Las grandes tiendas ganan en Gran Breta?a la partida a las librer¨ªas
El negocio del libro sigue funcionando sobre una base de confianza mutua
En el negocio editorial brit¨¢nico, como en la mayor¨ªa de los campos comerciales a lo largo y ancho del planeta, la tendencia se orienta inevitablemente hacia las grandes tiendas y los sistemas racionalizados. Las grandes librer¨ªas pueden permitirse una m¨¢s avanzada tecnolog¨ªa de comunicaciones. Actualmente, adem¨¢s, las cadenas de supermercados, con sus bien organizados almacenes y flotas de camiones, tienden m¨¢s y m¨¢s a tratar el libro como algo que el cliente que compra de una vez quiz¨¢ desee adquirir al hacer su compra global.
Pese a la nostalgia (a menudo meramente novelesca) de los amantes de la literatura por la peque?a librer¨ªa perfectamente provista y propiedad de una persona asombradamente cultivada, esta evoluci¨®n del negocio no parece hacer mal servicio a los lectores brit¨¢nicos. Recuerdo la protesta suscitada en mi barrio de Hampstead, en el noroeste de Londres cuando una peque?a librer¨ªa fue echada del negocio por una nueva tienda de la cadena Waterstone's, a su vez propiedad de la gigantesca compa?¨ªa W. H. Smith. Waterstone's; sin embargo, con sus grandes stocks y su personal joven, activo, atento y experto, ofrece un mejor servicio y atrae a un mayor n¨²mero de clientes que la librer¨ªa tradicional, por muchas que sean las virtudes de este tipo de comercios. En cuanto a los supermercados, sus detractores deber¨ªan preguntarse si no es mejor una gran tienda con libros de todo tipo que otra sin ninguno en absoluto.Por bien que una librer¨ªa sirva a su clientela, todo el proceso operativo tal vez parezca pesado e ineficaz a ojos de un observador ajeno al negocio. ?No funcionar¨ªa mejor nuestro negocio de los libros si operara como en Holanda, Alemania y uno o dos pa¨ªses m¨¢s de Europa occidental, donde editores y libreros son copropietarios de una red de puntos centrales de distribuci¨®n? Los comerciantes brit¨¢nicos del ramo no opinan de este modo. En este pa¨ªs, que a menudo ha visto sus monopolios paralizados por las disputas industriales, toda centralizaci¨®n se mira con recelo. Y en ¨¦l se vive asimismo con cierto orgullo el grado en que tal gigantesco y vetusto negocio sigue funcionando sobre una base de confianza mutua. (Es algo muy normal que el repartidor de una distribuidora tenga la llave de la librer¨ªa del cliente, de forma que pueda realizar la entrega aun cuando la tienda est¨¦ cerrada).
Tom Davidson, director de distribuci¨®n brit¨¢nico del grupo editor anglo-norteamericano Harper Collins, surte a media docena de los m¨¢s grandes mayoristas del Reino Unido, todos ellos con un fondo de t¨ªtulos representativo de las m¨¢s importantes editoriales del pa¨ªs. Pero afirma surtir asimismo a 60 u 80 peque?os distribuidores regionales o especializados, bien circunscritos a una zona determinada del pa¨ªs -como Escocia o el Pa¨ªs de Gales- o dedicados a una espec¨ªfica l¨ªnea de productos -biblias, por ejemplo, o mapas- Harper Collins da salida a una media semanal de 1,5 millones de ejemplares en el Reino Unido. Los distribuidores ofrecen menores descuentos que las editoriales, y por tanto, los libreros, siempre que pueden, prefieren acudir directamente a las propias empresas. En ellas comprar¨¢n quiz¨¢ un 10%, m¨¢s barato, pero a menos que soliciten un considerable n¨²mero de ejemplares se ver¨¢n obligados a esperar: empaquetar y facturar unos cuantos libros no resulta demasiado rentable, m¨¢xime cuando las facturas se pagan con lentitud (en el Reino Unido, al menos, donde los editores conceden por lo general 40 d¨ªas para pagar. En periodos de recesi¨®n como el actual, a menudo han de esperar mucho m¨¢s tiempo).
Con los grandes clientes la cosa es diferente. Una cadena de librer¨ªas como Waterstone's recibir¨¢ sus pedidos directamente de los editores en menos de una semana a trav¨¦s del teleordering, sistema inform¨¢tico que, mediante el empleo de los c¨®digos de barras en las cubiertas de los libros, facilita asimisimo la comprobaci¨®n de existencias y las labores de archivo. Los libreros se quejan de que el sistema sigue exigiendo un papeleo casi decimon¨®nico para la facturaci¨®n y las notas de entrega. pero generalmente se admite que el teleordering ha mejorado sustancialmente los tiempos de entrega.
Traducci¨®n: Jes¨²s Zulaika.
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