Nostalgia de raz¨®n universal
La larga historia de la transici¨®n de los Estados absolutistas a la democracia ha mostrado, a quienes hayan querido verlo, el efecto inevitablemente perverso de pretender conducir la pr¨¢ctica pol¨ªtica con argumentos de la raz¨®n total, situados m¨¢s all¨¢ del tiempo y fuera del espacio. Esa transici¨®n, repleta de dictaduras y totalitarismos, prueba abierta que m¨¢s vale un mal Parlamento elegido por sufragio universal que una buena dictadura del proletariado surgida de la voluntad de una vanguardia sujeto de la historia; que m¨¢s valen ciudadanos con la papeleta de voto en la mano que pueblos entusiastas dispuestos a encontrar el sentido de la historia y conquistarlo; que en pol¨ªtica vale m¨¢s hablar de realidades concretas, susceptibles de ser sometidas a la prueba de los hechos, que esgrimir el universalismo de la raz¨®n como gu¨ªa suprema y legitimaci¨®n ¨²ltima de la acci¨®n.Causa asombro, por tanto, la eclosi¨®n de lenguaje universalista producida recientemente entre nosotros para hablar de la guerra del Golfo, definida por algunos como ¨²ltimo eslab¨®n en la cadena de la lucha de los pueblos por su liberaci¨®n, ejemplo de resistencia del Sur pobre contra el Norte rico o enfrentamiento del mundo ¨¢rabe con Occidente. Los diversos contenidos de ese lenguaje nos han llegado mecidos en el alto prestigio de conceptos como conciencia cr¨ªtica, pueblo y paz ' viejas abstracciones que en tiempos no lejanos lograron movilizar a masas de poblaci¨®n y condujeron a naciones enteras al desastre. Sobre la conciencia cr¨ªtica se edificaron, una vez que el poder cay¨® en manos de sus portadores, las dictaduras del proletariado que han sumido a media Europa en la miseria; sobre el pueblo, invocado, corno ahora, por encima de unos Gobiernos pretendidamente democr¨¢ticos, se construy¨® el nazismo y el fascismo, otros dos hallazgos espec¨ªficamente europeos; sobre la abstracta reivindicaci¨®n de la paz, que suele ignorar la simple observaci¨®nde Maquiavelo de que no es igual un hombre armado que uno desarmado, se pemiti¨® a Alemania anexionar Austria y ocupar impunemente Checoslovaquia.
No constituye, pues, una novedad que el objetivo m¨¢s visible de la recuperaci¨®n del lenguaje universalista haya sido la denuncia de la democracia y la sustituci¨®n de la cr¨ªtica y el di¨¢logo pol¨ªticos por la compulsiva afirmaci¨®n de valores atemporales. En pol¨ªtica, el universalista es un lenguaje totalitario que niega parcelas de raz¨®n o razones parciales a los que no se confiesen creyentes en la raz¨®n total. Los que discuten el valor de esas creencias son inmediatamente calificados de vendidos al poder, enemigos del pueblo y belicistas. El administrador de la raz¨®n total, al sentirse due?o de la totalidad de la raz¨®n, es, como el gran inquisidor, capaz de aplicar el hierro y el fuego a los herejes, reducidos a la condici¨®n de-bocazas pintados de sangre ajena, a quienes uno de los m¨¢s Ilustres representantes de la conciencia cr¨ªtica deseaba en este mismo peri¨®dico el des tino reservado a los asesinos.
El lenguaje de la raz¨®n total, totalitario en sus implicaciones, se caracteriza adem¨¢s por un notable desd¨¦n hacia los hech¨®s. Con ocasi¨®n de la guerra del Golfo se ha podido comprobar que a muchos universalistas de la conciencia cr¨ªtica, del pueblo o de la paz no les importa desconocer el proceso hist¨®rico de la formaci¨®n de los Estados ¨¢rabes ni les interesa sobremanera investigar la ideolog¨ªa del partido Baas; no les inquietan las razones del enfrentamiento de 10 a?os entre Irak e Ir¨¢n y juzgan irrelevante el hecho de que China y la URSS hayan apoyado con su voto, o no impedido con su velo, la unanimidad de las resoluciones del Consej o de Seguridad; ni dicen nada de la participaci¨®n sir¨ªa o egipcia en la guerra contra los invasores de Kuwalt. Cuando los hechos, complejos en su origen y aleatorios en sus resultados, tropiezan con la claridad de la raz¨®n total, el universalista mira hacia otro lado o, sencillamente, los niega..
Topamos as¨ª con lo que ha constituido el n¨²cleo de este lenguaje: la mentalidad de gran inquisidor y el cierre de la raz¨®n anal¨ªtica son manifestaciones de una creencia i-nitol¨®gica que afirma la existencla de un gran principio del mal campeando sobre la impotencia de un bien absoluto a la espera de redenc¨ª¨®n. Nuestros universalistas son los ¨²ltimos cultivadores delmitologema que representa el origen del cosmos y el curso de la historia como resultado de la gran conflagraci¨®n entre dos principios absolutos, el mal y el bien, encarnados sucesivamente en nuestro tiempo por capitalismo/socialismo, Norte/Sur, ricos/pobres, Estados Unidos y lacayos/restos del mundo. Ser¨ªa divertida, si no resultara algo pat¨¦tica, la angustia expresada por un cr¨ªtico de televisi¨®n cuando se preguntaba, tambi¨¦nen este diario, si acaso el don¨²cilio del bien y del mal habr¨ªa cambiado en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas.
La reducci¨®n de la historia pol¨ªtica de nuestro t 1 empo a una pugna entre el mal absoluto y el bien por redimir tiene como reflejo pr¨¢ctico un antiamericanismo radical, que nos viene a nosotros, mal que nos pese, del 98 y que nos impide pensar en t¨¦rminos racionales y someter a la necesaria cr¨ªtica pol¨ªtica el papel objetivamente jugado por Estados Unidos en nuestro tiempo, tanto en el continente americano como en el Pac¨ªfico, en Europa o en Oriente Pr¨®ximo. Estados Unidos es el gran malvado de ese mitologema, y quien se atreva a insinuar que las cosas son tal vez m¨¢s complejas, que sin la invasi¨®n de Kuwa't nunca habr¨ªa habido guerra en el Golfo -o que, por ejemplo, sin la intervenci¨®n de Estados Unidos en Europa quiz¨¢ estar¨ªamos todos desfilando, pardos o rojos, al paso de la oca y continuar¨ªamos empe?ados en muestras seculares guerras por la hegemon¨ªa- ser¨¢ tildado inmediatamente de lacayo del imperialismo.
El resultado final de esta mitolog¨ªa es que la sustancia del siglo XX, que es ya en la historia, entre otras cosas y para todos los efectos, el siglo de Estados Unidos, se escapa a la comprensi¨®n de algunos de nuestros literatos y ensayistas, dos especies muy prol¨ªficas en el comentario sedicentemente pol¨ªtico, pero poco m¨¢s que moralista, de la prensa espa?ola. En su lugar, no, les queda m¨¢s que el eco vac¨ªo de la nostalgia de totalidad con el que llenan, en cada ocasi¨®n propicia, sus discursos y sermones, haci¨¦ndonos creer que hablan de pol¨ªtica cuando en realidad no conjuran m¨¢s que los fantasmas de su propia juventud o construyen una f¨¢cil coartada a los reiterados fracasos de la raz¨®n universal y de sus administradores.
es catedr¨¢tico de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales en la UNED.
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