Incoherencia penitenciaria
LA FALTA de adaptaci¨®n de la infraestructura carcelarla a la cada vez m¨¢s densa poblaci¨®n reclusa se agrava de d¨ªa en d¨ªa. El espacio carcelario disponible tiende a reducirse en proporci¨®n al creciente n¨²mero de sus usuarios. De ah¨ª que el hacinamiento y la masificaci¨®n, de siempre companeros inseparables de las c¨¢rceles, est¨¦n en los ¨²ltimos a?os en un galopante proceso de crecimiento y amenacen con hacer pr¨¢cticamente inviables los objetivos de reinserci¨®n social y de tratamiento individualizado del recluso que la Constituci¨®n asigna al sistema penitenciario.El nuevo titular del Departamento de Justicia, Tom¨¢s de la Quadra, parece haber tomado conciencia de la gravedad del problema. Su visita a la c¨¢rcel madrilefia de Carabanchel, a escasas fechas de su toma de posesi¨®n, revela sensibilidad y voluntad pol¨ªtica. Esa voluntad parece materializarse, de momento, en un plan de actualizaci¨®n de infraestructuras penitenciarias anunciado para el pr¨®ximo oto?o por el ministro en su primera comparecencia ante la Comisi¨®n de Justicia e Interior del Congreso.
Sin duda, la tarea que tiene por delante el nuevo titular de Justicia constituye un verdadero nudo gordiano que sus inmediatos predecesores no han sido capaces de desenredar. En realidad, no pod¨ªa ser de otro modo. La cuesti¨®n penitenciaria ha adquirido una envergadura que supera las estrictas capacidades del ministro de Justicia. Su tratamiento presupuestario y su imbricaci¨®n con el actual modelo de seguridad ciudadana -la c¨¢rcel como remedio exclusivo frente a la delincuencia- exigir¨ªan el an¨¢lisis reposado del Gobierno entero. Tambi¨¦n deber¨ªa ser contemplada con mayor coherencia, si no sensibilidad, por la sociedad entera. El problema de fondo es el siguiente: ?est¨¢n dispuestos los ciudadanos a destinar los recursos necesarios al mantenimiento de la alta poblaci¨®n reclusa que parece exigir su seguridad? En el ¨²ltimo decenio, el esfuerzo presupuestario ha sido significativo -una veintena de nuevas c¨¢rceles, duplicaci¨®n de la plantilla funcionarial, mejora sustancial de la dieta alimentarla, desarrollo de los programas culturales y educativos, etc¨¦tera-, pero ello no ha impedido que las c¨¢rceles sigan masificadas y que sus condiciones materiales de vida, a causa en gran parte de la terrible incidencia del sida, se hayan deteriorado.
En la actualidad existen en Espa?a 35.600 presos, de los cuales 5.000 est¨¢n en Catalu?a, ¨²nica comunidad aut¨®noma que tiene transferidas competencias en el ¨¢mbito penitenciario. Tal cifra constituye en s¨ª misma un dato pol¨ªtico de primer orden, si se tiene en cuenta que supera con mucho la mayor a Icanzada en la actual democracia (23.000 reclusos en 1982) y la habitual en el ¨²ltimo periodo de la ¨¦poca franquista (entre 12.000 y 15.000 reclusos). Y todos los datos apuntan -aumentos de poblaci¨®n y de delincuencia, ausencia de alternativas a la c¨¢rcel, mecanismos cada vez m¨¢s represivos para garantizar la seguridad ciudadana e imposibilidad legal de los indultos generales, profusamente utilizados durante el franquismo para drenar la presi¨®n carcelaria- a que siga aumentando hasta l¨ªmites por el momento dificiles de determinar.
De acuerdo con lo declarado recientemente en el Senado por el m¨¢ximo responsable de Instituciones Penitenciarias, Antoni Asunci¨®n, existe actualmente un d¨¦ficit de unas 6.000 plazas en las c¨¢rceles espa?olas. De otro lado, 40 de ¨¦stas -aproximadamente la mitad de las existentes- se hallan inservibles a causa de su deterioro y de su falta de seguridad, y deber¨ªan ser sustituidas por otras nuevas. Todo ello supone una inversi¨®n superior con mucho a los 100.000 millones de pesetas a a?adir a los 60.000 del presupuesto anual ordinario que se destinan en la actualidad al mundo penitenciario. La pregunta surge de nuevo: ?est¨¢ dispuesto el Gobierno, y la sociedad lo apoyar¨ªa en ese caso, a realizar tal esfuerzo presupuestario, lo que implica necesariamente menores recursos para otras necesidades? La respuesta deber¨ªa ser forzosamente afirmativa a poco que la pol¨ªtica penitenciaria fuera m¨ªnimamente coherente y la sociedad conservase un h¨¢lito de talante humanitario.
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