Un modelo a revisar
El autor estima que el modelo de relaciones entre el partido y el Gobierno viene siendo sustancialmente el mismo desde 1982, a?o de la llegada del PSOE al poder, y que es preciso que cambie, que se haga m¨¢s abierto y plural.
El nombramiento por Felipe Gonz¨¢lez del ¨²ltimo Gobierno socialista ha levantado recelos en el seno de un sector del PSOE, el que se proclama identificado con el vicesecretario general, Alfonso Guerra, recelos que no han quedado superados con las palabras de ¨¦ste, por otra parte compartidas por todos, del apoyo del partido al Gobierno. Dicho sector no se siente suficientemente representado en el Ejecutivo, que consideran que por su composici¨®n supone un triunfo del ala m¨¢s liberal del partido, es decir, en su propia expresi¨®n, de los que perdieron el 32? congreso frente a los que lo ganaron.En el ¨²ltimo comit¨¦ federal, una parte importante de los miembros que en ¨¦l intervinieron lo hizo para reclamar un mayor papel del partido en el desarrollo del proyecto socialista, una mayor capacidad de exponer posiciones que fueran m¨¢s all¨¢ de las del Gobierno, tambi¨¦n de incidir en las decisiones de ¨¦ste. La causa del distanciamiento actual estar¨ªa, para este sector, en la salida del Ejecutivo de Alfonso Guerra. Su presencia anterior era garant¨ªa de coordinaci¨®n, dicen, y su ausencia, s¨ªntoma de distanciamiento, al no ser suficientemente compensada con la presencia de otros componentes de la misma posici¨®n.
Tal reivindicaci¨®n surge, sin embargo, de un pie quebrado, cual es el actual modelo de relaciones partido-Gobierno, modelo que viene funcionando desde 1982 y que el propio Felipe Gonz¨¢lez volvi¨® a definir con claridad en el discurso de clausura del ¨²ltimo congreso, cuando reclam¨® de la direcci¨®n del partido autonom¨ªa en su gesti¨®n al frente del Gobierno, porque no se trata, dijo, del Gobierno del partido, sino del Gobierno de Espa?a. En mi opini¨®n, aqu¨ª radica el meollo del problema, pues si el Ejecutivo es aut¨®nomo respecto del partido y, por el contrario, ¨¦ste ha de apoyar a aqu¨¦l, la consecuencia es la dependencia del partido respecto del Gobierno, el papel residual y seguidista, y de maquinaria electoral, que le queda a aqu¨¦l.
Y, por otra parte, ya sabemos lo gen¨¦rico y difuso que es en muchos aspectos el programa electoral, y la dificultad de controlarlo. Am¨¦n de que, en cuestiones tan sustanciales como la desvinculaci¨®n de Espa?a de la OTAN, la comisi¨®n ejecutiva se enter¨® por telegrama de que el Gobierno ?y el partido! daban un giro copernicano y nos qued¨¢bamos dentro de la Alianza.
Mayor¨ªa homog¨¦nea
Este modelo ha sido apoyado a lo largo de estos a?os por el sector que ahora protesta, que, sin embargo, aplaudi¨® fren¨¦ticamente cuando Felipe Gonz¨¢lez lo defendi¨® en el congreso. Bien es verdad que todav¨ªa entonces era Alfonso Guerra vicepresidente del Gobierno. Y est¨¢ l¨®gicamente vinculado con el propio modelo de partido, un modelo jerarquizado en exceso, basado en una mayor¨ªa fuertemente homog¨¦nea, al menos, por lo que ahora se ve, en apariencia, en el que el criterio de la comisi¨®n ejecutiva y del partido se ha vinculado al de Felipe Gonz¨¢lez, con marginaci¨®n, cuando no exclusi¨®n, de las disidencias y de las minor¨ªas.
Es evidente que el sector guerrista es ahora v¨ªctima del propio modelo que se dio y defendi¨® frente a los sectores m¨¢s cr¨ªticos. Si a Felipe Gonz¨¢lez se atribuye todo el poder interno, y se le reconoce autonom¨ªa para gobernar, y ¨¦ste forma un Gobierno "m¨¢s homog¨¦neo" (Boyer dixit), es decir, m¨¢s homog¨¦neamente liberal-progresista, frente a lo que pudiera ser la sensibilidad mayoritaria en el partido, la responsabilidad la tienen los que forjaron tal modelo de organizar el pluralismo intrapartidario y de relaciones partido-Gobierno, lo apoyaron y lo justificaron. Lo que, por cierto, no se da en otros partidos socialistas, ni siquiera en el franc¨¦s, donde, en efecto, nunca se le ocurrir¨ªa a Mitterrand constituir un Gobierno que no tuviera en cuenta el equilibrio de fuerzas de su propia organizaci¨®n, incluidas las minor¨ªas, ni se le ocurri¨® a Willy Brandt cuando fue canciller, ni lo ha podido hacer el todopoderoso Craxi o, en el contexto de otros partidos, el mismo Andreotti, cuando dirigen o participan en Gobiernos de coalici¨®n, en los que est¨¢n presentes las diversas corrientes o sensibilidades de sus propias organizaciones.
