Carrera sindical
A LA batalla de los preavisos, desencadenada en v¨ªsperas de las elecciones sindicales, ha sucedido tras su celebraci¨®n la del recuento de actas electorales. Han pasado casi cuatro meses desde que concluyeron los comicios y todav¨ªa no se conocen los resultados oficiales. S¨®lo se sabe que UGT fue la central que m¨¢s delegados registr¨® en las delegaciones de Trabajo y que CC OO niega esa ventaja, atribuy¨¦ndola a actuaciones irregulares en las peque?as empresas. En suma, los dos grandes sindicatos se hallan enzarzados en una ¨¢spera batalla por el primer puesto con la impugnaci¨®n masiva de actas ante la Inspecci¨®n de Trabajo y los juzgados de lo social. Se repite, pues, el escenario de 1986, cuando se tard¨® seis meses en proclamar los resultados definitivos. El desarrollo de las elecciones ha sido un calco de las anteriores: las mismas acusaciones y el mismo relativo desinter¨¦s del conjunto de los trabajadores por la pugna electoral. Una actitud que est¨¢ relacionada con la escasa afillaci¨®n sindical, que en Espa?a se sit¨²a en un 11%, frente al 82%, de Dinamarca, el 45% de Italia y del Reino Unido o el 16% de Francia. La principal diferencia entre estas elecciones y las anteriores estriba en la llamada batalla de los preavisos. Comisiones Obreras se adelant¨® esta vez a UGT en la presentaci¨®n de un preaviso generalizado de elecciones en 200.000 peque?as empresas. Esa actuaci¨®n estuvo a punto de dar al traste con la unidad de acci¨®n dificultosamente puesta en pie por las dos centrales mayoritarias. La herida abierta con este motivo, apenas resta?ada, amenaza con profundizarse a¨²n m¨¢s con la refriega desencadenada por el recuento electoral. Todo ello configura un panorama desalentador que bien merecer¨ªa una reflexi¨®n por parte de los m¨¢ximos responsables de los dos grandes sindicatos con vistas a la celebraci¨®n del Primero de Mayo.
El recuento de las votaciones, mientras tanto, permanece bloqueado en provincias decisivas como Madrid, Barcelona, Valencia y las principales capitales andaluzas, debido a la impugnaci¨®n de miles de actas por parte de alguno de los sindicatos en liza. Las actas se amontonan en las inspecciones de Trabajo y en los juzgados de lo social. Y mientras las comisiones provinciales no terminen su tarea, la comisi¨®n nacional no podr¨¢ proclamar los datos oficiales.
La elaboraci¨®n de una nueva normativa no es suficiente para acabar con esta escandalosa situaci¨®n, impropia de toda confrontaci¨®n electoral, sindical o no. Cualquier reforma ser¨¢ ineficaz si alguna de las partes se empe?a en buscar la trampa de la ley para lograr la primogenitura. Es ¨¦sta una aspiraci¨®n leg¨ªtima, pero no implica ninguna ventaja estrictamente sindical, y desde luego no justifica el bloqueo de los resultados electorales durante meses. Desde las primeras elecciones democr¨¢ticas qued¨® claro que los dos sindicatos mayoritarios son UGT y CC OO a nivel general, y ELA-STV en el Pa¨ªs Vasco. Desde entonces no se ha producido ning¨²n cambio significativo en el mapa, ni grandes vuelcos en las medianas y grandes empresas.
La pugna y las sospechas de falta de democracia encuentran su campo abonado en las pequenas empresas. Para que el proceso electoral se desarrolle con todas las garant¨ªas es preciso que la Administraci¨®n disponga de un censo actualizado y completo de las empresas y de sus plantillas respectivas. S¨®lo as¨ª ser¨¢ posible convocar elecciones en centros de trabajo reales y posteriormente comprobar si los delegados elegidos pertenecen a esa empresa concreta y si el n¨²mero de representantes se corresponde con la plantilla.
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