Deontolog¨ªas
Los farmac¨¦uticos se est¨¢n haciendo a s¨ª mismos, si no han acabado ya, un c¨®digo deontol¨®gico, o sea, un tratado de sus deberes, una especie de gu¨ªa espiritual que deber¨¢n consultar cada vez que en el ejercicio de su profesi¨®n les surja alguna duda. Y es que hay oficios, actividades comerciales o negocios tan relacionados con la moral que al menor resbal¨®n te juegas la vida eterna. ?C¨®mo saber si uno peca cuando vende un sonajero a alguien que quiz¨¢ vaya a utilizarlo para unos fines distintos para los que ha sido concebido? ?Se debe administrar un humidificador a un sujeto que quiz¨¢ lo emplee para inhalar vahos de hach¨ªs o l¨¢udano? ?Es moralmente condenable expender productos contra la caspa que quiz¨¢ no sean utilizados en el pelo de la cabeza? ?Productos de belleza fabricados con fetos, en el mejor caso de animales, a los que no se les ha dado la oportunidad de nacer? Eso por no hablar de los cepillos de dientes, que han comenzado a ser utilizados ya para el disfrute de determinadas pr¨¢cticas sexuales muy alejadas de las recomendaciones de la Iglesia. ?Qu¨¦ hacer cuando un sujeto con cara de vicioso solicita un cepillo de cerda dura? ?Y si un tipo con rostro de pir¨®mano pide f¨®sforo? ?C¨®mo averiguar si lo va a emplear para incendiar la memoria o para prender fuego a un coche?No es envidiable, no, pertenecer a una de esas profesiones a las que el ordenamiento jur¨ªdico se les queda peque?o. Y a¨²n hay quien piensa -los tostones de siempre- que bajo esta clase de c¨®digos se esconde un utilitarismo moral de oscuras intenciones, como si los farmac¨¦uticos estuvieran confundiendo la deontolog¨ªa con el deontologismo, que viene a ser como identificar la libertad con el libertinaje.
Y es que, a veces, bajo la rigidez externa se ocultan los temperamentos m¨¢s transgresores.
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