Sin salida
Ayer me llam¨® por tel¨¦fono uno de los principales asesores de Bor¨ªs Yeltsin, un claro partidario de la actual soberan¨ªa de la Federaci¨®n Rusa, para pedirme ayuda. Se quejaba de la falta de ideas y de no poder proponerle nada nuevo a Yeltsin.El que la gente de Yeltsin me pidiera consejo a m¨ª, que critico constantemente la estrategia de enfrentamiento de la Federaci¨®n Rusa con Gorbachov, dice mucho por s¨ª mismo. Por lo menos hay motivos para suponer que la t¨¢ctica de Yeltsin y de los dem¨®cratas radicales que la apoyan est¨¢ en crisis. Se revel¨® que el poder logrado por los dem¨®cratas en los Parlamentos de rep¨²blicas sovi¨¦ticas concretas no lleva por s¨ª mismo autom¨¢ticamente al reforzamiento de su poder en el pa¨ªs ni aumenta sus posibilidades de derribar a Gorbachov, al que ahora consideran conservador.
Yeltsin no tiene ninguna posibilidad de sustituir a Gorbachov, a pesar de que la autoridad de Yeltsin en el pa¨ªs, y especialmente en Rusia, es ahora considerablemente superior a la de Gorbachov. Por eso, los diplom¨¢ticos occidentales parecen un poco ingenuos cuando preguntan si no es hora ya de apostar por Yeltsin. Desde el piso en el que Yeltsin juega ahora su juego pol¨ªtico no hay un paso directo al piso superior del poder en el que est¨¢ Gorbachov. Este es el inevitable resultado de toda la estrategia de conquista de la democracia y de la "construcci¨®n del capitalismo en una sola rep¨²blica socialista".
En mi opini¨®n, la derrota de Yeltsin en el Parlamento sovi¨¦tico en el enfrentamiento directo con Gorbachov por el puesto de presidente del Estado le hubiera dado al primero mayor perspectiva pol¨ªtica que su victoria sobre Iv¨¢n Polozkov, el jefe del Partido Comunista de la Federaci¨®n Rusa, en el Parlamento de esta rep¨²blica. En la conciencia y el recuerdo de la gente hubiera quedado este precedente de enfrentamiento directo y limpio entre Gorbachov y Yeltsin por el poder en el pa¨ªs en el marco de las estructuras sovi¨¦ticas legales. Y qui¨¦n sabe si la l¨®gica de los acontecimientos dirigir¨ªa de nuevo la atenci¨®n del S¨®viet Supremo a la candidatura de Yeltsin.
Pero nuestros dem¨®cratas con Yeltsin a la cabeza decidieron, hace un a?o, cuando Gorbachov reclam¨® el puesto de presidente, hacerse los listos y renunciar a lo que consideraban una competici¨®n sin esperanzas con ¨¦l.
En lugar de luchar por el poder directamente con Gorbachov, decidieron socavar el poder central sovi¨¦tico, privarlo del sentido y de la impertancia que hab¨ªa tenido hasta entonces. Tanto m¨¢s cuanto la Constituci¨®n sovi¨¦tica conten¨ªa tal posibilidad de desarrollo de los acontecimientos. La Constituci¨®n, como todas las constituciones de los Estados totalitarios, conten¨ªa unas declaraciones de libertad que ninguna democracia aut¨¦ntica puede permitirse. A Stalin y a Br¨¦znev no se les pod¨ªa haber ocurrido nunca que en nuestro pa¨ªs aparecer¨ªan movimientos nacionalistas independientes que exigir¨ªan para sus pueblos la independencia estatal. Tampoco se les pod¨ªa haber ocurrido que alguien se tomara en serio el mito propagand¨ªstico, seg¨²n el cual la Federaci¨®n Rusa es una formaci¨®n independiente del Kremlin, que tiene derecho, al igual que las restantes rep¨²blicas sovi¨¦ticas, a sus propios ¨®rganos de poder independientes. Por eso dejaron en la Constituci¨®n de la URSS los mitos leninistas sobre la autodeterminaci¨®n de todos los pueblos hasta la secesi¨®n, la afirmaci¨®n de que la Federaci¨®n Rusa, es decir la Rusia originaria, es una rep¨²blica como Moldavia o Georgia. A nadie se le pod¨ªa haber ocurrido que el Mosc¨² de la Federaci¨®n Rusa intentar¨ªa conseguir la independencia del Mosc¨² sovi¨¦tico, que Rusia intentar¨ªa lograr la independencia de la Rusia aut¨¦ntica, que hoy se denomina la URSS.
