Luchar contra los elementos
Los espadas no hab¨ªan acudido a Las Ventas a luchar contra los elementos. Bueno, s¨ª, hab¨ªan acudido a luchar contra los elementos, pues, en otro caso, no se habr¨ªa sabido qu¨¦ pintaban all¨ª. ?Sand¨ªn, Lara y Boni con toritos pastue?os para crujirles ver¨®nicas de alhel¨ª y naturacas de colibr¨ª? Eso no se lo cree Lino. Sand¨ªn, Lara y Boni est¨¢n llamados a torear lo de esta corrida final de la miniferia auton¨®mica: ganado macizo y duro; las empresas no les permiten otra cosa.Por si fuera poco, salieron tambi¨¦n a pelear con el meteoro desatado, el vendaval, el azote helado que barr¨ªa tendidos hasta despoblarlos. O sea que los toros ten¨ªan el peligro propio, m¨¢s el a?adido de los vientos que desnortaban la funci¨®n enga?adora de capotes y muletas. ?Qu¨¦ iban a hacer los toreros en semejantes circunstancias? Pues lo que hicieron: tantear embestidas a prudente distancia y, comprobado que no hab¨ªa ninguna, montar la espada.
P¨¦rez / Sand¨ªn, Lara, Boni
Toros de Antonio P¨¦rez, serios, fuertes -aunque algunos blandearon-, broncos; 5? noble. Lucio Sand¨ªn: estocada corta ca¨ªda (algunos pitos); dos pinchazos baj¨ªsimos, otro hondo descaradamente bajo y cinco descabellos (silencio). Pedro Lara: estocada corta (silencio); dos pinchazos -aviso con retraso-, estocada y dos descabellos (silencio); asistido de contusi¨®n en un tobillo, pron¨®stico reservado. Boni: dos pinchazos y bajonazo (silencio); bajonazo (silencio).El picador Jos¨¦ Luis Mar¨ªa fue asistido de contusi¨®n en un muslo. Plaza de Las Ventas, 5 de mayo. Quinta y ¨²ltima corrida de la Miniferia de la Comunidad. Media entrada.
Hubo dos toros de mejor conformar. El quinta, aunque manso, se comport¨¦ bonancible. Pedro Lara, apercibido de su boyant¨ªa, la ahorm¨® con ayudados de buen corte, tore¨® en redondo bajando la mano y rematando la suerte detr¨¢s de la cadera. Quiz¨¢ demasiado cerca de la cadera, por lo que los pases resultaban un poco codilleros, pero eso no era truco, sino todo lo contrario; era acrecer voluntariamente el riesgo inherente a las embestidas de los toros y sus ce?imientos.
La faena pudo haber sido redonda, mas Pedro Lara perdi¨® el sentido de la medida y la convirti¨® en reiterativa e interminable. Con sus efectos negativos, naturalmente, que pueden resumirse en dos: uno, que el toro perdi¨® codicia y, harto de pases, quer¨ªa refugirse en los abo?igados efluvios de chiqueros; y que el p¨²blico, complacido al principio, acab¨® aburri¨¦ndole tanta faena y ese fue el efecto negativo n¨²mero dos.
El sexto era toro de casta. Posiblemente todos eran toros de casta (los cuatro primeros, de casta mala), mientras este pareci¨® tenerla buena a juzgar por lo humillado que tom¨® los primeros derechazos de Boni. Tambi¨¦n es cierto que los tomaba como el tren-bala, vamos al decir, y a Boni se le juntaban tan de prisa los tiempos de parar, templar y mandar, que perd¨ªa la cuenta de alguno y el toro se le ven¨ªa encima, con las del beri,
Ese toro, un ejemplar con temible cornamenta vuelta, semblante severo y toda la barba, tuvo un comportamiento que era un puro contrasentido. Poderoso para derribar dos veces al caballo de picar y enviar al hule a un caballero picador, se ca¨ªa por las buenas. Es decir, que corr¨ªa y ?cataplum!, se pegaba un hocicazo. Todo ello durante la refriega de varas porque, insuficientemente castigado, en banderillas sembr¨® el desconcierto entre los coletudos de plata. Y, finalmente, pidi¨® guerra, sin que hubiera all¨ª guerrero para aceptar el reto y entrar en combate. O quien sabe si lo hab¨ªa; a lo mejor es que no se lo ped¨ªa el cuerpo. A aquellas alturas de toros broncos y vientos g¨¦lidos, ni los toreros ni la afici¨®n ten¨ªan ganas de nada que no fuera tomarse un caf¨¦ bien calentito.
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