Esti¨¦rcol
IGNACIO CARRI?N
Me hallo en el prado eterno sentado a la diestra del supremo astado. Soy Sult¨¢n, aquel valioso semental adquirido por Juan Hormaechea en el momento ¨¢lgido de su mandato. Como recordar¨¢n, me romp¨ª las cuatro patas en un salto y perd¨ª la vida despu¨¦s de d¨¢rsela a cientos de miles de terneros. Desde las alturas sigo con regocijo los sucesos de mi Cantabria querida y del resto de la caba?a nacional. Aunque siempre me he considerado un toro verdaderamente serio, confieso que hoy mis carcajadas tienen poco que envidiar a las de la c¨¦lebre vaca que r¨ªe.?Qui¨¦n Iba a decirme que el ganadero de la derecha al que mi amo llamaba Charlot¨ªn para animarme a procrear acabar¨ªa trag¨¢ndose sus propios mugidos y rumiando en el mismo corral que quien tanto le insultaba? ?Qu¨¦ clase de becerros alumbrar¨¢ la pareja?
Despu¨¦s acerco el Ojo y veo desde las alturas lo que no ve nadie: veo al comisario Jos¨¦ Amedo, que algunos testigos no reconocen por Jos¨¦, sino por Thomas o Tom¨¢s. Con la sabidur¨ªa del manso pronostico el final de ese juicio en el que hay que decir toda la verdad, menos la que se ha olvidado, sin re¨ªrse nunca porque as¨ª lo ordena el juez. Jos¨¦ ser¨¢ absuelto; Thomas y Tom¨¢s, condenados.en rebeld¨ªa. Y los GAL, como si tal.
Alargo luego la testuz. Asomo el hocico para olfatear en la otra direcci¨®n. Recibo una descarga el¨¦ctrica sin anestesia como los internos amarrados en el psiqui¨¢trico de Le¨®n, ajenos a los documentos de Filesa. Pero ?ser¨¢n ¨¦stas las criaturas responsables de la demencial financiaci¨®n del PSOE?
Por hoy ya no me atrevo a embestir hacia Naseiro y sus amigos de la oposici¨®n. El esti¨¦rcol apesta igual a ambos lados del pesebre. Lo m¨¢s que puedo hacer es mover el rabo y espantar entre este hedor las infinitas moscas que a¨²n ascienden.
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