S¨®lo una copia

Filofax, t¨ªtulo original de Millonario al instante, es el nombre de una de estas superagendas milagreras, hoy tan de moda, utilizadas por yuppies para programar no s¨®lo sus actividades diarias, sino incluso su propia personalidad. La agenditis puede provocar un grado de dependencia rayano en la toxicoman¨ªa. Pero, adem¨¢s, la filofax perfecta llega a ser una especie de identidad port¨¢til: el que la pierde deja de ser alguien, y el que la encuentra puede suplantar f¨¢cilmente al otro, s¨®lo tiene que seguir las instrucciones.A partir de esta idea, la pel¨ªcula del veterano y mediocre Arthur Hiller (Love story, El hombre de La Mancha, En ¨ªntima colaboraci¨®n) se convierte en una comedia de enredo basada en el intercambio involuntario de papeles entre dos personajes de caracter¨ªsticas opuestas: En este caso, el pr¨ªncipe y el mendigo son un alto ejecutivo de una empresa de publicidad y un presidiario experto en el robo de coches. La sensaci¨®n de d¨¦j¨¤ vu se impone a los pocos minutos de proyecci¨®n: Millonario al instante no es m¨¢s que una copia, levemente camuflada, de Entre pillos anda el juego; el resultado, por desgracia, est¨¢ a a?os luz de su modelo.

Mientras que la pel¨ªcula de John Landis es una comedia ingeniosa y bien construida que consigue dotar de cierta originalidad a un esquema cl¨¢sico, la de Hiller carece de gracia, de una estructura s¨®lida y de toda capacidad de sorpresa. El gui¨®n, escrito por Jill Mazursky (hija del director Paul Mazursky, que aqu¨ª interviene como productor ejecutivo) yJeffrey Abrahains no pasa de ser una colecci¨®n de chistes elementales sobre el modus vivendi de los yuppies adinerados, cuyo objetivo primordial es el lucimiento de James Belushi. Las peripecias vividas por los protagonistas son del todo previsibles y, por tanto, aburridas. El humor tiende m¨¢s al chascarrillo de cuartel que a la sutileza. Hiller, como de costumbre, se limita a cumplir con su oficio de un modo rutinario, fr¨ªo, impersonal.