Paradojas italianas
MIENTRAS EL ministro de Exteriores italiano, De Michelis, est¨¢ desempe?ando un papel relevante en las gestiones de la Comunidad Europea para impedir la guerra civil de Yugoslavia, la pol¨ªtica interna de su pa¨ªs atraviesa uno de los momentos de mayor confusi¨®n. Es m¨¢s: la crisis pol¨ªtica est¨¢ afectando a la econom¨ªa italiana en relaci¨®n con el lugar que ocupa en el marco mundial, y muchos piensan que su inclusi¨®n entre los siete grandes (pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo) resulta escasamente justificada. Con este panorama, los partidos pol¨ªticos italianos siguen dedicando gran parte de sus energ¨ªas a juegos florentinos, sin que aparezcan, por ahora, ni propuestas claras de reforma institucional ni proyectos de nuevas alianzas pol¨ªticas para establecer las bases de una gobernabilidad duradera.Con ese tel¨®n de fondo, quiz¨¢ las conclusiones de] congreso del partido socialista celebrado en Bari ofrezcan elementos de cierta originalidad para una reflexi¨®n sobre el futuro. Y ello porque ha conseguido la resurrecci¨®n de una izquierda socialista casi borrada de la escena durante un largo periodo por el autoritarismo craxiano. Esta izquierda, en la que Figuran personalidades como Signorile y el ministro Ruffolo, ha tenido incluso el apoyo de Martinelli, vicepresidente del Consejo de Ministros. Su propuesta es la necesidad de preparar un acuerdo con el Partido Democr¨¢tico de Izquierda -antiguo partido comunista- y de abrir paso a f¨®rmulas de gobierno que no est¨¦n, como ha ocurrido en el ¨²ltimo medio siglo, condicionadas por la Democracia Cristiana (DC).
Craxi ha logrado que esa cuesti¨®n no se convierta en factor de divisi¨®n. No rechaz¨® ni acept¨® la propuesta: simplemente la aplaz¨®. El secretario general del PSI considera que, a corto plazo, la pol¨ªtica del partido ser¨¢ la de gobernar conjuntamente con la Democracia Cristiana, y quiz¨¢ en una nueva coyuntura pol¨ªtica -despu¨¦s de 1992- podr¨ªa replantearse la t¨¢ctica. Una de las conclusiones m¨¢s significativas del congreso fue la de demandar a la DC que aclare de una vez sus contradicciones internas; o, mejor dicho, sus contradicciones con el presidente Cossiga, el cual, con un impacto popular que no se puede ignorar, prosigue su campa?a a favor de una reforma de tipo presidencialista, con inequ¨ªvocas acusaciones a los vicios de la clase pol¨ªtica. ?Cu¨¢nto tiempo podr¨¢ seguir esta situaci¨®n de enfrentamiento entre el jefe del Gobierno y el presidente de la Rep¨²blica? En esa lucha, Craxi se sit¨²a claramente al lado de Cossiga. La raz¨®n es obvia: la reforma institucional que Craxi desea es asimismo el presidencialismo, convencido de que ¨¦l ser¨¢, si tiene poderes constitucionales para ello, el hombre capaz de dar a Italia un Gobierno eficaz.
De momento, los socialistas gobiernan con los democristianos, que, a su vez, se enfrentan con Cossiga. Craxi no ha querido asumir la responsabilidad de la crisis. Su c¨¢lculo es que ¨¦sta se producir¨¢ como consecuencia de las rivalidades internas de la DC, la cual tendr¨¢ que asumir la iniciativa de una nueva crisis de Gobierno y, probablemente, de unas elecciones anticipadas. Si ¨¦stas tienen lugar, no existe seguridad de que sus resultados ofrezcan condiciones para una renovaci¨®n del escenario pol¨ªtico.
Lo inquietante de la pol¨ªtica italiana es su semejanza a un tiovivo que da vueltas y vueltas en tomo a los mismos problemas, sin que aparezcan indicios suficientes de soluciones para los graves problemas del pa¨ªs. Porque, mientras tanto, el crimen manda en amplias zonas del sur, los cuerpos del Estado se desmoralizan y el ciudadano pierde confianza en la pol¨ªtica. Es un ejemplo de los da?os que puede hacer a un sistema democr¨¢tico -tan meritorio, por otro lado, si se piensa en lo que ha aportado a la historia de Italia- una partitocracia en la que los intereses de partido van suplantando el contacto vivo con las realidades del pa¨ªs.
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