Esc¨¢ndalo bancario
EL CIERRE del Bank of Credit and Commerce International (BM) -s¨¦ptimo banco privado del mundo, con un volumen de negocios de m¨¢s de 20.000 millones de d¨®lares y oficinas en 69 pa¨ªses, entre ellos Espa?a- es un aviso sobre la vulnerabilidad e ineficacia de determinadas reglas del sistema financiero internacional. Tambi¨¦n lo es sobre la falta de escr¨²pulos de la que hacen gala algunos de sus protagonistas. Al menos desde 1988, a?o en que se descubri¨® una operaci¨®n a gran escala de blanqueo de dinero del narcotr¨¢fico, las autoridades monetarias de los principales pa¨ªses donde operaba el BCO estaban advertidas de las extra?as actividades de la entidad. Su liquidaci¨®n, decidida simult¨¢neamente el pasado 5 de julio por el Banco de Inglaterra y por las autoridades de Luxemburgo, EE UU, Suiza, Francia y Espa?a, ha puesto al descubierto uno de los fraudes m¨¢s grandes en la historia de las bancarrotas bancarias: en torno a los 15.000 millones de d¨®lares.Ahora se trata primero, de saber exactamente lo que ha pasado y, despu¨¦s, de limitar al m¨¢ximo los da?os. De garantizar, en lo posible, los dep¨®sitos de las decenas de miles de clientes (unos 100.000 s¨®lo en el Reino Unido y unos 20.000 en Espa?a) que han confiado en la gesti¨®n del banco y los puestos de trabajo de sus 12.000 empleados, de los que unos 300 lo eran en Espa?a. Pero tambi¨¦n de tomar las medidas pertinentes para que este tipo de esc¨¢ndalos anunciados se corte cuanto abtes, de investigar las connivencias que otorgan a tales actuaciones la respetabilidad que no tienen y, desde luego, de descubrir las posibles tramas corruptas que permiten su implantaci¨®n en el sistema financiero. Defender los intereses de los clientes modestos con el paraguas del Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos no deber¨ªa suponer una innominada licencia para estafar a la que tan proclives parecen ser determinados especuladores. La Asociaci¨®n Espa?ola de la Banca Privada (AEB) y las autoridades monetarias deber¨ªan buscar y debatir una f¨®rmula que permitiera deslindar n¨ªtidamente el grano de la paja bancaria sin que la rentabilizaran en su propio provecho los aventureros de las finanzas. La ¨²ltima de sus proezas puede llegar a costar 21.000 millones de pesetas a los contribuyentes.
Desde que el 9 de octubre de 1988 agentes de Aduanas norteamericanos descubr ieron en la sucursal del BCO en Tampa (Florida) una operaci¨®n de blanqueo de 32 millones de narcod¨®lares, la mala reputaci¨®n del banco se hizo imparable. Entre sus clientes figuraban gentes tan poco presentables como los grandes jefes del cartel de Medell¨ªn, el general paname?o Manuel Antonio Noriega, la familia Duvalier de Hait¨ª o los Marcos de Filipinas. La colaboraci¨®n internacional ha desempe?ado, quiz¨¢ por primera vez, un papel fundamental en la denuncia de estas pr¨¢cticas financieras heterodoxas. Lo cual constituye un ¨¦xito nada desde?able si se tiene en cuenta la dificultad que supone el secreto bancario o la existencia de los llamados para¨ªsos fiscales.
Sin embargo, en supuestos como el protagonizado por el BCCI, la colaboraci¨®n internacional debe extenderse tambi¨¦n a la erradicaci¨®n de las causas que los producen y a la eliminaci¨®n de sus secuelas. De confirmarse la implicaci¨®n del BCCI en el blanqueo de beneficios del narcotr¨¢fico supone, entre otras cosas, un golpe indudable a la credibilidad del sistema bancario. Pero a¨²n lo ser¨ªa m¨¢s cualquier indicio de permisividad ante pr¨¢cticas como el desv¨ªo de fondos, falsas contabilidades, simulaci¨®n de p¨¦rdidas, concesi¨®n de cr¨¦ditos at¨ªpicos, que son, en definitiva, las que han provocado el cierre del BCCI.
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