Las dudas de Europa
EN PAR?S, el ministro de Exteriores, Roland Dumas, puso el dedo en la llaga: "Europa carece de atribuciones en el campo de la pol¨ªtica internacional y es incapaz de defenderse por s¨ª sola. Gracias al Golfo, nos enfrentamos a la realidad. ?Qu¨¦ queremos hacer de Europa?". Una pregunta dif¨ªcil de responder, pero en la que no resulta complejo analizar los pasos previos que conducen a su formulaci¨®n. Los ¨¢mbitos de ayudas internacionales a los pa¨ªses menos desarrollados, el de la propia pol¨ªtica com¨²n defensiva y el ritmo de la integraci¨®n econ¨®mica y monetaria delimitan claramente las dificultades por las que atraviesa el concepto de una Europa unida.En el plano de la ayuda internacional -sin duda, pieza importante para construir un perfil influyente en el mundo- basta se?alar el comportamiento comunitario en la reuni¨®n finalizada ayer en Managua, San Jos¨¦ VII, y en la que los ministros de Exteriores de la CE dejaron claro su inter¨¦s por las buenas palabras, la concesi¨®n de unos cr¨¦ditos m¨ªnimos y el alejamiento de lo que los propios pa¨ªses centroamericanos anhelan: la creaci¨®n de un tratado a semejanza del de Lom¨¦, con el que se benefici¨® el ?frica franc¨®fona ' . Es una actitud coherente con el tradicional ego¨ªsmo comunitario y muy distante de lo que se entiende por ayudas al desarrollo econ¨®mico de una zona necesitada del mismo. Es la fortaleza Europa.
La guerra del Golfo, por su parte, ha puesto de relieve la incapacidad, cuando no impotencia, de desarrollar una pol¨ªtica com¨²n defensiva. En la actitud de los pa¨ªses miembros de la Comunidad surgieron tres posiciones que, naturalmente, presuponen tres ideas distintas sobre el problema: la del Reino Unido, que no s¨®lo apoy¨® sin ambages a Estados Unidos en la contienda, sino que no concibe una pol¨ªtica de seguridad com¨²n desligada de su conexi¨®n atl¨¢ntica; la de Francia, que vio en la guerra la posibilidad de desarrollar un sistema militar propio; y, por ¨²ltimo, la de quienes tuvieron serias dudas sobre el objetivo de su propia intervenci¨®n, o la de Europa, en la guerra. Fue Jacques Delors, presidente de la Comisi¨®n de la Comunidad, quien apunt¨® recientemente en Londres que si la CE quiere participar con alguna influencia en los asuntos mundiales debe montar su propio ej¨¦rcito multinacional antes de 1995. Una v¨ªa pragm¨¢tica para la consolidaci¨®n de una pol¨ªtica com¨²n de defensa. El canciller Kohl, por su parte, manifest¨® en Bonn' la intenci¨®n de Alemania de participar en una posible estructura militar europea, sin que por ello se hiciera a costa de la OTAN.
En el plano econ¨®mico y monetario resulta significativo que, mientras mantiene su vigencia la meta de instaurar un mercado ¨²nico para el 1 de enero de 1993, los importantes pasos previstos en las fases siguientes de la citada uni¨®n econ¨®mico-monetaria -el banco central europeo y la moneda ¨²nica como s¨ªmbolo de la homogeneidad econ¨®mica continental- se retrasan a medida que surgen nuevas dificultades. Ritmos de desarrollo e integraci¨®n distintos, reticencias brit¨¢nicas o alemanas a la homogenizaci¨®n, cambios formales en John Major... Todo permite indicar que la Comunidad tiende a la consolidaci¨®n de un importante mercado de consumo antes que a la consecuci¨®n de unos ideales pol¨ªticos.
Son actitudes que conforman una idea de Europa poco propicia para el impulso definitivo que requiere, la concreci¨®n definitiva y originaria de la unidad pol¨ªtica, defensiva y econ¨®mica. Quiz¨¢ de ah¨ª la conveniencia de celebrar un Consejo Europeo extraordinario, solicitado por Francia y convocado por su presidente actual, el primer ministro luxemburgu¨¦s. Tantas dudas exigen una reuni¨®n al m¨¢s alto nivel.
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