La confusi¨®n
LA POL?TICA espa?ola atraviesa momentos de bastante confusi¨®n. Ello explica que gestos o palabras que en otras circunstancias hubieran pasado casi inadvertidos cobren ahora inusitado relieve. Las referencias contenidas en recientes discursos del Rey a los riesgos que para el sistema democr¨¢tico se derivar¨ªan de tentaciones como las del inmovilismo, la desidia o la corrupci¨®n han sido acogidas con una matizada prevenci¨®n (e incluso aprensi¨®n) por parte de algunos pol¨ªticos, que se preguntan si esas incursiones en aspectos latentes de la actualidad no desbordan el marco de las funciones que la Constituci¨®n atribuye a la Corona. Es leg¨ªtimo pregunt¨¢rselo, pero la respuesta m¨¢s razonable es que no hay fundamento para tales recelos: nada permite suponer que exista una deliberada voluntad de intromisi¨®n en el debate pol¨ªtico partidista por parte de don Juan Carlos; mientras que hay motivos para interpretar sus palabras como una discreta y m¨¢s bien gen¨¦rica incitaci¨®n al fortalecimiento de las virtudes p¨²blicas, en una onda similar a la de otros discursos anteriores.Pero es probable que ese eco alcanzado por las opiniones del Rey est¨¦ relacionado con su proximidad temporal a las declaraciones algo enigm¨¢ticas realizadas el pasado lunes por el presidente del Gobierno, y las reacciones que produjeron. Declaraciones, por otra parte, que la experiencia aconseja considerar a la luz del efecto que producen en determinados medios, singularmente del propio partido socialista.
Si aceptamos ese punto de vista, las frases aparentemente triviales deslizadas por Gonz¨¢lez en los Alc¨¢zares sevillanos sobre la necesidad de "trabajar duro" para, superando la tentaci¨®n de "cerrar filas", avanzar hacia una "decidida renovaci¨®n", contendr¨ªan alg¨²n aviso inquietante para sectores del aparato de su propio partido. Inquietud que estar¨ªa relacionada con el hecho probable de que se trate del mismo mensaje transmitido unos d¨ªas antes a la ejecutiva socialista en la reuni¨®n en que se acord¨® destituir en sus funciones a los dirigentes m¨¢s directamente tocados por el esc¨¢ndalo de la financiaci¨®n paralela del PSOE. La reiteraci¨®n del mensaje ante los periodistas tendr¨ªa el sentido de dar naturaleza p¨²blica a una advertencia hecha antes a puerta cerrada.
Como tal parece haber sido tomada, en cualquier caso, por el portavoz socialista en el Congreso, Eduardo Mart¨ªn Toval, persona muy representativa de esos sectores a los que parece sospechosa cualquier menci¨®n a la renovaci¨®n interna: sus reticentes comentarios sobre el liderazgo de Felipe Gonz¨¢lez no tendr¨ªan mayor inter¨¦s si no fuera porque recuerdan demasiado el retint¨ªn con el que ese portavoz acentu¨® en su d¨ªa sus valoraciones sobre acontecimientos como la aceptaci¨®n de la dimisi¨®n de Alfonso Guerra, la entronizaci¨®n de Serra como vicepresidente o la composici¨®n del nuevo Gobierno. Esa reacci¨®n podr¨ªa indicar entonces que la desmoralizaci¨®n perceptible en las Filas socialistas tras el esc¨¢ndalo Filesa ha aconsejado a Felipe Gonz¨¢lez tomarse en serio su papel como secretario general del PSOE. Algo que ciertamente no podr¨ªa dejar de suscitar la desconfianza del guerrismo m¨¢s resistencial, atrincherado en el partido y cuyo poder deriva precisamente de su capacidad de interferencia -v¨ªa grupo parlamentario, por ejemplo- sobre el Gobierno.
Sin embargo, el debate sobre la renovaci¨®n interna del Partido Socialista Obrero Espa?ol, su apertura a la sociedad, la renuncia a los h¨¢bitos sectarios (la perestroika socialista enunciada hace un a?o y luego archivada a la espera de mejor ocasi¨®n), siendo ternas de indudable inter¨¦s, apenas guardan relaci¨®n directa con el asunto concreto, demasiado concreto, que provoc¨® los ceses de Carlos Navarro y Guillermo Galeote y las reflexiones m¨¢s o menos amargas que les acompa?aron.
El deseo de los dirigentes socialistas de cambiar de conversaci¨®n, alegando que hay asuntos m¨¢s importantes, es psicol¨®gicamente comprensible; tambi¨¦n lo es su esperanza de que la proclamaci¨®n de un renovado celo por las virtudes de anta?o haga olvidar las miserias de hoga?o. Pero para que alguien pueda tomarse en serio esos prop¨®sitos de la enmienda ser¨ªa imprescindible que renunciasen a seguir consol¨¢ndose con la enso?aci¨®n de que todo es una conspiraci¨®n de los enemigos del alma socialista: el demonio de la derecha, el mundo de la prensa y la carne de los elementos antipartido.
Pues si bien sigue siendo cierto que hay personas interesadas en fomentar el confusionismo mediante generalizaciones y. exageraciones, algo ha cambiado: antes los manipuladores y pescadores en r¨ªo revuelto se ve¨ªan obligados a trabajar con materiales inventados. Ahora pueden extraerlos de la realidad.
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