Los cuadernos del maestro
Hallados siete manuscritos desconocidos del joven Manuel Bartolom¨¦ Coss¨ªo
Coss¨ªo (1858-1935), ciudadano de honor de la Rep¨²blica, fue el ejemplo mismo de un tiempo que se lleg¨® a conocer como la Rep¨²blica de los maestros. En la ¨¦poca de redacci¨®n de estos cuadernos, a finales del siglo pasado, se revela como un joven ansioso de regresar a su pa¨ªs para contribuir a su regeneraci¨®n desde dentro, una preocupaci¨®n propia de sus contempor¨¢neos -el problema de Espa?a-, y en sus comientarios se desprende el ideario que caracteriz¨® a la ¨ªnstituci¨®n: antiintelectual¨ªsmo e inclinaci¨®n por el enfoque pr¨¢ctico de los problemas de todo tipo, junto a un gusto por la metaf¨ªsica y la especulad¨®n. Se revela tambi¨¦n una moral ciudadana extremadamente exigente, a la vez que algo pacata, vista desde hoy, en lo cotidiano.
"Todo se complica, las m¨¢s peque?as cosas desconciertan o ayudan a desconcertar el ¨¢nimo. No tener dinero: ya no tengo camisas.? Me da verguenza llevar la ropa que llevo. Los criados van mejor", escribe Coss¨ªo el 6 mayo de 1880. en una nota no muy caracter¨ªstica pero reveladora del tipo de dificultades que le agobian comno estudiante en Italia, que nunca ser¨¢n de tipo intelectual. M¨¢s adelante se queja de que el hecho de haber crecido y que el calor haya aumentado le impide ir de frac, pues no puede cubrir ¨¦ste con un gab¨¢n de invierno. Le preocupa la perspectiva de pedir dinero: "Debo yo pedir, cuando no s¨¦ trabajar para ganar.?".Los diarios del joven Coss¨ªo incluyen al comienzo anotaciones mundanas: "Anoche, en casa de la Principessa Simoneti. Adem¨¢s de nosotros, no pasaban de cuatro muchachos. Otras cuatro muchachas, las mismas de siempre, y las dem¨¢s, viejas, ?que se pasaron la noche jugando al media tose (parecido al tresillo). No parec¨ªa aquello una reuni¨®n, sino una casa de juego. La conversaci¨®n entre las muchachas y yo ( ... ) no pod¨ªa ser muy animada, y me parec¨ªan insulsas, tanto si no m¨¢s que la generalidad de mis corripatriotas. No responden a ning¨²n registro. Entre parrafada aqu¨ª y all¨¢, un rato en el fumoir y tomar el t¨¦ o el helado se pasa pronto hora y media, pero se pasa aburrida, como quien no est¨¢ en su centro. Y doy gracias a Dios por haber empezado a sentir en mi alma ecuaci¨®n entre el placer y el bien moral".
Y el 8 de mayo: "Hemos comido en casa. del duque [de Montpensier]. :Pobre gente! ?Qu¨¦ espect¨¢culo m¨¢s triste! Estar condenados a tener gente a su lado que no habla m¨¢s que cuando ellos les preguntan..."La refinmada sensibililad del futuro historiador de arte, se revela en pequenos comentarios sobre la rutina art¨ªstica: "Anoche vi Cuore ed arte. Casi un plagio de Ariana Lecouvreur. Siempre la muerte de una t¨ªsica en escena. No es posible sentir esto ya". Comentario sobre ana representaci¨®n de Hamlet: " ... Para entrar en el teatro a o¨ªr el Hamlet se deber¨ªa exigir un examen. Ten¨ªa raz¨®n Carducci en decir que hay mucho vulgo, pero en esto no ten¨ªa novedad. La novedad ( ... ) estaba en la caracter¨ªstica que daba al vulgo. Y habla del vulgo de condes, marqueses y hasta de profesores".
Y el 5 de mayo de 1880: "Qu¨¦ raz¨®n tiene [ilegible], rio hay nada m¨¢s despreciable que los lugares comunes".
En varias ocasiones se revela como un moralista, al menos seg¨²n criterios de hoy. As¨ª, le invitan en Bolonia a la casa de los duques de Montpensier y ¨¦l se pregunta si debe ir. "Veamos. ?Los duques son gente mii1a con quien yo no debo cambiar mi saludo? ?Mucho menos aceritar un convite? Su vida de fami.lia no creo que es mala. Nadie habla de queridas. Por este lado, aqu¨ª ser¨ªa preciso no entrar en ninguna casa (despu¨¦s de todo, casi como en Madrid)..."Un ins¨®lito montep¨ªo para ayudar a arist¨®cratas y a millonarios arruinados, y que tiene por objeto ayudarles a mantener el rango con sustanciosas pensiones, le produce una genuina repulsi¨®n. "Comprendo el nihilismo", concluye. Igualmente motiva su rechazo la dejadez moral; es de deducir que en el terreno sexual de sus compa?eros italianos. En Espa?a, reflexiona, es lo mismo, salvo en los de aquella casa (la instituci¨®n).
Se deduce una f¨¦ en pocos y s¨®lidos valores. Por ejemplo, la coherencia. "La idea s¨®lo de enga?ar a los ni?os entre mi pensamiento y mi vida me estremece. Es imposible hacerse amar de otra manera. "
En los primeros cuadernillos alude de cuando en cuando a un ¨¦l que no nombra. Por ejemplo, alusi¨®n a un gran disgusto porque ¨¦l ha estado enfermo. Meses despu¨¦s, el 12 de mayo: "Nada de Madrid. Si ¨¦l supiera lo que me hace sufrir, me escribir¨ªa".
En alg¨²n rnomento se?ala que la costumbre de los cuadernillos ha sido sugerencia de ese innominado, y el 11 de diciembre anota: "C¨®mo me preocupa y decrece mi ¨¢nimo cuando falta carta de aquel hombre. Desde el 26, ni una palabra. ?Estar¨¢ disgustado? ?Por qu¨¦? ?Por la confesi¨®n que le hice? ?No deber¨ªa estar contento?"
En otro cuadernillo parece aclararse el enigma. Dice haber recibido carta de D. F. "?Cu¨¢ndo podr¨¦ ir a Roma? S¨®lo por que es un paso ir¨¢s para volver a mi casa. Mi casa es donde est¨¦ aquel hombre y aquellos ni?os". (. ..)
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