Grave cogida de Pedro Castillo
Moreno / Inclusero, Morenito, Castillo
Dos toros de Jos¨¦ Joaqu¨ªn Moreno Silva (cuatro fueron rechazados en el reconocimiento), con trap¨ªo y, flojos, 2? noble, 3? bravo y bronco. Cuatro de El Sierro, con trap¨ªo (uno devuelto por inv¨¢lido), 1? inv¨¢lido y prob¨®n, nobles 5? y 6?, ¨¦ste bravo. 4?, sobrero de Ernesto Louro Fern¨¢ndez de Castro, con trap¨ªo y poder, noble. El Inclusero: pinchazo hondo atravesado, estocada corta delantera escandalosamente baja y cinco descabellos (algunos pitos); dos pinchazos bajos, media delantera escandalosamente baja, dos descabellos y golletazo (protestas): bajonazo infamante (pitos). Morenito de Maracay: estocada trasera (algunas palmas y pitos), dos pinchazos bajos y estocada corta ladeada (vuelta con protestas); tres pinchazos bajos y descabello (silencio). Pedro Castillo: cogido grave al muletear al 3?.
Plaza de Las Ventas, 26 de mayo. 17? corrida de feria.
Lleno de "no hay billetes".
Un muletazo de tanteo hab¨ªa dado Pedro Castillo y al inicar el segundo, se venci¨® el toro y le peg¨® un volteret¨®n terrible. Fue una cornada seca, grave seg¨²n se supo despu¨¦s, pero tal como hab¨ªa pegado la cabezada el toro y la fuerza con que el torero sali¨® por los aires, hecho un pelele, se lleg¨® a temer peor desgracia.
Era el tercer toro de la tarde y qued¨® la corrida en mano a mano El Inclusero-Morenito de Maracay. La actuaci¨®n de Pedro Castillo se hab¨ªa limitado, pr¨¢cticamente, a los tercios de banderillas, que no hizo lucidos, lo cual no quiere decir que desgradaran al p¨²blico. Por el contrario, el p¨²blico los aplaudi¨® much¨ªsimo, pues ten¨ªa la tarde aplaudidora, con especial predisposici¨®n para los matadores-banderilleros.
Al p¨²blico le tra¨ªa sin cuidado c¨®mo reunieran los matadores banderilleros y d¨®nde clavaran los palos. Morenito, en la docena de veces que hizo la suerte, dej¨® los suyos (24) ora laterales, ora por los lomos traseros, y le pagaron 12 ovaciones. Al ¨²ltimo toro le quebr¨® tres veces. No reuni¨® ninguna, sino que clavaba cuando ya le hab¨ªa pasado medio toro por delante, iba festoneando de banderillas el bovino espinazo de norte a sur, y estos alardes fueron aclamad¨ªsimos.
Alguien grit¨® entonces, desde la abarrotada solanera: "?La plaza es una verbenaaa!". Estos gritos disolventes, al p¨²blico aplaudidor le ponen descompuestito, y quien se atreve a darlos se juega el bigote, pues puede perecer en el tumulto. Nunca falta quien introduce en medio de la algarab¨ªa triunfalista el elemento de la discordia, con los riesgos ya mencionados, pero en ocasiones la realidad de cuanto acontece en el ruedo le acaba dando la raz¨®n, y entonces el p¨²blico aplaudidor le mira con respeto. El p¨²blico aplaudidor, a estos aficionados chillones que ernergen de la masa aplitudidora y acaban teniendo raz¨®n, los toma por don Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo.
Morenito de Maracay fue quien se encarg¨® de dernostrar que tanto critusiasmo por su persona tampoco era para tanto y fue cuando tom¨® de muIeta al toro festoricado de banderillas y le ahog¨® la noble embestida. Los toros m¨¢s nobles le correspondieron precisamente a Morenito de Maracay, y no est¨¢ probado que los aprovechara a conciencia. Al segundo de la tarde le peg¨® rnuchos pases movidos, despegados e inconexos, todos con la mano derecha, y al quinto no le cort¨® la oreja pues mat¨® fatal.
La verdad es que, si llega a matar bien, se la dan, porque al p¨²blico le entusiasm¨® esa faena. Se trat¨® de una faena en el centro del redoridel, muy bien planteada y desarrollada a ritmo creciente. Quiere decirse que Morenito la empez¨® movida, despegadida e inconexa, como antes, pero luego lig¨® los pases y, en esa ligaz¨®n se le entreg¨® el encastado toro. Tiene su importancia, no cabe duda. Toda sobre la rnano derecha, excepto una serie de naturales que instrumento sin temple, la concluy¨® con un circular citando de espaldas m¨¢s un desplante de rodillas adelantando la cabeza para darle al toro un recado, y este temerario fin de fiesta conmoc¨ªon¨® al ya alborotado cotarro.
La esperanza de que hubiera toreo puro la ten¨ªan cifrada los aficionados en El Inclusero, veterano diestro, consurnado estilista, cuva torer¨ªa han aplaudido muchas veces. Pero eso no lo sab¨ªa nadie, excepto la propia afici¨®n, porque la mayor¨ªa de los espectadores, fuera de la isidrada, no van a los toros. Explic¨¢rselo tampoco conduc¨ªa nada. Era muy dif¨ªcil hacerles comprender que torero tan desconfiado, en otras ocasiones hab¨ªa s¨ªdo art¨ªfice del toreo puro. Los problemas que le pudieron plantear a El Inclusero un toro prob¨®n, otro tardo y el pregonao que corne¨® de gravedad a Pedro Castillo, no justificaban serricjantes trazas.
Brind¨® El Inclusero el quinto toro a Camilo Jos¨¦ Cela y al recoger la montera, le coment¨®: "He venido a torear, no a la guerra". Tampoco habia venido -se supone a esccbechar toros peg¨¢ndoles infamantes sartenazos pescueceros y, en carribio, los escabechaba sin el menor miramiento. Pero eso no se lo dijo El Inclusero a don Camilo Jos¨¦.
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