Discusiones sobre un acuerdo
Conforme avanza el debate en Estados Unidos y en M¨¦xico sobre el acuerdo de libre comercio, comienzan a vislumbrarse con mayor claridad los verdaderos alcances del proyecto, as¨ª como algunas de sus consecuencias m¨¢s importantes. Asimismo, en Estados Unidos, en la medida en que la oposici¨®n al acuerdo crece y se desarrolla, empieza a darse un proceso de negociaci¨®n interna de la cual saldr¨¢, a final de cuentas, un acuerdo muy distinto al que se esperaba originalmente.Una primera conclusi¨®n que va desprendi¨¦ndose del debate en Estados Unidos es que el acuerdo, bajo cualquiera de sus formas previsibles, no tendr¨¢ una enorme importancia. Ya The New York Times, uno de los principales partidarios del libre comercio con M¨¦xico, dice en su editorial del jueves 4 de abril que, a diferencia de las negociaciones sobre el GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), en el caso de M¨¦xico se trata de un acuerdo modesto, sin mayores implicaciones. Llega el Times incluso a proponer que no se pierda lo m¨¢s -el acuerdo del GATT- por lo menos -el ALC (Asociaci¨®n Latinoamericana de Libre Comercio) con M¨¦xico-, y que si es preciso separar las dos votaciones del Congreso, que as¨ª se haga, incluso si ello implica postergar la negociaci¨®n con M¨¦xico.
Los diversos estudios que se han llevado a cabo, o bien por agencias del Gobierno norteamericano o bien por instituciones privadas, muestran tambi¨¦n que el impacto comercial del acuerdo ser¨¢ reducido: ni Estados Unidos puede exportar mucho m¨¢s a M¨¦xico (salvo ma¨ªz, pero todo indica que la agricultura de subsistencia mexicana quedar¨¢ excluida del convenio), ni que el acuerdo vaya a surtir mayor impacto sobre las exportaciones mexicanas a Estados Unidos. En principio, ya el 45% de nuestras exportaciones a Estados Unidos ingresan exentas de aranceles; el resto paga un arancel ponderado promedio del 3,9%. En cuanto a las barreras no arancelarias, las diversas oposiciones laborales, de defensa del consumidor y del medio ambiente y agr¨ªcolas casi garantizan que, si hay acuerdo, ¨¦ste no podr¨¢ eliminar o aminorar las barreras no arancelarias que responden a conquistas o demandas de estos sectores.
El acuerdo sigue siendo m¨¢s bien un acuerdo de inversiones, cuyo prop¨®sito central es llevar la inversi¨®n extranjera a M¨¦xico. Tambi¨¦n, conforme se avanza en los estudios y encuestas, surge la impresi¨®n de que el impacto esperado no tendr¨¢ lugar: el acuerdo s¨ª contribuir¨¢ a incrementar la inversi¨®n extranjera en M¨¦xico, pero no en grandes proporciones. Seg¨²n el nuevo despacho de consultor¨ªa y an¨¢lisis econ¨®mico GEA, que por fin proporciona estad¨ªsticas serias, y al mismo tiempo adopta una actitud cr¨ªtica y cautelosa frente a las cifras que genera el Gobierno, la inversi¨®n extranjera en M¨¦xico durante el per¨ªodo enero-septiembre del a?o pasado, de acuerdo con la balanza de pagos del Banco de M¨¦xico y el flujo real, no con los proyectos autorizados por la Comisi¨®n Nacional de Inversi¨®n Extranjera, alcanz¨® 1.574 millones de d¨®lares menos que los 1.853 millones de d¨®lares por el mismo lapso que el a?o anterior (GEA Econ¨®mico, 12 de marzo, p¨¢gina 17).
