Huida sin escapatoria
Implacable ataque a¨¦reo de la coalici¨®n a los iraqu¨ªes en retirada al final de la guerra
ENVIADO ESPECIAL, Lo sepultaron con el casco puesto. En ¨¦l llevaba las fotos de sus tres hijos esper¨¢ndole en Bagdad. Era uno de los soldados iraqu¨ªes que perdieron la vida cuando acababan los combates de la guerra del golfo P¨¦rsico, durante un combate tan f¨¢cil e inclemente que convirti¨® en chatarra una columna de m¨¢s de 1.000 veh¨ªculos militares y civiles, y en cad¨¢veres a una parte de sus ocupantes. Aquel padre de familia muri¨® en el episodio m¨¢s sangriento, m¨¢s dram¨¢tico y menos explicado de una contienda que registr¨® muchos ata¨²des sin esquela publicitaria.
Ocurri¨® el martes 26 de febrero, cuando el Ej¨¦rcito multinacional estaba a las puertas de la Ciudad de Kuwait y las tropas de Sadam Husein hab¨ªan recibido la orden de replegarse. Los helic¨®pteros Apache y Cobra cayeron sobre la caravana vomitando fuego, misiles y metralla por todos sus tubos y ca?ones. Los cazas ametrallaron los veh¨ªculos desde todos los ¨¢ngulos, a placer, con la resistencia de un mono de feria.No hay cifras oficiales sobre cu¨¢ntas personas murieron en aquel infierno sin purgatorio a 30 kil¨®metros del centro de la capital. "Yo vi una hilera con 45 cuerpos dos d¨ªas despu¨¦s", dice un periodista norteamericano. "Yo m¨¢s de 15", comenta otro. M¨¢s de 48 horas despu¨¦s de que el convoy hubiera sido machacado, y la mayor parte de los cad¨¢veres retirados, todav¨ªa eran visibles restos humanos, piernas, brazos, entre los hierros retorcidos y varios cuerpos atrapados en las cabinas que se empotraron en los cr¨¢teres producidos por las bombas. No hubo muchos socavones, y los disparos fueron certeros. Se habla hasta de 3.000 muertos.
El mando del Ej¨¦rcito de Sadam Husein en la Ciudad de Kuwait recibi¨® el t¨¦lex con la orden de repliegue cuando la derrota militar de Irak era casi total y la toma de la capital del emirato, cuesti¨®n de horas. Comenz¨® entonces la apresurada y definitiva mudanza. Se formaron concentraciones de camiones cisterna, ambulancias, furgonetas, veh¨ªculos de transporte de tropas, autobuses de pasajeros, motocicletas con sidecar, remolques con piezas de artiller¨ªa y escolta de carros de combate.
Todos los veh¨ªculos movilizados por Bagdad para la ocupaci¨®n y control de la Ciudad de Kuwait formaron en dos columnas en la autopista que lleva a Jhara y esperaron el momento de la partida.
Rumbo a Basora
La caravana motorizada puso rumbo a Irak mientras la 82? Divisi¨®n Aerotransportada de EE UU, la Legi¨®n Francesa y fuerzas brit¨¢nicas, con cobertura a¨¦rea, tomaron posiciones en las afueras de la ciudad. La direcci¨®n de la Operaci¨®n Tormenta del Desierto conoc¨ªa que los iraqu¨ªes apenas se bat¨ªan en su retirada y se rend¨ªan por batallones, y el general Norman Schwarzpopf sab¨ªa que el convoy en fuga dispon¨ªa de pocas defensas antia¨¦reas.Se tom¨®, sin embargo, la decisi¨®n de destruir una caravana, que intentaba desesperadamente escapar hacia Basora, a unos 100 kil¨®metros de distancia. No hubo informaci¨®n precisa sobre las fuerzas que participaron en el ataque al convoy ni hay confirmaci¨®n oficial sobre la existencia de comandos estadounidenses apostados en los flancos de la ruta y abriendo fuego con armas anticarro.
Una detenida inspecci¨®n del kil¨®metro y medio de veh¨ªculos destrozados o calcinados por el fuego permite llegar a la conclusi¨®n de que la escolta armada. de la columna poco pudo hacer ante un ataque que fundamentalmente fue a¨¦reo. Cundi¨® el p¨¢nico. Los camiones aparecen empotrados unos contra otros, los, carros de combate, medio centenar, subieron encima de las furgonetas o rompieron las cadenas y los autobuses de pasajeros ense?aban las cuatro ruedas, volcados, espanzurrados. Los destrozos fueron enormes en las carrocer¨ªas, y la metralla convirti¨® los fuselajes en coladores. Las bombas tuvieron un efecto multiplicador al alcanzar los camiones cisterna que explosionaron provocando una lluvia de fuego y combustible que abras¨® a los veh¨ªculos de su per¨ªmetro. Los conductores intentaron vanamente desviarse de las balas y los proyectiles, y muchos de ellos apenas pudieron huir unos metros y murieron con los autom¨®viles desperdigados en la zona.
No hab¨ªa espacio f¨ªsico para la huida. La caravana avanzaba lentamente, y los veh¨ªculos, cuando comenz¨® la tormenta de bombas, se cortaban el paso en su alocada huida. Chocaban entre ellos y volcaban o quedaban calcinados al entrar en un horno alimentado por el combustible de las cisternas y las explosiones. Todo revent¨®: los contenedores, las maletas, los cuerpos. Sobre el asfalto ennegrecido por la grasa, junto a las ametralladoras y las granadas sin estallar, cerca de los veh¨ªculos y los soldados moribundos, quedaron las pertenencias personales y el ¨²ltimo bot¨ªn. Todo qued¨® rodando por las arenas que marcaban las lindes del drama: zapatos, casetes, calculadoras, zapatillas, mu?ecas, fotograf¨ªas de familia, tomavistas, m¨¢scaras antig¨¢s, pijamas; todo el ropero, la despensa y los aperos de guerra de una parte del Ej¨¦rcito que fue aniquilado en su retirada.
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