Cooperaci¨®n exterior
DURANTE M?S de ocho a?os, Luis Y¨¢?ez ha sido presidente de la Comisi¨®n Nacional del V Centenario y, adem¨¢s, secretario de Estado de Cooperaci¨®n Internacional y para Iberoam¨¦rica (Secipi, que hasta 1985 se denomin¨® Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana). Se trata de dos responsabilidades de bastante calado para una misma persona. La idea de asociar la presidencia de la Comisi¨®n Nacional del V Centenario con la alcald¨ªa de Sevilla parece acertada, aunque resulta bastante sospechoso que a Y¨¢?ez s¨®lo se le ocurriera plantearla cuando fue designado candidato a presidir el consistorio hispalense, y no antes. En cualquier caso, es muy posible que su doble competencia haya lastrado el sistema espa?ol de cooperaci¨®n para el desarrollo.No toda la culpa es suya, naturalmente. No lo fue que su entrada en el Ministerio de Exteriores fuera mal recibida corporativamente; tampoco que durante a?os fuera muy impreciso el contenido que se pretend¨ªa dar al V Centenario, ni tampoco que su condici¨®n de personaje esencialmente pol¨ªtico y desconocedor de los resortes de la Administraci¨®n del Estado encajara mal con los sectores financieros del Gobierno, que le reprocharon falta de rigor en el gasto y que a la larga le crearon dificultades para financiar programas de cooperaci¨®n internacional cuya utilidad era mal percibida.
La cooperaci¨®n para el desarrollo ha sido a menudo confundida en Espa?a con una especie de ayuda parroquial a los pobres y no como programa serio (le asistencia -por otra parte, no desinteresada, puesto que produce importantes beneficios a las empresas nacionales que participan de ¨¦l-. Alemania, Suecia, Italia o Francia llevaban 30 a?os refinando sus modelos de ayuda e invirtiendo cantidades ingentes de dinero en el Tercer Mundo cuando nuestro pa¨ªs se sum¨® a la campa?a. Aun as¨ª, la falta de apoyo gubernamental definitivo, la propia personalidad de Y¨¢?ez y la percepci¨®n s¨®lo a rega?adientes por el Ejecutivo -y no se diga el Legislativo- de que la cooperaci¨®n internacional es un instrumento pol¨ªtico y econ¨®mico de primer orden complicaron y retrasaron a¨²n m¨¢s las cosas. Es significativo que la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional, dependiente de la Secipi, no fuera creada hasta 1988.
Hoy, Espa?a, una de las 12 primeras econom¨ªas del mundo, no pertenece al Comit¨¦ de Ayuda al Desarrollo de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE) porque su contribuci¨®n no llega al 0,35% del PIB que, como media, aportan sus miembros. Pese a ello, desde 1982, el Gobierno ha mejorado sustancialmente su cuota: la media de contribuci¨®n para 1991 es de casi el 0,2% del PIB. Por otra parte, la Secretar¨ªa de Estado de Cooperaci¨®n Internacional ha tenido el m¨¦rito indudable de montar planes aut¨¦nticos de desarrollo y una organizaci¨®n sensata para gestionarlos, por lo que puede hoy hablar el mismo idioma t¨¦cnico, aunque no financiero, que Alemania, Italia o Suecia. Por esta raz¨®n, si el sistema de cooperaci¨®n de la Secipi sirve a los intereses del V Centenario, al menos hasta 1993, no debe ser perjudicado por ellos: terminada la efem¨¦ride, la cooperaci¨®n espa?ola al desarrollo debe mantenerse e impulsarse.
La personalidad del nuevo secretario de Estado, Inocencio Arias, facilitar¨¢ sin duda la mayor imbricaci¨®n del Ministerio de Asuntos Exteriores en el esfuerzo internacional de cooperaci¨®n al desarrollo y una mayor colaboraci¨®n de las embajadas. Y ayudar¨¢ a combatir las expl¨ªcitas tendencias de algunos sectores oficiales de convertir a Am¨¦rica Latina en una zona totalmente subsidiaria de los intereses espa?oles, centrando la acci¨®n exterior en la Europa de 1993. La eficacia en el empe?o y la claridad de los proyectos propiciar¨¢n la integraci¨®n de la cooperaci¨®n al desarrollo como una de las l¨ªneas maestras de la pol¨ªtica exterior espa?ola, con derecho, por ende, al esfuerzo financiero sin reservas del Gobierno. S¨®lo as¨ª se evitar¨¢ la ret¨®rica, tan familiar al pasado.
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