Curiosamente, aquel modelo tampoco se aplica en el PSOE a otros niveles institucionales. Tan representante del pueblo en su ¨¢mbito territorial, elegido tras sufragio universal, es el presidente del Gobierno como lo es el de cualquier comunidad aut¨®noma o municipio, por ejemplo, el alcalde de San Sebasti¨¢n de los Reyes, pero a ¨¦ste se le sanciona por cambiar a los tenientes de alcalde y a los concejales delegados de ¨¢rea al margen del partido, cuando es tambi¨¦n su competencia y responsabilidad legal, control que es implanteable al presidente del Gobierno.
Y, probablemente, el sector guerrista es tambi¨¦n v¨ªctima de la actitud que adopt¨® en el 32? congreso al configurar la actual comisi¨®n ejecutiva. La voluntad de excluir a otros sectores, la forma casi patrimonial de entender el partido como algo propio, y a su direcci¨®n no como una resultante integradora, el intento que alguno ha llamado de "ganar por 10 a 0" a las otras corrientes y sensibilidades, han tra¨ªdo para ellos estos Iodos: un nuevo sistema de equilibrio, sin duda rechazable, para unos el partido, para otros el Gobierno.
Cambio de sistema
Parece, pues, necesario que el sistema cambie. Algunos compa?eros hemos venido defendiendo desde hace tiempo en el seno del partido un modelo diferente, m¨¢s abierto y plural en el funcionamiento interno, en la definici¨®n de sus posiciones y en la integraci¨®n de las corrientes y sensibilidades que lo configuran, y con una distinta definici¨®n de las relaciones entre el partido y el Gobierno. La dependencia fundamental debe ser de ¨¦ste respecto de aqu¨¦l, y no al contrario. Porque los ciudadanos eligen las listas del partido socialista para que los gobierne, y no a un sector de ¨¦ste, y es el partido el que ha de volver a presentarse a las elecciones para ser refrendado o no en su gesti¨®n. Y no se trata de olvidar el papel de los l¨ªderes en la formaci¨®n de la opini¨®n en una sociedad como la espa?ola, pero conviene recordar que estamos en una democracia de partidos, que concurren a la formaci¨®n y expresi¨®n de la voluntad popular y son instrumento fundamental de la participaci¨®n pol¨ªtica. Y que son los partidos los que normalmente crean y potencian a sus l¨ªderes. Ello significa que el partido no puede ni debe renunciar a tener voz propia all¨ª donde no pueda o deba llegar el Gobierno, sobre todo en la perspectiva, voz estrat¨¦gica.
Pero adem¨¢s una tal relaci¨®n del Gobierno con el partido debe manifestarse tambi¨¦n tanto en la composici¨®n de aqu¨¦l, que ha de expresar los equilibrios internos del partido, como en sus l¨ªneas pol¨ªticas b¨¢sicas. Lo que ocurri¨® con el tema de la OTAN es inconcebible en un partido democr¨¢tico. Y no olvidemos que en la actual legislatura se han mostrado ya vanos campos en los que las divergencias entre resoluciones congresuales y posiciones de miembros del Gobierno empiezan a mostrarse, por ejemplo, en la distinta opini¨®n acerca de si la energ¨ªa nuclear es una energ¨ªa en transici¨®n en nuestro pa¨ªs, o debe potenciarse, o en el avance en la democracia econ¨®mica mediante la creaci¨®n de fondos de inversi¨®n derivados de excedentes en los beneficios empresariales y gestionados por los sindicatos. El tiempo dir¨¢ si en ¨¦stos u otros temas el Gobierno mantiene su autonom¨ªa, o si el partido es capaz de imponer sus propios criterios pol¨ªticos.
En definitiva, el Gobierno debe ejecutar la pol¨ªtica del partido, y ¨¦ste debe apoyar lealmente a aqu¨¦l. Por ello hoy se plantean dos riesgos que es necesario salvar: el riesgo de que un sector del partido, mayoritario en la comisi¨®n ejecutiva, tienda a la bunkerizaci¨®n, a cerrarse como aparato en lugar de abrirse como direcci¨®n al pluralismo interno, y el riesgo, denunciado ahora por Alfonso Guerra y otrora por otros entonces denostados, de derechizaci¨®n del Gobierno, de que ¨¦ste no act¨²e como expresi¨®n de la voluntad colectiva del partido socialista, que no sea reformista en el sentido m¨¢s profundo de transformar la sociedad, para convertirse en un buen gestor, quiz¨¢ el mejor, de un sistema econ¨®mico y social en el que los intereses predominantes se encuentran a cubierto.
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