26-M en perspectiva
CONOCIDOS los resultados m¨¢s o menos definitivos de las elecciones del domingo, existe una primera consideraci¨®n: los socialistas, que se mantienen desde hace cuatro o cinco a?os en porcentajes pr¨®ximos al 40% de los votos v¨¢lidos, conservan una s¨®lida implantaci¨®n electoral en el conjunto de Espa?a. Esa constataci¨®n no es contradictoria, sin embargo, con el hecho de que algunas victorias locales de gran valor simb¨®lico anotadas por los populares supongan un considerable reforzamiento de las expectativas del primer partido de la oposici¨®n a medio plazo. A su vez, el uniforme, aunque todav¨ªa limitado, crecimiento de Izquierda Unida contribuye a configurar un panorama pol¨ªtico algo m¨¢s abierto que el existente desde 1982. En resumen, aunque a escala nacional las cosas parezcan moverse poco, el conjunto de elecciones nacionales, auton¨®micas y municipales produce una resultante caracterizada por una cada vez mayor distribuci¨®n territorial del poder, de acuerdo con la realidad de una sociedad plural.La relaci¨®n de fuerzas entre los dos primeros partidos se mantiene pr¨¢cticamente constante: en torno a los 14 puntos porcentuales de diferencia, los mismos que separaban al PP del PSOE en las locales de hace cuatro a?os y en las generales de 1989. La virtual desaparici¨®n del CDS hace que se rompa la simetr¨ªa a cuatro establecida desde hace a?os: dos partidos claramente destacados, cada uno de ellos flanqueado por una formaci¨®n identificada como eventual segunda opci¨®n de los electorados respectivos. Uno de los efectos de esa desaparici¨®n es que -ahora los dos primeros partidos recogen el 63% de los votos, seis puntos m¨¢s que hace cuatro a?os. La correlaci¨®n entre votos perdidos por el CDS y ganados por el PP en numerosas comunidades y ayuntamientos permite aventurar que en el caso de los populares el beneficio es doble: el indirecto de participar en el reparto del espacio de los votos suaristas que r¨ªo obtienen representaci¨®n institucional y el directo de la captaci¨®n de los votantes centristas desenga?ados.
La solidez de las posiciones socialistas se verifica sobre todo a la vista de su victoria, absoluta o relativa, en 9 de las 13 comunidades en que se celebraron elecciones el domingo. Sin embargo, una visi¨®n del panorama pol¨ªtico resultante del conjunto de elecciones celebradas en los ¨²ltimos cuatro a?os permite distinguir dos modelos claramente diferenciados. El PSOE es hegem¨®nico en todas las comunidades situadas al sur de una imaginaria l¨ªnea que uniera la desembocadura del Ebro con la del Tajo, disfrutando de mayor¨ªa absoluta en Valencia, Murcia, Andaluc¨ªa, Extremadura y Castilla-La Mancha. El cromatismo es mucho m¨¢s variado al norte de esa demarcaci¨®n: mayor¨ªa absoluta del PP en Castilla y Le¨®n y en Galicia, relativa en Madrid, equilibrio en Navarra, Gobiernos aut¨®nomos nacionalistas en Catalu?a y Euskadi, mayor¨ªa socialista en Asturias y Cantabria.
A su vez, los resultados de las municipales permiten distinguir en cada una de esas mitades dos modelos de comportamiento electoral, que tiende a ser m¨¢s plural en las ciudades grandes que en las peque?as, y en ¨¦stas, que en las poblaciones rurales. De esa constataci¨®n, reforzada por el hecho de haber obtenido 300.000 votos m¨¢s que la suma de los contabilizados hace cuatro a?os por Alianza Popular y el ya desaparecido PDP, extrae la formaci¨®n que dirige Aznar sus optimistas expectativas de futuro.
Desde la gesti¨®n de las alcald¨ªas de las grandes ciudades a las que accedi¨® en 1979 logr¨® el PSOE la adhesi¨®n de sectores urbanos que le dar¨ªan la victoria en las generales de 1982. A partir de 1986, su desgaste en las zonas urbanas fue compensado por el avance en la Espa?a rural: electores moderados votaron al partido del poder tras comprobar que nada inquietante ocurr¨ªa por el hecho de que gobernase la izquierda. Bas¨¢ndose en esa experiencia, Aznar plante¨® hace un a?o una estrategia de aproximaci¨®n al poder por v¨ªa municipal, que era como el viaje de vuelta del esquema seguido por los socialistas: se trataba de conquistar las alcald¨ªas de las capitales para demostrar desde ellas, primero a las clases medias y m¨¢s tarde a segmentos m¨¢s heterog¨¦neos de la poblaci¨®n, que nada realmente inquietante se derivaba de una victoria de la derecha. En Madrid, la fase intermedia de un Gobierno de coalici¨®n PP-CDS ha favorecido seguramente ese proceso de captaci¨®n de votos dubitativos. De su gesti¨®n en estos a?os depende ahora que el PP sea capaz de dar el paso siguiente: arrancar votos del sector de las clases medias que ha acabado por acostumbrarse al poder socialista. Pero el hecho de que el ascenso del PP no corresponda con un retroceso proporcional del PSOE parece indicar que ese proceso no se ha iniciado todav¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.