Lecciones desde el burladero
?P¨®nsela, p¨®nsela!, aconseja el pe¨®n sabihondo al maestro. No, no se trata de la campa?a del reservativo. Se refiere a la muleta. Parece consejo superfluo, pues si quiere torear qu¨¦ otra cosa puede hacer que no sea ponerle la muleta al toro delante de la cara. Es verdad que en el encierro de Pamplona, los mozos torean a cuerpo limpio, sin muleta, y adem¨¢s lo hacen gratis, y tampoco tienen nadie que les d¨¦ consejos desde un balc¨®n de la calle Estafeta. ?T¨®cale, t¨®cale!, recomienda ahora el consejero, parapetado en el burladero. No ha reparado que, s¨ª le toca, a lo mejor el toro repite, y no sabe que, seguramente, el maestro quiere exactamente lo contrario, pues si le toca y repite, no puede darse un garbeo alrededor del toro para tomar aire, y dicen, los que la han sufrido, que la asfixia es insoportable.?Sigue, sigue! Ese suele ser un consejo malintencionado. Se prodiga sobre todo cuando el subalterno tiene proyectado abandonar la cuadrilla, o su jefe ya le ha avisado que le va a dar la cuenta. Si est¨¢ toreando bien, obviamente, el torero que no puede ser sordo - el reglamento prohibe torear a los sordos -, habr¨¢ advertido por el clamor popular su bien hacer. Si, por el contrario, est¨¢ dando mangurrinas, recomendarle que siga, no deja de ser una felon¨ªa. Aparte que, aunque se haga con buena intenci¨®n, suele hacerse a deshora, pues los peones no llevan reloj y casi siempre el consejo le suele costar al maestro un aviso.
?V¨¢monos!, es otro grito de guerra, que m¨¢s que un consejo parece una orden y va contra la propia esencia del toreo. Prevalece la idea de movimiento, precisamente, en un actividad donde la quietud es fundamental. Eso, si no lo toma el diestro al pie de la letra, y es sancionado por abandonar la plaza anticipadamente. Y aunque lo tome en sentido figurado es un grito equ¨ªvoco, pues los que deben irse juntos por el ruedo son el toro y el torero, por lo que, en todo caso, deber¨ªan decirle: ilros!
?Venga, que no vale un reall es otra apreciaci¨®n que suele pr¨¦ludiar el inicio de las faenas. Aunque sea metaf¨®rica, deval¨²a el quehacer del diestro al vilipendiar al enemigo. Sin respeto al toro no hay labor respetable del torero.
Los monosabios o chulos de plaza tambi¨¦n se permiten dictar sus lecciones a los picadores. "Pica l'antero". "Vete p'alante Paco". "Bien picao, sigue ah¨ª¨ª", mientras el de turno le hace la carioca o barrena con sa?a. A veces formulan declaraciones que corresponden al presidente: "El toro ya est¨¢ picao". Sabios monosabios que alg¨²n d¨ªa so?aron con engastar la mona y tocarse con el castore?o. No se conforman con su modesta funci¨®n, y tratan de sentar c¨¢tedra, desde el burladero, en el arte de Badila.
Estos asesores espont¨¢neos seguramente no advierten que la ac¨²stica de la Maestranza es mejor que la del Teatro Real, y todos los espectadores somos destinatarios de las lecciones. El ¨²nico que no se entera, afortunadamente, es el maestro, pues bastante tiene con entender al toro.
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