Impresionante cogida de Luis Reina
Tremenda cogida la que sufri¨® Luis Reina cuando saludaba de capa al cuarto toro, que era sobrero y apabullante gal¨¢n. Hizo mal en saludarlo. Toros as¨ª no merecen que se les trate con cortes¨ªa. Y no por apabullante gal¨¢n; por pregonao. Luis Reina se hizo presente en los medios, capote bien dispuesto, y cargaba la suerte en las ver¨®nicas a pesar de que el toro las tomaba pegando cornadas. Sucedi¨® lo que se tem¨ªa: una de las cornadas alcanz¨® al torero, con tanta violencia que lo lanz¨® al aire como un pelele y cay¨® pesadamente de espaldas. A¨²n se revolvi¨® el toro, vapuleando con las astas el cuerpo ca¨ªdo; un hachazo al cuello fue a parar al vac¨ªo, de all¨ª al revuelo de capotes que ya estaban al quite; Reina consigui¨® incorporarse pero rod¨® por el suelo, perdido el conocimiento; subalternos y asistencias se lo llevaron a la enfermer¨ªa a todo correr. La espantosa voltereta hab¨ªa tra¨ªdo el recuerdo de Julio Robles y Nime?o II... La consternaci¨®n era muy grande.Qued¨® en la plaza el torazo pregonao, y a Emilio Silvera le correspond¨ªa el compromiso de lidiarlo. Las cuadrillas se portaron magn¨ªficamente. El pe¨®n Jos¨¦ Castilla asumi¨® personalmente la brega con valent¨ªa y eficacia, y Jos¨¦ Luis Bote, siempre en su sitio y atento al quite, ech¨® una mano cuando fue menester. Silvera machete¨® por la cara pues el toraco estaba a la defensiva y lo liquid¨® de un sartenazo.
Albaserrada / Reina, Silvera, Bote
Cinco toros del marqu¨¦s de Albaserrada (uno fue rechazado en el reconocimiento), con trap¨ªo y encastados; inv¨¢lidos 4? (devuelto al corral) y 6?. 5? del conde de Cabral, cinque?o, terciado, feo y flojo. 4? sobrero de Sotillo Guti¨¦rrez, de impresionante trap¨ªo, manso pregonao.Luis Reina: tres pinchazos, bajonazo y descabello (silencio); cogido al recibir al 4?. Emilio Silvera, que confirm¨® la alternativa: pinchazo y estocada corta perpendicular baja (silencio); media escandalosamente baja (aplausos y saludos); dos pinchazos bajos y estocada corta descaradamente baja (silencio). Jos¨¦ Luis Bote: pinchazo y estocada corta trasera (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo, media trasera ca¨ªda y cinco descabellos (palmas y saludos). Reina sufre traumatismos craneoencef¨¢lico y cervical con probable lesi¨®n ¨®sea. Pron¨®stico grave. Plaza de Las Ventas, 23 de junio. Cerca de media entrada.
Al toro siguiente, un cinque?o del conde de Cabral, corto, cabez¨®n, feo de cara y medio tullido, Emilio Silvera s¨®lo pudo hacerle una faena voluntariosa. Mala suerte la del diestro onubense en la tarde solemne de su confirmaci¨®n de alternativa, es cierto. Pero no es menos cierto que, antes, el Albaserrada de la confirmaci¨®n hab¨ªa exhibido encastada nobleza. El pundonor de Silvera fue entonces evidente, mas su decisi¨®n para quedarse donde uno se debe quedar cuando de ligar los pases se trata, ya no lo fue tanto. La p¨¦rdida de terrenos al rematar las suertes, el escaso temple, quiz¨¢ los nervios, produjeron que el toro de encastada nobleza acabara en el desolladero sin que nadie le hubiera hecho el toreo verdadero.
Los Albaserrada, ese y cuantos se llegaron ¨¢ lidiar, tuvieron cierta bravura, casta buena y s¨®lo les falt¨® mayor fortaleza f¨ªsica para dar el resultado que quieren los toreros cabales y admiran los aficionados de pro. Uno de esos toreros cabales es Luis Reina, y estuvo decidido -aunque no templado- con el primero, incierto por el pit¨®n izquierdo, manejable por el derecho. Otro torero cabal es Jos¨¦ Luis Bote.
Jos¨¦ Luis Bote es torero cabal, desde luego, y tiene especial relevancia que se le est¨¦ viendo m¨¢s torero -cabal- cada d¨ªa. Jos¨¦ Luis Bote lidia con autoridad y torea con exquisitez. Un toro flojo y otro absolutamente inv¨¢lido ruidosamente protestado -cuya permanencia en el ruedo s¨®lo se puede explicar desde la sinraz¨®n del presidente- le impidieron redondear sendas faenas en las que interpret¨® el toreo puro, ci?endo la embestida y embarc¨¢ndola con arm¨®nica suavidad. Cuando Bote adelantaba la muletilla, se tra¨ªa al toro humillado, le daba salida detr¨¢s de la cadera y ya estaba de nuevo la muletilla delante para que la embestida no perdiera su celo, all¨ª ol¨ªa a torero. Es un aroma peculiar, que ni se compra ni se vende. A quien Dios se lo da, San Pedro se lo bendice. Y a quien no, pues va por la tauromaquia de figura profesional y trabajadora, ya le pueden echar encima cuanto incienso gastan en el Vaticano, que siempre le estar¨¢ cantando el aler¨®n.
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