Aut¨¦ntica libertad
En los Estados Unidos de los a?os sesenta una buena parte de los ide¨®logos del free jazz arremetieron contra le, establecido mientras otros, los menos, se tomaron en serio la iniciativa y comenzaron a investigar con rigor. Al poco tiempo, todos acabaron autoexiliados en Europa, una vez convencidos de la casi nula repercusi¨®n social del invento, pero, mientras los primeros cayeron pronto en el olvido, los segundos consiguieron mantener alguna popularidad y toda su dignidad reculando hacia una est¨¦tica m¨¢s convencional o haciendo valer sus hallazgos.Sam Rivers est¨¢ entre, estos ¨²ltimos, y aprovecha sus largos a?os de militancia con las formas libres del jazz para tom¨¢rselas incluso en sentido m¨¢s amplio y no renunciar, si viene al caso, a risue?as melod¨ªas expuestas con sonido y fraseo ortodoxos.
Sam Rivers Trio
Sam Rivers (saxos tenor soprano, flauta y plano), Rael Wesley Grant (bajo el¨¦ctrico de seis cuerdas) y Steven MeCraven (bater¨ªa).Caf¨¦ Central. Madrid. Suplemento actuaci¨®n: 1.400 y 1.600 pesetas. Del 25 al 31 de marzo.
La semana de conciertos que protagoniza Rivers en el Caf¨¦ Central se asemeja mucho a distendidos ensayos en alg¨²n loft neoyorquino. Por variedad no queda, y, aunque es cierto que interpreta exclusivamente composiciones propias, les da forma amold¨¢ndose perfectamente a las caracter¨ªsticas t¨ªmbricas de cada instrumento.
El saxo tenor le proporciona la paleta m¨¢s amplia, y pinta con ella desde lindas piezas como Beatrice hasta furibundos pasajes llenos de energ¨ªa. Con el soprano retoza sobre ritmos cuadrados, y con la flauta se desenvuelve con gracia sobre ritmillos que recuerdan al Herbie Mann m¨¢s popular. Al plano rinde tributo a Cecil Taylor, aunque sin amenazar la t¨¦cnica ni la concentraci¨®n de ¨¦ste.
No obstante, todo resultar¨ªa mejor si no hubiera tra¨ªdo a Rael Wesley Grant, un bajista que, en los largos interludios que protagoniza, construye aut¨¦nticos monumentos a la insustancialidad basados en ejercicios funkie de preescolar y alocadas carreras por el m¨¢stil en busca de la nada que incitan a disimular dando sorbos a la copa. Ni eso dejan hacer los ca?onazos del contundente Steveb McCraven, un baterista que seguramente habr¨¢ deslumbrado en sus buenos tiempos a m¨¢s de un esnobista parisiense.
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