"Soy un profesional"
SOL ALAMEDA A las 10.40 entr¨® en la sala del juicio el acusado Jos¨¦ Amedo Fo¨²ce; detr¨¢s, como siempre, Michel Dom¨ªnguez, el otro acusado. El primero, con la mirada ni alta ni baja, pero sin detenerla en ning¨²n punto concreto. Cuando ambos ocupan su lugar, de espaldas a la mampara de cristal antibala, aparecen los tres jueces que dictar¨¢n sentencia. Amedo los recibe puesto. en pie. El juicio comienza con unas palabras del presidente de la sala. Los acusados tienen derecho a la presunci¨®n de inocencia, a no declarar, a no declararse culpables.
Amedo tiene un aspecto saludable, como si llegara de una playa. Unas cuantas canas en las patillas, algo menos de pelo, camisa a rayas blancas y azules, traje azul marino, hombros y espalda perfectamente modelados. En forma y seguro. S¨®lo sus pies, embutidos en zapatos italianos, y que mueve r¨ªtmicamente, punta-tal¨®n, punta-tal¨®n, denotan nerviosismo. Pero tal vez s¨®lo sea un tic. Michel Dom¨ªnguez, visto de perfil, parece un gorri¨®n en invierno.
Comienzan las declaraciones. El tribunal llama a Amedo, que se levanta y camina hasta la silla instalada en medio de la sala. As¨ª, de cerca, Amedo produce ese desconcierto que provoca el rostro de un criminal confeso cuando lo ves en la tele, y te lleva a buscar en ¨¦l ese rasgo que explique sus actos. Acusado de un asesinato, de seis asesinatos frustrados, y de otros varios delitos, este hombre, ?tiene cara de mat¨®n? Sus rasgos y su modo de caminar s¨ª son los de un chulo integral.
La duda casi no existe. Es el hombre que estuvo en Lisboa con Labade, que estuvo en Ir¨²n el mismo d¨ªa del atentado contra el bar Batzoki. El juez Baltasar Garz¨®n lo tiene bien escrito en el sumario. ?l va negando una y otra vez esas coincidencias, bajo la mirada directa de su abogado, Gonzalo Casado. Como si de esa mirada dependiera que Amedo no cometa una contradicci¨®n. No la cometer¨¢ ante las preguntas del fiscal, un hombre suave en el tono y en el fondo; ni a lo largo de la ma?ana.
El acusado cuenta que entr¨® en la Brigada de Informaci¨®n de Bilbao en 1978, que se convirti¨® en jefe de su grupo I de esta brigada en el 80-81. Su trabajo consist¨ªa en captar informadores. "No quiero crearle confusi¨®n", dice el abogado de la acusaci¨®n Castells, "pero todos sus jefes dicen que no estaba destinado a la lucha contra ETA". "El que est¨¢ confuso es usted", le contesta Amedo. "En el Pa¨ªs Vasco no hay otro terrorismo que el de ETA".
Nunca tuvo quejas
Al abogado Calder¨®n, tambi¨¦n de la acusaci¨®n, le dice que nunca tuvo quejas de sus jefes. Que estuvo siempre bien considerado, que tuvo varias condecoraciones y que la ¨²ltima no se la dieron por todo este asunto. Declara ser muy bueno para la captaci¨®n de confidentes, puesto que desde ni?o se hab¨ªa movido en ese ambiente.
"Ten¨ªa mucha autonom¨ªa respecto del mando", dice m¨¢s tarde, "sobre todo a partir del momento que deb¨ªa cuidar por mi seguridad. Por eso llevaba siempre la pistola inontada". Incluso cuando tomaba consumiciones, como llama Amedo a tomar copas.
No es que tuviera miedo, "porque soy un profesional y deb¨ªa cumplir con mi deber, seguir en mi puesto". "Me ofrec¨ª para hacer de cebo de terroristas, y, para dejar a salvo la responsabilidad de mis superiores, propuse hacer un documento ante notario".
Amedo, como todos los que se creen muy valientes, a?ade: "Hay ambiente de temor en el Pa¨ªs Vasco. Muchos que est¨¢n citados para declarar en este juicio no vendr¨¢n por este motivo". Y despu¨¦s de esta afirmaci¨®n, que todos los presentes en el juicio ya conoc¨ªan, se termin¨® la sesi¨®n.
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