El guajiro que llego a ser rey
Reynaldo Arenas, que se suicid¨® el 6 de diciembre de 1990, era, a juicio del cineasta N¨¦stor Almendros, no s¨®lo "el m¨¢s grande entre todos los intelectuales surgidos en Cuba con el nuevo r¨¦gimen de Castro", sino uno de los m¨¢s valientes: se opuso a Castro en el interior, y ,luego, en el exilio, no pact¨® con una intelligentsia que miraba mal a los disidentes cubanos.
Conoc¨ª a Reynaldo -tambi¨¦n le llamaban Rey-, como quien dice, "acabado de llegar del Mariel".Yo ya sab¨ªa de ¨¦l, naturalmente. Lo hab¨ªa incluso le¨ªdo en traducciones francesas antes de que se exiliara. Su leyenda de escritor disidente, de rebelde perseguido dentro de Cuba, hab¨ªa atravesado las fronteras.
Al verle me sorprendi¨® que la fama no hubiese hecho mella en ¨¦l. En su f¨ªsico y en su comportamiento segu¨ªa siendo un campesino cubano, un guajiro de tierra adentro. As¨ª sigui¨® siendo durante los 10 a?os en que vivi¨® en la mayor metr¨®poli del mundo: Nueva York. Nunca adquiri¨®, y siempre me llam¨® la atenci¨®n, los modales mundanos que se supone son necesarios para vivir en la gran ciudad. Este era -sea dicho de paso- uno de sus encantos, la autenticidad, su arma secreta de conquista.
Arenas es sin duda el m¨¢s grande entre todos los intelectuales surgidos en Cuba con el nuevo r¨¦gimen de Castro. El ¨²nico, dir¨ªa, que se puede codear con los grandes escritores surgidos en la Cuba republicana (burguesa, dir¨ªan los comunistas). Me refiero a escritores como Lezama, Cabrera Infante, Nov¨¢s Calvo...
Porque Arenas s¨®lo puede explicarse como una anomal¨ªa, como un fen¨®meno que escapa a las reglas. Para empezar, ?c¨®mo se puede entender que un campesino nacido en un villorrio de mala muerte, hijo de una mujer ignorante y humilde y de padre desconocido, llegase a ser reconocido mundialmente, traducido y publicado en las lenguas m¨¢s importantes? Anomal¨ªa tambi¨¦n que, despu¨¦s de haber obtenido un premio literario oficial dentro de Cuba, no se hubiese aprovechado Arenas, como tantos otros, de las ventajas y privilegios que el r¨¦gimen ofrece a los artistas que se doblegan y se someten. En su lugar, Arenas se atrevi¨® a lo ins¨®lito: desafiar a las autoridades culturales de la isla enviando, sin consulta, nuevos manuscritos al extranjero. Esta insolencia acabar¨ªa cost¨¢ndole la c¨¢rcel.
Desde dentro
?Qu¨¦ otro intelectual cubano de talla conocemos que se atreviese a tanto? Una gran parte de los creadores art¨ªsticos de la isla se adapt¨® vergonzosamente, convirti¨¦ndose inclusive en censores colaboracionistas. Otros aprovecharon viajes al extranjero para exiliarse y atacar al r¨¦gimen desde fuera y sin peligro. Casi solo, Rey desafi¨® desde dentro.
Y es que Reynaldo Arenas fue uno de los hombres m¨¢s valientes que he conocido, como el propio suicidio lo atestigua, ya al final del camino.
Al llegar al exilio pod¨ªa, como muchos otros, haberse dedicado exclusivamente a su obra literaria y alejarse de la cuesti¨®n cubana. Es sabido que hasta hace pocos a?os, parad¨®jicamente, el r¨¦gimen de Fidel Castro gozaba de las simpat¨ªas del mundillo intelectual y universitario de Occidente. Los concursos literarios no ve¨ªan con buenos Ojos a los exillados cubanos; las editoriales, tampoco.
En los pa¨ªses occidentales, una neutralidad discreta era lo que conven¨ªa a un exiliado cubano si quer¨ªa ser aceptado por la intelligentsia del mundo libre. Precisamente porque capt¨® de inmediato esa monstruosa subversi¨®n de valores, Reynaldo Arenas arremeti¨® sin cuartel, muchas veces, contra aquellos que debieron haberle acogido y apreciado.
Izquierda de sal¨®n
Pag¨® un precio muy alto. Su arriesgada actitud lo coloc¨® en la mirilla de esa caterva de seudointelectuales bien pensantes de una confortable izquierda de sal¨®n.
Mientras escrib¨ªa una ingente obra literaria, no s¨®lo por la calidad de lo escrito, sino por el n¨²mero de sus vol¨²menes -caso poco frecuente en las letras cubanas-, no s¨¦ d¨®nde encontraba tiempo para desplegar una intensa actividad pol¨ªtica contra la tiran¨ªa en Cuba.
Arenas fund¨® y anim¨® revIstas disidentes, escribi¨® cientos de art¨ªculos, organiz¨® manifestaciones callejeras, particip¨® en congresos incansablemente en varios pa¨ªses y sobre todo fue autor de la idea genial de exigir un plebiscito en la isla, para el que se recogieron m¨¢s de 200 firmas de figuras de estatura internacional. Con la campa?a del plebiscito, el castrismo qued¨® herido de muerte, finalmente descalificado ante la mi sma intelligentsia que antes lo ensalz¨®.
En estos d¨ªas, en Jap¨®n hay gente que se apresta a recordar a Reynaldo Arenas. Se me ha pedido un texto sobre Reynaldo para acompa?ar el homenaje nip¨®n, posiblemente tan relacionado al valor intelectual de Arenas como a la admiraci¨®n que desde esa cultura se siente por quien no s¨®lo hace su vida, sino que tiene tambi¨¦n el callado valor de terminarla.
Me complace que est¨¦ surgiendo esta especie de culto. S¨¦ que por M¨¦xico est¨¢ ocurriendo igual. All¨ª, como en el corrido de Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez, hay gente capaz de reconocer que Arenas "no tuvo trono ni reina," pero sigue siendo el rey". .
Un rey excesivo en su pasi¨®n de libertad, desmesurado en su genio, en su furia y en su amor por su tierra. Siempre he pensado, por ejemplo, que, de haber contado los cubanos de la disidencia no con uno, sino con tres hombres del temple de Reynaldo Arenas, ya Fidel Castro no estar¨ªa en el poder.
N¨¦stor Almendros, cineasta, naci¨® en Espa?a y vivi¨® por largo tiempo en Cuba hasta el momento de su exilio en Francia. Gan¨® el Oscar de Hollywood y el C¨¦sar de Par¨ªs. Codirigi¨® el premiado filme Nadie escuchaba. Est¨¢ ahora trabajando como director de fotograf¨ªa en Billy y Bathgate, interpretada por Dustin Hoffman y dirigida por Robert Benton.
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