Bangladesh, la lucha por la supervivencia
El mar sigue arrojando cad¨¢veres y los vivos buscan comida, techo y medicinas
, Shahid Dula, al contrario que sus compatriotas blangades¨ªes, no se coh¨ªbe cuando le hacen preguntas. De hecho, es ¨¦l quien se acerca a la enviada de EL PA?S a contarle su historia "para que Espa?a, el mundo y el Gobierno de Dhaka" le ayuden. Dula era uno de los ricos de la isla de Moheshkali, casi un yuppy, tan ocupado en los negocios que a sus 28 a?os, cuando todos sus amigos ten¨ªan ya cuatro o cinco hijos, ¨¦l no hab¨ªa tenido tiempo de casarse. Pero como en el cuento de la lechera, todo se acab¨® el 29 de abril pasado cuando la ola de seis metros de altura se llev¨® su barca.
"Ten¨ªa motor y todo", dice Dula al recordar el barco de pesca que hab¨ªa comprado con otro socio hace dos a?os, con la que hab¨ªa meses que era capaz de sacar hasta 30.00 pesetas. Convencido de que hab¨ªa que adaptarse los nuevos tiempos, el pescador solicit¨® un pr¨¦stamo al banco e invirti¨® sus ahorros para comprar un barco moderno. Le cost¨® 300.000 pesetas. Ahora debe 60.000 y no tiene nada. "No s¨¦ c¨®mo voy a pagar al banco, ni me importaa. De momento, lo que me preocupa es c¨®mo voy a comer y d¨®nde voy a vivir", se?ala mientras hace cola para que el comit¨¦ gubernamental de ayuda a los damnificados de Moheshkali le d¨¦ unas galletas.Esta isla es uno de los enclaves m¨¢s ricos del sur banglades¨ª. Gracias a que la buena situaci¨®n de las finanzas permit¨ªa a muchos de los 200.000 habitantes hacerse casas de ladrillo, los muertos por el cicl¨®n son s¨®lo 11.000. Dula viv¨ªa con sus hermanos y sus familias. En total habitaban la mansi¨®n, "con tabiques para seis habitaciones", 21. personas. No ha habido muertos, ni heridos graves, pero la casa ha quedado destruida y m¨¢s de la mitad de la familia padece ahora fuertes diarreas y se teme que desemboquen en c¨®lera.
Una isla de verdad
Moheshkali es una isla de verdad, no como muchas de las banglades¨ªes que se forman con el limo y arrastran los grandes r¨ªos -Bramaputra, Ganges y Meghna- Tiene incluso colinas, un. aut¨¦ntico lujo en un pa¨ªs cuyas tres cuartas partes no sobrepasan los cinco metros de altura, media sobre el nivel del mar. Las, suaves ondulaciones y, especialmente el menor nivel de vida debido, en parte a la floreciente industria pesquera -han establecido caladeros de mariscos-, y en parte al contrabando han evitado que se repitiera en esta isla el dram¨¢tico escenario de las vecinas de Kutubella y Sandwip.
Esta enviada acompa?¨® al consejero de la primera ministra encargado de, la coordinaci¨®n de la ayuda a los darrinificados por el cicl¨®n, Moharriad Sidiqer Rahman, en un t¨¦trico recorrido por las zonas m¨¢s afectadas. El espect¨¢culo desde el helic¨®ptero era desolador. En Kutubdia, como en Sandwip, no quedaba ni un ¨¢rbol, ni una casa en pie, s¨®lo los cuatro peque?os edificios de tres plantas de la Administraci¨®n local, las viviendas de los funcionarlos y el hospital. Los peque?os diques de ladrillo que evitaban la entrada del agua del mar a las islas tambi¨¦n hab¨ªan desaparecido.
Dos semanas despu¨¦s de la cat¨¢strofe, esas islas son una masa parda en la que nada recuerda a la vida. "De los 92.000 habitantes de Kutubdia la mitad han muerto y cuatro de cada cinco supervivientes padece ahora diarrea aguda", dice el doctor Husein Rashid. Este m¨¦dico de 30 a?os sigue la pol¨ªtica del Gobierno de no pronunciar la palabra c¨®lera, pero dice que necesita llurgentemente suero anticol¨¦rico y tabletas para purificar el agua". Cree que muchos de los que lograron sobrevivir al cicl¨®n no pasar¨¢n esta segunda prueba. Las 31 camas del hospital y los pasIllos son puras salas de la muerte.
"Tanto yo como los 18 equipos que han venido de la capital explicamos lo que hay que hacer para. evitar la enfermedad, pero songentes analfabetas e ignorantes que no entienden por qu¨¦ han de hervir el agua o ponerle pastillas. Adem¨¢s, no hay pastillas para. todos", a?ade.
Con el trozo del sari roto en la mano y un pecho al aire, una anciana se me acerca. Esta vez no se le ha muerto nadie pero, como en las inundaclones de 1988, en que perdi¨® a uno de sus hijos, se ha quedado sin nada y quiere que le den un sari nuevo. No sabe la edad que tiene: "Treinta o sesenta". En Kutubd¨ªa muy poca, gente sabe contar.
El inspector Ahmed Toudury afirria que a todos se les reparte diariamente comida pero que no hay ropa para tantos. "Quienes prueban que hay muertos en su familia reciben 100 dacas (300 pesetas) por cada uno", a?ade. Sus ayudantes se?alan que el mar sigue arrojando cad¨¢veres y restos humanos a las playas.
Oficialmente, los muertos fueron 138.868, pero no se cuenlos rniles que est¨¢n falleciendo ahora. Sin embargo, a pesar de la maldici¨®n que parece recaer sobre la bah¨ªa de Bengala, sus habitarites no piensan en abandonarla.
Jalal cuenta que oyeron el movimiento del agua al formarse la ola y los 14 que habitaban la choza -su hermano con su familla y ¨¦l con su mujer y sus cinco hijos- saltaron a las ramas del ¨¢rbol m¨¢s cercano. Cuando el maremoto pas¨® quedaban en el ¨¢rbol una ni?a, cinco chicos y ¨¦l. "Me siento perdido, no s¨¦ qu¨¦ hacer, pero esta es mi tierra no quiero ir a ning¨²n otro sitio".
Entre los pocos muchachos que van a la escuela el sentimiento es distinto. All¨ª se labran sue?os de ir a la capital a estudiar e incluso de viajar al extranjero. Todos quieren que el mundo sepa que se han quedado sin escuelas, sin bancos y sin libros: "Por favor, diga que todo se lo llev¨® el mar, que queremos ir a la escuela, que queremos estudiar y que tienen que ayudarnos".
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