El hombre que perdi¨® el futuro
El poeta Gabriel Celaya, autor de casi 100 t¨ªtulos e identificado con la corriente de la poes¨ªa social, muri¨® ayer en el hospital Gregorio Mara?¨®n de Madrid, a los 80 a?os. Hab¨ªa ingresado en este centro a primeros de abril, con un cuadro cl¨ªnico de arteriosclerosis generalizada y grave deterioro del estado general, seg¨²n el parte m¨¦dico. Nacido en Hernani (Guip¨²zcoa) en 1911, Celaya, antiguo militante comunista, fue un caracterizado combatiente antifranquista, y no recibi¨® premio oficial alguno hasta 1986, cuando le fue otorgado el Nacional de las Letras. El poeta ser¨¢ incinerado hoy en el cementerio de la Almudena y sus cenizas se esparcir¨¢n ma?ana en una pradera de Hernani.?Un arma cargada de futuro? El futuro se ha roto mucho antes que la poes¨ªa elvil y la vida honrada de Gabriel Celaya; y ¨¦l se ha disuelto en el sin futuro de estos ¨²ltimos hombres que se han quedado sin nada. No sin sus libros, vendidos, o sus cuadros; no sin dinero: sin ese otro valor que ellos dieron a su tiempo. Hace un par de a?os ten¨ªa su misma sonrisa redonda, su sonrisa de luna de commedia dell'arte cuando me dijo: "Me estoy muriendo". La misma sonrisa con que estuvo en la clandestinidad, que le horrorizaba. Gabriel ten¨ªa miedo, y ten¨ªa mucha raz¨®n para tenerlo -?qu¨¦ ser¨ªa de ¨¦l, sin la mano de su mujer fuerte, en-una c¨¢rcel o un calabozo de comisar¨ªa?-, y eso era lo m¨¢s admirable en ¨¦l: no abandonaba un solo riesgo, no dejaba de cumplir con lo que ¨¦l cre¨ªa un deber: el de preparar un futuro. No negaba el amparo a nadie en su casa. Tuvo en la de Madrid un tiempo al huido pintor Ortego -otro personaje de la leyenda que ya no escribir¨¢ nadie- y un d¨ªa se le fue: le buscaron por todo Madrid, y apareci¨® al atardecer, paseando, con su nombre pregonado por la radio y su cara reproducida en los peri¨®dicos, llevando en la mano un molinillo de viento con los colores de la bandera republicana. Los artistas. Los poetas, los pintores: los artistas, metidos en el engranaje del que no sab¨ªan nada, porque quer¨ªan que la humanidad fuese de otra manera. Otros tiempos.Gabriel Celaya empez¨® muy pronto a perderlo todo: su carrera de ingeniero, su industria familiar. Su guerra civil. Despu¨¦s de ella comenzaron a llegar sus signos con otros nombres: Juan de Leceta, luego Gabriel Celaya. Ven¨ªan en los tomitos de Norte; los suyos y los de otros poetas: Eugenlo de Nora, Pepe Hierro, Victoriano Cr¨¦mer (tiene su futuro en un nieto que ya es poeta Cuando Eugenlo de Nora escrib¨ªa en un verso "el incidente no ha terminado", los iniciados sab¨ªan de qu¨¦ incidente hablaba, y de qu¨¦ era superviviente: y que no todo hab¨ªa terminado. Era la anagn¨®risis: el reconocimiento. El peque?o ej¨¦rcito se iba poblando: un ej¨¦rcito de poetas en los que la censura apenas se fijaba: no val¨ªa la pena, s¨®lo se le¨ªan unos a otros...
Pero m¨¢s tarde hubo m¨¢s aire, y Celaya fue cantado, y popular, y se vendieron sus libros, y se llenaron sus recitales. Una breve ¨¦poca de creyentes. Hasta que empez¨® la hora de los c¨¢lculos, el tiempo en que las gentes comenzaron a escoger entre posible e imposible. Celaya se qued¨® en el fondo de lo imposible. Fue el buen hombre comunista nutrido por un optimismo que sobrepasaba al oficial del partido; utilizado, enga?ado, luego abandonado.
Cre¨ªa en el futuro porque cre¨ªa en el "sentido de la historia", que hab¨ªa dicho Marx, que se iba desarrollando subrepticiamente desde la ameba hasta eladvenimiento del hombre total, por medio de la tesis, la ant¨ªtesis, la s¨ªntesis. A condici¨®n de que se trabajara para ello, y de que se supiera que la propia vida ced¨ªa ante la de los hombres del futuro. Siento que haya muerto tan tarde: ha podido saber que el futuro no existe, y que el sentido de la historia, tampoco. En si mismo ya lo sab¨ªa. Hab¨ªa tenido en su propia experiencia la tesis y la ant¨ªtesis: ahora ha llegado a la s¨ªntesis ¨²nica y ¨²ltima. ?Qu¨¦ ser¨¢ de su poes¨ªa, si el futuro se ha roto? ?Qu¨¦ ser¨¢ de su recuerdo cuando se extingan los ¨²ltimos que lo llevan consigo?
Babelia
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