'Sudar la camiseta'
Cientos de alevines sue?an con vivir del f¨²tbol
Antonio Maceda abandon¨® el f¨²tbol a causa de una lesi¨®n mal resuelta que lo dej¨® inactivo tras el Mundial de 1986. Dirigiendo la escuela de la Asociaci¨®n de Futbolistas Espa?oles, mantiene contacto con los chavales que aspiran a ser como ¨¦l. Rub¨¦n Pablos y otro centenar de alevines sue?an con convertir su juego favorito en una forma de vida.
Antonio Maceda form¨® parte de aquella gloriosa selecci¨®n que consigui¨® endosar una docena de goles al equipo malt¨¦s en 1982. Un a?o despu¨¦s, y a pesar de jugar como defensa central, consigui¨® un tanto de cabeza que pasar¨¢ a la relaci¨®n de los hist¨®ricos compartiendo honores con los viejos futbolistas a los que admir¨® siendo ni?o. Precisamente entrenando a jugadores en potencia, Maceda recuerda la importancia de practicar el f¨²tbol por pura diversi¨®n, al socaire de las presiones f¨ªsicas y psicol¨®gicas de un marcador empe?ado en subir a favor del contrario.El polideportivo del madrile?o barrio de La Elipa, cualquier tarde de lunes, mi¨¦rcoles y viernes, con fr¨ªo, calor o lluvia, seis profesores y un centenar de chavales entre los 11 y los 16 a?os corretean en c¨ªrculos claveteando las calvas de un c¨¦sped irregular. Se inclinan sobre s¨ª mismos, mano derecha hacia el pie izquierdo y viceversa, alargando la serie hasta escuchar la orden para cambiar de ejercicio. Rub¨¦n Pablos tiene 11 a?os y afirma haber descubierto su vocaci¨®n futbol¨ªstica despu¨¦s de cumplir los seis. Se expresa como un profesional, acostumbrado a frases t¨ªpicas del estilo de sudar la camiseta, colgar las botas o dejarse la piel. "Empec¨¦ trabajando con los equipos del barrio, m¨¢s tarde en el colegio y, por fin, me present¨¦ a la escuela. Me hicieron unas pruebas y aqu¨ª estoy". Sentados en el banquillo, Maceda le escucha y explica c¨®mo se realiza esa selecci¨®n entre un n¨²mero cada vez m¨¢s numeroso de chavales.
Los m¨¢s torpecillos
El maestro se refiere con cari?o a una primera criba que tendr¨¢ lugar el pr¨®ximo domingo y en la que se "eliminar¨¢ a los m¨¢s torpecillos. De los otros, observaremos sus aptitudes f¨ªsicas y psicol¨®gicas, especialmente su capacidad de mando y su forma de moverse en el campo. No queremos que entrenen con la obsesi¨®n de ganar, sino de aprender y sobre todo de divertirse, sin volverles locos. La preocupaci¨®n por el resultado vendr¨¢ sola".Antonio Maceda podr¨ªa haber seguido jugando como defensa central, un lugar donde la experiencia cuenta m¨¢s, si cabe, que en otros puestos del campo. Existen varias versiones en torno a un derrame sinobial mal resuelto y una precipitada vuelta al terreno de juego, que le permiti¨® competir, s¨®lo al principio, en el Mundial mexicano de 1986. La selecci¨®n brasile?a ser¨ªa su ¨²ltimo rival. Maceda apunta la carencia de escuelas como ¨¦sta en sus tiempos mozos. "Sin embargo, hay cosas muy parecidas. Los 15 a?os que he vivido de profesional no me han dejado tanta huella como el recuerdo de mis primeros tiempos, sobre todo por el compa?erismo. Juegas simplemente porque te gusta. Yo me divert¨ªa siempre, ajeno a la tensi¨®n".
Al hablar de su paso al Madrid, trasladamos la pregunta al joven Rub¨¦n, que no parpadea ante su profesor. "Soy del Barcelona porque nac¨ª en Igualada, pero no me importar¨ªa jugar en el Madrid o en el Atl¨¦tico...". "O en el Rayo", a?ade Maceda, frase ante la que el ni?o asiente convencido. No parece preocupado por lo que le espera en caso de convertirse en un profesional. Ni los sacrificios puramente deportivos, como las concentraciones. Ni las l¨®gicas consecuencias de una liga, donde ganar o perder es obligado. Ni siquiera circunstancias como el dinero parecen preocupar a este jovencito que domina las matem¨¢ticas de sexto de b¨¢sica mientras pelea con sus primeras clases de ingl¨¦s. "Quiero ser futbolista porque es lo que me gusta. Tanto mis padres como mis compa?eros me apoyan y lo paso fenomenal". Todav¨ªa sus partidos no duran 90 minutos ni sus equipos rivales tienen m¨¢s de siete jugadores. Pero todo se andar¨¢. De momento, nos quedamos con su cara.
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