El fin de la guerra
AL FIN Bush ha ordenado el alto fuego. Sadam Husein, con su ej¨¦rcito diezmado en los campos de batalla de Kuwait y del sur de Irak, hab¨ªa aceptado a trav¨¦s de su representante en la ONU, las resoluciones adoptadas por el Consejo de Seguridad desde la invasi¨®n del emirato petrol¨ªfero, el pasado 2 de agosto. Ha llegado, pues, el momento de estampar aqu¨ª la frase consagrada: la guerra ha terminado. En estos momentos aparecen con terrible claridad las enormes responsabilidades contra¨ªdas por el dictador iraqu¨ª: primero, al desencadenar una guerra injusta y criminal. M¨¢s tarde, al prolongar los sufrimientos de su pueblo por su negativa, con artima?as hip¨®critas, a reconocer su derrota.Con la decisi¨®n de alto el fuego se pone fin a una situaci¨®n contradictoria, cuyo mantenimiento hubiese puesto en entredicho la seriedad de las propias Naciones Unidas. Si la guerra contra Irak se ha hecho en nombre de la Carta de la ONU para responder a la escandalosa violaci¨®n de ¨¦sta cometida por Sadam, es obvio que ten¨ªa que terminar una vez que Kuwait ha sido evacuado por las tropas iraqu¨ªes. La continuaci¨®n de las hostilidades con argumentos formalistas -dando tiempo a que las tropas aliadas pudiesen aprovecharse de su victoria para aplastar al m¨¢ximo al ej¨¦rcito derrotado- empezaba a suscitar molestias, y no s¨®lo en la URSS y en pa¨ªses ajenos al conflicto, sino incluso en el seno de la coalici¨®n. Las expresaron algunos pa¨ªses ¨¢rabes y Francia, insistiendo en que sus tropas no participar¨ªan en acciones dirigidas a la conquista de Bagdad
Ahora se ponen sobre el tapete los problemas de la posguerra. Y lo m¨¢s urgente es organizar, con la mayor eficacia, la ingente labor de socorro a las v¨ªctimas de la guerra: a los heridos, a las familias desperdigadas, a los prisioneros, a las desamparadas poblaciones bombardeadas, amenazadas por el hambre, la sed, la carencia de hogares. La ONU, las sociedades de la Cruz Roja y del Creciente Rojo y otras organizaciones humanitarias deben recibirlos m¨¢ximos respaldos para poder afrontar ese trabajo.
En el orden pol¨ªtico, conviene dejar claro un aspecto decisivo: ?qui¨¦n debe administrar la posguerra? Del car¨¢cter mismo de la guerra se desprende la respuesta: la ONU. Ello, en modo alguno, supone rebajar el papel que EE UU va a desempe?ar, basado en su extraordinaria direcci¨®n de los combates. Pero si el marco de la ONU fue necesario en la guerra, lo es a¨²n mucho m¨¢s en las labores de reconstrucci¨®n y de creaci¨®n de un sistema de seguridad en Oriente Pr¨®ximo. Es preciso asimismo que los pa¨ªses ¨¢rabes -sin olvidar a Ir¨¢n- asuman un protagonismo en los arreglos de posguerra. La tendencia a imponer una paz de los vencedores, a humillar a los pueblos ¨¢rabes, muchos de los cuales -por enga?ados que estuviesen- admiraron a Sadam, tendr¨ªa efectos nefastos. Los pueblos ¨¢rabes deben sentir que la propaganda de Sadam era un vil enga?o, que la guerra no se ha hecho contra ellos. El futuro de la estabilidad en la zona depende en gran medida de una administraci¨®n generosa e inteligente de la paz.
Ello significa que ser¨¢ preciso organizar sin retraso una conferencia internacional lo suficientemente flexible para que en su seno se aborden los principales problemas de la zona, y en primer t¨¦rmino el palestino. Teniendo en cuenta la actitud de EE UU y de Israel -y el peso que, sin duda, van a tener-, ser¨¢ la tarea m¨¢s dificil, pero es a la vez la m¨¢s decisiva. Si hay un nexo entre los pa¨ªses ¨¢rabes es el de definir el problema palestino como la clave para juzgar la pol¨ªtica occidental y la imparcialidad de la ONU. Una vez derrotado y debilitado Sadam, Israel est¨¢ en mejores condiciones para adoptar una pol¨ªtica de apertura. El grave error cometido por Arafat al alinearse con Sadam no es un factor positivo para la OLP, pero, en todo caso, y dando a Israel las m¨¢xirnas garant¨ªas de seguridad, la conferencia deber¨¢ buscar el camino para que el pueblo palestino encuentre satisfacci¨®n a sus demandas leg¨ªtimas. Europa debe empe?arse con ah¨ªnco y eficacia en lograrlo, salvo que opte por la torpeza.
Ser¨ªa suicida dilatar en la posguerra el examen de otras cuestiones fundamentales: la limitaci¨®n de los armamentos y el control sobre su comercio; el establecimiento de sistemas de inspecci¨®n internacionales que -inspirados en experiencias precedentes de tratados de desarme- garanticen la no existencia de armas nucleares y qu¨ªmicas y eviten acumulaciones de armas peligrosas para la estabilidad de la zona. Por otra parte, la cooperaci¨®n inter¨¢rabe e internacional en la posguerra deber¨¢ tender a disminuir las gigantescas desigualdades entre unos pa¨ªses y otros, y a promover el avance democr¨¢tico.
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