?Actor, actor!
?Esta mi existencia ha sido! ?Apuntar, ser olvidado!". Bien sab¨ªa Edmond Rostand que al exagerar la existencia de Savinien Cyrano de Bergerac, literato franc¨¦s contempor¨¢neo de Moli¨¨re y que brill¨® por dos novelas de inspiraci¨®n fant¨¢stica, creaba m¨¢s que un simple artilugio teatral neorrom¨¢ntico. Su pi¨¨ce, a caballo siempre entre lo grotesco y el generoso arrebato, dio una nueva dimensi¨®n literaria a la existencia, mucho m¨¢s parca y desprovista de sorpresas, de aquel gasc¨®n que no lo fue en vida, ni tuvo la exagerada nariz que Rostand le impuso, y que seguramente mat¨® a muchos menos de los que su arrollador orgullo nos muestra en la obra.Buen favor le hizo Rostand: convertido en Figura inmortal del repertorio franc¨¦s, Cyrano pervive gracias a una pirotecnia teatral que, forzoso es reconocerlo, resiste los ripios y la grandilocuencia de una rima que no siempre discurre por los mismos derroteros de la inspiraci¨®n acertada. Pero, y ah¨ª est¨¢ su m¨¦rito, la imaginaci¨®n teatral del autor ha logrado preservar para las nuevas generaciones el artilugio; y as¨ª, el Cyrano, pieza que viene como anillo al dedo de todo actor que se precie -y mejor si tiene propensi¨®n a sobreactuar, porque el texto se lo pide a gritos-, ha sido revisado con cierta frecuencia por el cine, y no s¨®lo el franc¨¦s: en la mente de todos est¨¢ la brillante. composici¨®n de Jos¨¦ Ferrer en la versi¨®n de Michael Gordon -en prosa-, y menos la del imb¨¦cil de Steve Martin en ese horror contempor¨¢neo que responde, sutil ¨¦l, por Roxane.
Cyrano de Bergerac
Direcci¨®n: Jean-Paul Rappeneau. Gui¨®n: J. P. Rappeneau y Jean-Claude Carri¨¨re, segun la obra de Edmond Rostand. M¨²sica: Jean-Claude Petit. Fotograf¨ªa: Pierre Lhomme. Decorados: Ezio Frigerio. Producci¨®n: Ren¨¦ Cleitman y Michel Seydoux, Francia, 1990. Int¨¦rpretes: G¨¦rard Depardieu, Anne Brochet, Vincent P¨¦rez, Jacques Weber, Roland Bertin, Philippe Morier-Genoud, Pierre Maguelon. Estreno en Madrid, cines Cid Campeador y Alphaville (V. O).
Premios
La versi¨®n que ahora nos llega envuelta en nominaciones y reconocimientos -cinco para los Oscar, nada menos que 13 para los C¨¦sar, equivalentes galos de aqu¨¦l, m¨¢s alg¨²n Globo de Oro y una Palma de Oro a Depardieu en Cannes 90- lo hace de la mano de un cineasta cuya carrera anterior no lo hac¨ªa competente para fabricar un producto as¨ª: Jean-Paul Rappeneati es un director del mont¨®n, que suele moverse a gusto en la farsa -Los casados del a?o Il es un buen ejemplo- y de quien hemos perdido aqu¨ª la pista hace a?os. Pues bien, con una compleja maquinaria de producci¨®n detr¨¢s, y con la confianza puesta en las virtudes y la contemporaneidad del personaje-tambi¨¦n por ella apost¨® Flotats hace no mucho, y bien que le sali¨®-, construye la m¨¢s bella e inspirada de las versiones que el cine ha dado de las vicisitudes del inmortal gasc¨®n.Con un ritmo vertiginoso, arrollador, legitimado a veces por la presencia en el encuadre de arrobados espectadores que parecen ocupar nuestro lugar en la ficci¨®n -el ni?o que contempla, arrobado, las haza?as teatrales del lenguiaraz espadach¨ªn; su prima, que lo observa en la virtuosa primera secuencia-, Rappeneau recorta el texto, rueda all¨ª donde le viene bien -incluso en escenarios h¨²ngaros-, basa gran parte del atractivo del filme en una fiel reconstrucci¨®n hist¨®rica, para terminar componiendo un filme que alterna la fuerza de los exteriores -secuencias bulliciosas, espectaculares- con el tono intimista de los momentos de amor, en los cuales pareciera como si el ritmo entero del Filme se detuviera, tomara un respiro. Pero Cyrano no ser¨ªa tal sin un gran actor, est¨¢ dicho desde el principio. Y si Belmondo ha compuesto uno primoroso en la escena francesa reciente, Depardieu le responde d esde el fillme con una de esas soberbias, impresionantes caracterizaciones que tal vez s¨®lo una gran tradici¨®n teatral puede dar. En su boca, el verso llega casi a romperse en pura naturalidad, o elevarse -antol¨®gica secuencia final- hasta bordear casi el genio. Sus cambios de humor, su arrebatada grandilocuencia hacen de ¨¦l el perfecto candidato a todos los premios. En sus manos, Rappeneau ha puesto todo el peso de un filme. El ha respondido con un trabajo que es, sencillamente, perfecto.
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