Historias de escalera
Porter¨ªa, una profesi¨®n que cuenta con un horario de trabajo mal repartido
Para Juan Vargas, jubilado tras pasar 40 a?os en la porter¨ªa, una finca buena es una finca grande. Cuantos m¨¢s vecinos, mejor. Tiene cosas en com¨²n con el joven conserje Miguel Chocl¨¢n. Ambos proceden del medio rural, y entendieron un buen d¨ªa que pod¨ªan conocer mejor la vida de ciudad a trav¨¦s del eje de esa colmena que es la vecindad. Un lugar de dos ¨²nicas direcciones, donde tan pronto se sube como se baja, la escalera.
De puertas adentro, "un buen portero es ciego, sordo y mudo", cuenta el veterano. Conoce en exclusiva vidas y milagros, amores y divorcios, listas de morosos y los secretos escondidos bajo el felpudo. Nacido en un pueblecito madrile?o, Torremocha del Jarama, vino a la urbe en busca de mejor vida. "Me sali¨® la porter¨ªa y, con los problemas de vivienda que tiene esta ciudad, decid¨ª quedarme. Ahora voy al pueblo de vacaciones, a coger esp¨¢rragos". Actividad que entremezcla con grandes paseos, nataci¨®n en d¨ªas alternos por prescripci¨®n facultativa y la presidencia del Sindicato de Empleados de Fincas Urbanas.
50.000 conserjes
La jubilaci¨®n le ha quitado 10 kilos, y el despacho, un piso al que se accede pulsando el timbre de un portero autom¨¢tico, le mantiene en contacto con sus colegas enbusca de un convenio bien redactado. Calcula que en Madrid hay 50.000 porteros, de los que 15.000 pertenecieron al sindicato en tiempos del franquismo.Hombre de mil jefes, fue conserje de mostrador desde el d¨ªa en que le ordenaron abandonar el chisc¨®n para vigilar mejor el tr¨¢fico de la casa. Bajo la mesa, una cachiporra, "por si acaso", y una distracci¨®n m¨ªnima, la lectura. Vaticina el fin de los porteros autom¨¢ticos. "No sirvefi para nada. Ver¨¢ usted c¨®mo se vuelve al portero fisico, porque la persona humana es mucho m¨¢s ¨²til". Tradicionalmente, el portero contagiaba su tarea, por extensi¨®n, a toda la familia. El padre impon¨ªa presencia, mientras la esposa canturreaba barriendo el portal, algo corcovada y con fama de metomentodo, y los hijos atend¨ªan recados de la vecindad.
"En mi casa hubo quien no lleg¨® a conocer a mi se?ora. ?Y que yo lo diga est¨¢ M-aW', recalba, castizo; "pero me salieron sitios buenos, como bancos, y yo no quise dejar la finca. Lo que menos me gustaba era atender a las calderas, por la cuesti¨®n de los hurnos". Hoy viaja a Jerez y comparte cortijo, familia y confianza con alg¨²n vecino qu- e lleg¨® a tomarle verdadero afecto.
Miguel Chocl¨¢n conserva rasgos de portero de anta?o. "Aprendiz de todo y maestro de nada, lo mismo arreglo una cisterna que una persiana, colocouna antena o aparco un coche". Por extra?o que parezca disfruta ejerciendo de Dyck van Dyke, cargando cada d¨ªa los cuatro cubos de cenizas que devuelven las calderas de su finca. Siguiendo con la pel¨ªcula, podr¨ªa haber protagonizado Atrapa a un ladr¨®n junto a un caco torp¨®n que intent¨® enga?arle con el viejo truco de llevarse a reparar el equipo de m¨²sica del primero A. "Le pesqu¨¦ camino del metro".
A Miguel contesta as¨ª a la pregunta de si adopta la postura del cancerbero receloso ante los desconocidos. "No. Si sospechas tienes que preguntar, pero con educaci¨®n. Vivimos pendientes de los ruidos, y en ocasiones, m¨¢s que una jornada, lo nuestro es dedicaci¨®n absoluta". Su tiempo libre es escaso y mal repartido en una jornada que divide tontamente el d¨ªa trabajando "de ocho a dos y de siete a diez".
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