Se entiende porque el r¨¦gimen quiere que el ALC traiga m¨¢s inversi¨®n, pero no es para nada seguro que as¨ª resulte. Los dem¨®cratas ya han encontrado una f¨®rmula tentativa para darle expresi¨®n legislativa a una tesis econ¨®mico-pol¨ªtica que muchos esgrimen en Estados Unidos, a saber: si el ALC realmente llegara a significar la fuga de millones de empleos de Estados Unidos a M¨¦xico, mediante la llegada a nuestro pa¨ªs de flujos cuantiosos de inversi¨®n extranjera, entonces s¨ª ser¨ªa derrotado o abrogado por el Congreso norteamericano, y por el mismo Ejecutivo. Al querer introducir una cl¨¢usula al convenio que justamente contempla esta f¨®rmula de escape la posibilidad de que, en efecto, se d¨¦ el salto espectacular de la inversi¨®n que muchos esperan.
Adem¨¢s, un resultado ya seguro de presi¨®n creciente de diversos grupos en tomo a la defensa del medio ambiente y del consurrudor, y los derechos y las normas laborales, es que habr¨¢ alg¨²n tipo de vinculaci¨®n de estos elementos al convenio. Por ahora es imposible saber si estos temas ser¨¢n incluidos dentro del acuerdo, si m¨¢s bien habr¨¢ convemos paralelos o si bastar¨¢ una certificaci¨®n por parte del Ejecutivo norteamericano en tomo al comportamiento del Gobierno de M¨¦xico en estas materias. Pero algo habr¨¢. Y esto tambi¨¦n contribuir¨¢ a mermar el hipot¨¦tico flujo de inversiones. ?ste es un segundo aspecto del car¨¢cter modesto del acuerdo.
Otro aspecto de esta naturaleza del acuerdo reside en las verdaderas iniplicaciones de la votaci¨®n sobre el llamado Jasttrack, o carril expedito, de ratificaci¨®n legislativa del convenio. Ya algunos analistas mexicanos han destacado este punto (Luis Rubio en La Jornada, por ejemplo), pero habr¨¢ que ampliarlo. Ni es cierto que sinfasttrack no puede haber acuerdo, ni es cierto que con la votaci¨®n del fast-track en mayo se acabaron las resistencias, enmiendas y presiones. El procedimiento del fast-track se introdujo en Estados Unidos ante todo para negociaciones comerciales multilaterales tipo GATT, no para acuerdos bilaterales. Es perfectamente posible negociar un acuerdo de libre comercio entre M¨¦xico, Estados Unidos y Canad¨¢ sin el fast-track, aunque, por supuesto, se tratar¨ªa de un proceso m¨¢s lento y complicado. Asimismo, de aprobarse el Jast-track, la fuerza ya mostrada por la oposici¨®n alconvenio asegura que el Ejecutivo tendr¨¢ que incorporar al Congreso y a los sindicatos a la negociaci¨®n, ya que, de no hacerlo, corre el riesgo de ver derrotado el convenio final cuando tenga que ser aprobado por el Congreso.
Un ¨²ltimo elemento de cierto inter¨¦s que ha surgido en el curso de este complejo proceso de discusi¨®n, negociaci¨®n y enfrentamiento en Estados Unidos es la impresi¨®n generalizada que impera en diversos ¨¢mbitos norteamericanos sobre el desprecio que las autoridades mexicanas parecen tener por la oposici¨®n estadounidense al acuerdo. Es cierto que los c¨ªrculos norteamericanos con los cuales el r¨¦gimen del presidente Salinas siente mayor afinidad -la derecha conservadoracomparten ese desprecio y lo hacen expl¨ªcito con frecuencia. Pero eso es parte de la pol¨ªtica interna de Estados Unidos, y obedece a las peculiaridades de la cultura pol¨ªtica norteamericana. No parece tener mucho sentido que los funcionarios mexicanos compren los pleitos, odios y resentimientos de sus aliados en Estados Unidos, comprando tambi¨¦n as¨ª la enemistad de quienes se oponen hoy al ALC, pero que quiz¨¢ ma?ana sean aliados en otros combates. No hay por qu¨¦ comprar broncas ajenas; bastante tenemos todos con las in uestras.
Jorge G. Casta?eda es profesor de Historia de la Universidad de M¨¦xico.
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