Por un beso
Las colas para visitar el viernes al Cristo de Medinaceli comenzaron 48 horas antes
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Mi¨¦rcoles por la tarde. En el bar que est¨¢ frente a la iglesia del Cristo de Medinaceli, los fieles comienzan a pedir la vez. El jueves por la noche ya hay una cola que llega hasta el paseo del Prado. El viernes a la una se espera la llegada de los Reyes para besar el santo. La iglesia est¨¢ resguardada por 100 esclavos ataviados con escapularios de cinta azul que distribuyen como guardias de tr¨¢fico las colas de fieles que pugnan por entrar en el templo. Miles y miles de fieles, y mujeres, muchas mujeres, que se bajaban de autobuses con matr¨ªcula de Ja¨¦n, Toledo y Ciudad Real.
De repente, en cuatro calles ale da?as se corta el tr¨¢fico. Lo agentes del Cuerpo Nacional de Polic¨ªas que desembarcan de ocho furgones a duras penas pueden contener a la gente que quiere ver a don Juan Carlos y a do?a Sof¨ªa. Un se?or de 30 a?os le comenta a su amigo "Macho, se me ha colgado tu madre del brazo y la he tenido que llevar al autob¨²s. Me la encontr¨¦ aqu¨ª a las diez de la ma?ana en primera fila, muerta de fr¨ªo, y me dice que esperaba al Rey. As¨ª que le dije que el Rey no ven¨ªa hasta la una y media y la llev¨¦ a la parada".
"Asqueroso y piojoso"
En las cuatro puertas de entrada, los fieles, en su mayor¨ªa mujeres, discuten. Los m¨¢s listillos intentan entrar por las puertas de salida, pero all¨ª se encuentran con la muralla de los esclavos. Una se?ora se dirige al esclavo de la salida de la calle de Cervantes:-Mire, traigo invitaci¨®n a la misa y voy a entrar.
-A m¨ª me han dicho que no entre nadie por aqu¨ª, y usted no entra -le contesta el feligr¨¦s, que porta un insignia en la chaqueta con un yugo y cinco flechas.
-Pues s¨ª que entro.
-Pues no entra.
-Ya ver¨¢ como s¨ª.
-Ya ver¨¢ como no.
Al final no entra. A los cinco minutos, un cincuent¨®n se acerca al mismo esclavo.
-Mire, quer¨ªa hablar...
-Pues hable en la acera y no se me suba al umbral.
-Venga ya, hombreee..., t¨ªo asqueroso, piojoso -dice mientras se aleja impetuoso.
Dentro, los Reyes pasan entre saludos y aplausos para besar al Cristo. Una vez cumplido el rito se marchan estrechando de nuevo las manos de los fieles, mientras que del ¨®rgano salen las notas del himno nacional. "Qu¨¦ majo es el Rey", comenta una joven, "alarga la mano todo lo que puede, la alarga mucho". Al salir los Reyes se oye la voz del p¨¢rroco. "Continuaremos con la celebraci¨®n de la eucarist¨ªa si somos capaces de guardar silencio". A los diez segundos: "A la gente que est¨¢ al fondo de la iglesia yo les rogar¨ªa un poco de silencio". Pero el fondo se empe?a en despedir al Rey.
A los peatones que pasan por la zona s¨®lo se les ocurre preguntar por qu¨¦ viene tanta gente a ver al Cristo. Seg¨²n un monje de la iglesia, la gente viene a agradecer, "sobre todo a dar gracias". En la iglesia, sin embargo, se comenta que si se piden tres deseos, el Cristo concede uno.
En mitad de la calle de Cervantes, los esclavos cortan la cola intermitentemente, justo donde la tienda de im¨¢genes. Por 50 pesetas se puede comprar una medalla, y por 8.000 un cuadro, pero los objetos de m¨¢s ¨¦xito son los llaveros, a 150 pesetas. El padre ?ngel Garcia, a cargo de la tienda asegura que cada vez la gente quiere las im¨¢genes m¨¢s grandes.
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