al viejo concepto de guerra justa al transformarlo en otro: el de guerra leg¨ªtima declarada por una autoridad superior a las, partes en el conflicto. Los integrismos sectarios, episcopales y laicos, siempre llegan a destiempo.
es eurodiputado por el Partido Socialista Italiano.Traducci¨®n: Daniel Sarasola.
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