M¨²sica feliz
En los ajetreados veinte, una parte de la sociedad norteamericana empez¨® a autorrecetarse sonidos estimulantes que sal¨ªan de instrumentos tocados a coraz¨®n abierto. El jazz desempe?aba su papel terap¨¦utico mitigando el hedor de Nueva Orleans.El Jazz era, ante todo, una gran fiesta anirnada por m¨²sicos que no eran nadie si no ten¨ªan un extraordinario poder de comunicaci¨®n. Desgraciadamente, ya no quedan muchos supervivientes en condiciones de transmitir el esp¨ªritu de contagiosa vitalidad del jazz de aquella ¨¦poca, pero, por lo visto en el San Juan Evangelista, todav¨ªa es posible encontrar alguno muy representativo.
Clark Terry (1920), es maestro en bromear con la m¨²sica sin privarla de dignidad ni grandeza. Con ello consigue dejar en evidencia otras posturas, habituales en nuestros d¨ªas, que levantan barreras de hielo entre artistas y p¨²blico.
Clark Terry Quintet
Clark Terry, trompeta, fliscorno y voz. Red Holloway. saxos alto y tenor. Oliver Jones, plano. Marcus McLaurine, contrabajo. Al Harewood, bater¨ªa. Colegio mayor San Juan Evangelista. Madrid, 7 de abril. Aforo: 500 personas. Precio: 1.500 pesetas.
Para el o¨ªdo poco atento, la m¨²sica de Terry puede resultar un simple ejercicio de nostalgia, pero lo cierto es que es un delicioso compendio de lo m¨¢s valioso de cada uno de los avances de jazz. Buscarle parecidos a su inmaculado sonido est¨¢ condenado de antemano al fracaso, como tambi¨¦n est¨¢ injustificado el sambenito que le colg¨® un cr¨ªtico Leonard Feather, cuando dijo que su estilo derivaba del del trompetista Rex Stewart.
Sin dejar nada a medio camino, el fliscorno de Terry empez¨® a fondo explorando sabiamente las nerviosas l¨ªneas del be-bop, para zambullirse despu¨¦s con deleite en un repertorio tradicional m¨¢s mel¨®dico, con piezas tan entra?ables como You can depend on me, On the trail o Mac the Knive. A cada una le fue dando la dimensi¨®n y la atm¨®sfera adecuadas, contraponiendo su fraseo culto y refinado al robusto, aunque algo primitivo, del saxofonista Red Holloway. A la trompeta estuvo brillante y expuso con delicadeza un escalofriante Mood indigo, aunque el p¨²blico se desbord¨® con un p¨ªcaro I want a little girl.
El pianista Oliver Jones se mantuvo en segundo plano, mostrando s¨®lo ocasionalmente su buena escuela canadiense, y el contrabajista Marcus McLaurine cumpli¨®. El bater¨ªa Al Harewood contribuy¨® al feliz resultado y demostr¨® que para que el swing fluya con naturalidad basta con utilizar gestos f¨¢ciles y no complicadas contorsiones que ponen brazos y piernas al borde de la luxaci¨®n.
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