Nada m¨¢s que marginados
La exclusi¨®n en la vida ciudadana de una gran urbe no s¨®lo se produce en las zonas marginales. Tambi¨¦n en los centros este fen¨®meno se produce con frecuencia. Esta reflexi¨®n lleva al articulista a pensar que la vida del hombre y de la mujer se reduce a participar en una especie de gran bingo.
A muchos, aunque no piensen ustedes que a tantos, les importan todav¨ªa las existencias atrapadas no s¨®lo en lo econ¨®mico, sino tambi¨¦n en el coste psicol¨®gico de esa exclusi¨®n que inexorablemente les llevar¨¢ a la autoexclusi¨®n.Se trata de esas personas a quienes ya ni siquiera una geograf¨ªa les identifica externamente. Pues si Ca?o Roto, Hormigueras, Pozo del Huevo, La Celsa, San Ferm¨ªn, Los Focos, La Vi?a, etc¨¦tera, eran parte de ese mapa de la marginaci¨®n, el anonimato del centro de la gran urbe -lujosa hasta el despilfarro- es ahora el lugar que traspasan o donde anidan, sin que su vertiginoso ritmo caiga en la cuenta de su desconcierto y desorientaci¨®n.
Hasta a una de sus herramientas para las causas perdidas -su lenguaje- se la ha comercializado bajo etiquetas como lenguaje cheli, o fr¨ªvolamente la utiliza cualquier estudiante pijo en el instituto de bachillerato Cardenal Cisneros. No cabe duda alguna que donde se confunde la noticia con lo cierto se confunde la informaci¨®n con el saber.
Si bien se mira, pueden tener parte de raz¨®n cuando afirman que ¨¦stos son v¨ªctimas del sistema; pero olvidan que ellos lo son en cierto modo. Es peligroso olvidar que nuestro tiempo se ha modulado para la confusi¨®n, donde para unos y otros la p¨¦rdida m¨¢s lamentable es la p¨¦rdida de la afectividad.
A nuestros abuelos les escandalizaba cualquier cambio: las cosas hab¨ªa que dejarlas como estaban. En cambio, al hombre de hoy le parece algo Impropio el que no haya transformaciones. Nadie conoce hoy el reposo.
El hombre y la mujer de la gran urbe han reducido la vida humana a un gran bingo, donde la libertad y la responsabilidad son desconocidas. Aunque despu¨¦s se proclame al un¨ªsono que al ser humano hay que rodearlo de otros sentimientos.
La gran urbe no tiene tiempo para pararse a pensar en las repercusiones de todo esto, aunque terminen siempre sobrecargando a los m¨¢s d¨¦biles. En ella, por el mero hecho de existir, se piensa. que todos tienen derecho a cuanto ofrece la propaganda. Y as¨ª ataca a quienes no agradecen lo que no tienen y no inculpa a nadie de cuanto carecen.
Autoexclusi¨®n irremediable
Tampoco tiene tiempo para interesarse por ese sutil proceso que lleva a unas personas que un d¨ªa se sienten excluidas a una irremediable autoexclusi¨®n. La marginaci¨®n avanza inexorablemente. Y la memoria social se ha convertido en olvido autocomplaciente.
?Pero todo esto para qu¨¦? Para los n¨¢ufragos son siempre ¨²tiles las redes. Y adem¨¢s todo seguir¨¢ como ayer.
?C¨®mo, airados, otros solicitar¨¢n m¨¢s dinero al Estado protector? ?Es que ven ustedes menos marginados en Madrid? ?C¨®mo surgen tantos portavoces de las causas perdidas, si ni del que tengo al lado me hago eco? ?Alguien me puede decir cu¨¢ntos a?os tienen que pasar para que ciertas instancias contesten a las demandas formuladas?
Pedir uni¨®n ser¨ªa una demagogia imperdonable, cuando la desgracia pose¨ªda es su fuerte. Tampoco entender¨¢n ya su impotencia desoladora cualquier iniciativa ingenua.
Callada y oscura, su vivencia me dicta: todo est¨¢ bien. Con su cadencia inevitable y fatal, todo seguir¨¢ as¨ª, irreparable, inalterado.
es escritor.
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