Los dem¨®cratas decidieron jugar el juego de la democracia que les propuso la vieja Constituci¨®n comunista. Comenzaron a pedir un poder fuerte y verdadero para la Federaci¨®n Rusa, independiente del Kremlin; empezaron a pedir una soberan¨ªa estatal para cada rep¨²blica bas¨¢ndose en la Constituci¨®n. Durante todo un a?o estuvo en marcha una campa?a, en la cual declararon su soberan¨ªa estatal y la primac¨ªa de sus leyes sobre las leyes de la URSS no s¨®lo los Estados del B¨¢ltico anexionados por Stalin, sino tambi¨¦n Ucrania, Belorrusia, Georgia yTatarst¨¢n. Todo esto se hac¨ªa con la esperanza de que si las rep¨²blicas se convert¨ªan en due?as de su territorio, no quedar¨ªa territorio sobre el cual Gorbachov y el centro ejercieran su poder. Se supon¨ªa que cuanto mayor fuera el territorio de la rep¨²blica, tanta m¨¢s importancia tendr¨ªa su presidente, y consiguientemente tanto mayor ser¨ªa su influencia en el pa¨ªs. Pero esta l¨®gica cuantitativa presupon¨ªa que Yeltsin, al convertirse en presidente de la Federaci¨®n Rusa, es decir, de una s¨¦ptima parte de la Tierra, ser¨ªa una persona m¨¢s importante que Gorbachov, cuyo poder de este modo quedar¨ªa limitado ¨²nicamente al territorio del Kremlin. Durante los ¨²ltimos a?os la precisa democr¨¢tica ha escrito mucho de esto. Despu¨¦s de la declaraci¨®n de soberan¨ªa de la Federaci¨®n Rusa, dec¨ªan, ya no existir¨ªa la Uni¨®n, y se podr¨ªa prescindir de Gorbachov y de Rizhkov. Esto sin embargo era una t¨ªpica autosugesti¨®n para evadirse de la realidad desagradable en nombre de la tranquilidad espiritual y de una alegr¨ªa fugaz.
Mientras se mantenga el poder del Ej¨¦rcito, de la polic¨ªa y del KGB, mientras se conserve el poder de los ministerios centrales y el complejo de la industria militar, la soberan¨ªa de las rep¨²blicas es un mito. Por supuesto que el poder de los dem¨®cratas en los Parlamentos de algunas rep¨²blicas, especialmente en la Federaci6n Rusa tiene gran importancia moral, ya que permite contener la actual ofensiva de los conservadores. Sin embargo,, este poder en s¨ª mismo no est¨¢ en disposici¨®n de cambiar nada en el centro ni de influir en la pol¨ªtica del presidente, de la del orden p¨²blico, ni en los ministerios. Ahora ha llegado el momento en que Gorbachov utilice el decorado democr¨¢tico de nuestra. Constituci¨®n para sus fines. Si quer¨ªan poder en las ciudades y rep¨²blicas, ya lo tienen (parece decir Gorbachov). Pero ya que se han dedicado a la pol¨ªtica municipal y ciudadana, no se metan en cosas que no les incumben, no toquen las cuestiones que pertenecen a mis competencias estatales.
Nadie sabe lo que pasar¨¢ en nuestro pa¨ªs ma?ana. Despu¨¦s de los tr¨¢gicos acontecimientos en el B¨¢ltico ha surgido una situaci¨®n de tablas.
Los partidarios de la dictadura, y sobre todo los militares, no se han atrevido a llegar hasta el final y comenzar una represi¨®n de los Gobiernos democr¨¢ticos en las rep¨²blicas. No es casual, pues, que Gorbachov saliera del estado de shock para condenar las acciones de los militares en el B¨¢ltico. No olviden que dos semanas antes les hab¨ªa justificado.
Pero los dem¨®cratas hoy no est¨¢n en situaci¨®n de conseguir nada con su desfile de las soberan¨ªas y con su guerra de leyes. Mientras Gorbachov sea presidente del pa¨ªs, siempre ganar¨¢. Tal vez mostrar¨¢ contenci¨®n hacia el B¨¢ltico, pero seguramente nunca perm¨ªtir¨¢ que Yeltsin cree sus propias Fuerzas Armadas o su Comit¨¦ de Seguridad del Estado. Los dem¨®cratas no pueden esperar un apoyo significativo en' la sociedad. Pr¨¢cticamente nadie apoy¨® su ¨²ltimo llamamiento a la huelga general.
Por eso est¨¢ claro lo que yo pod¨ªa sugerir al consejero de Yeltsin que me pidi¨® ayuda. Los dem¨®cratas deben unirse de una vez y no volverse a dividir en compartimientos nacionales, por lo menos hasta su victoria definitiva. Es imposible salir en solitario del agujero de la inexistencia hist¨®rica en la que se encuentran los pueblos de nuestro pa¨ªs. La libertad y la independencia nacional s¨®lo pueden surgir de un Estado democr¨¢tico y sano. Hay que cambiar de t¨¢ctica y tomarse m¨¢s en serio al adversario. No se podr¨¢ salir adelante sin una seria y seguramente larga y sacrificada lucha por el saneamiento de los ¨®rganos centrales del poder, por la democratizaci¨®n de todo el pa¨ªs. Ha llegado la hora de luchar por las nuevas elecciones parlamentarias generales. Y lo m¨¢s importante. Ha llegado la hora de luchar seriamente por la gente, por ampliar y reforzar organizativamente la base social de los cambios democr¨¢ticos.
Alexandr Tsipk¨® es subdirector del Instituto de Relaciones Econ¨®micas Internacionales de Mosc¨².
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