De Klerk avanza
EL PARLAMENTO de Pretoria ha abrogado la Ley sobre Registro de la Poblaci¨®n, en virtud de la cual toda persona, al nacer, era catalogada seg¨²n el color de su piel. De esa clasificaci¨®n racial depend¨ªan luego las condiciones de su vida: d¨®nde pod¨ªa residir, en qu¨¦ escuelas pod¨ªa estudiar, en qu¨¦ piscinas pod¨ªa ba?ar se, etc¨¦tera. Esa ley fue calificada acertadamente por un diputado del Partido Dem¨®crata como la "ley madre" de todo el sistema de apartheid. Su desaparici¨®n tiene, pues, un valor trascendental. Adem¨¢s, este paso viene a completar un conjunto de medidas adoptadas en los ¨²ltimos meses por el Parlamento surafricano que han modificado profundamente la situaci¨®n de la mayor¨ªa negra. En octubre de 1990 se anul¨® la norma que imped¨ªa a los negros acudir a los lugares de esparcimiento (piscinas, playas, caf¨¦s ... ) de los blancos. El 5 de junio se suprimieron tambi¨¦n otras dos leyes b¨¢sicas del apartheid: sobre la propiedad de la tierra y sobre las zonas de residencia.Si bien el Partido Conservador, en el que se concentra hoy la flor y nata del racismo, desarrolla grandes esfuerzos por impedir que desaparezca la discriminaci¨®n, llegando a acusar a De Klerk de "traicionar" a los blancos, el hecho m¨¢s notable es que el Partido Nacional, hoy encabezado por el mismo De Klerk -y que fue desde 1948 el campe¨®n del apartheid-, sea capaz de emprender una reconversi¨®n profunda de su pol¨ªtica. Sin la evoluci¨®n de amplios sectores de la poblaci¨®n blanca, las reformas no hubiesen podido prosperar. Sin embargo, a¨²n quedan cambios importantes por realizar y etapas muy complejas por superar antes de que se pueda considerar a Sur¨¢frica como un pa¨ªs liberado del racismo.
Por un lado, la abrogaci¨®n de una ley no acaba autom¨¢ticamente con pr¨¢cticas muy arraigadas en las costumbres del pa¨ªs. Ser¨¢n necesarios a?os -seg¨²n ha reconocido el propio De Klerk- para que en la cotidianidad desaparezcan las barreras raciales. Por otra parte, y es hoy el problema fundamental, sigue plenamente vigente lo que cabe calificar de apartheid pol¨ªtico. Los negros, la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n total, siguen careciendo del derecho de voto; est¨¢n privados de toda v¨ªa legal de participael¨®n en la direcci¨®n del pa¨ªs. Es m¨¢s, incluso despu¨¦s de la anulaci¨®n del registro por razas, la separaci¨®n racial seguir¨¢ siendo la base -hasta que no se apruebe una nueva Constituci¨®n- de todo el sistema pol¨ªtico. Hoy existen tres c¨¢maras: de mestizos, de indios y de blancos. Las dos primeras s¨®lo se ocupan de asuntos internos de las comunidades respectivas. S¨®lo la ¨²ltima es un verdadero Parlamento y decide sobre los problemas del Estado.
En estas condiciones, Nelson Mandela pone en el primer plano de sus demandas la convocatoria de una Asamblea Constituyente con participaci¨®n de toda la poblaci¨®n y la creaci¨®n de un Gobierno povisional que asuma el poder hasta que se llegue a la adopci¨®n de una Constituci¨®n realmente democr¨¢tica. De Klerk- tiene, obviamente, otras intenciones: no renuncia a enfrentar a otros dirigentes negros con Mandela, disminuir la autoridad de ¨¦ste en las negociaciones y encontrar una f¨®rmula para que el ejercicio pleno de la democracia, con los negros integrados en el censo electoral, no se traduzca en el trasvase del poder a sus manos. Con vistas a la etapa compleja que debe abrirse ahora -y en la que es imprescindible un esp¨ªritu conciliador por ambos lados para posibilitar soluciones de consenso-, De Klerk se esfuerza por lograr que la comunidad internacional levante las sanciones impuestas a causa del apartheid. Los pasos dados para suprimir ¨¦ste han sido important¨ªsimos, pero los hechos han demostrado que la presi¨®n internacional ha sido eficaz y ¨²til. Y puede ser conveniente que no deje de hacerse sentir hasta que la evoluci¨®n en marcha resuelva los graves problemas pendientes.
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