Votar a matar
En un texto recientemente aparecido en la revista Claves, V¨ªctor P¨¦rez D¨ªaz llama la atenci¨®n sobre dos caracter¨ªsticas del terrorismo vasco: su latente racionalidad y la tibia pasividad con que viene siendo acogido por la opini¨®n p¨²blica espa?ola. Pasados los comicios, y ante el reciente recrudecimiento de la violencia, conviene ampliar estos argumentos, a fin de recordar la urgente necesidad de resolver tan grave problema.La organizaci¨®n armada del independentismo vasco no es ni una banda de extorsionadores mafiosos (que se escudar¨ªan en una ideolog¨ªa ad hoc para legitimar la obtenci¨®n criminal de sus recursos de pervivencia) ni tampoco una secta de iluminados fan¨¢ticos (compulsivamente obligados por sus intransigentes convicciones a morir o a matar). Por el contrario, se trata de un movimiento social que, de acuerdo a la ¨®ptica de la escuela de la movilizaci¨®n de recursos (Tilly, Oberschall, etc¨¦tera), optimiza racionalmente sus recursos t¨¢cticos (tanto instrumentales como expresivos, desde su infraestructura log¨ªstica y su capacidad eficaz de matar hasta sus aparatos ideol¨®gicos de adoctrinamiento y propaganda, desplegados a trav¨¦s de sus redes organizativas de solidaridad) a fin de poder maximizar el cumplimiento de sus objetivos estrat¨¦gicos.
Admitir el racionalismo extremo del independentismo vasco no implica refutar la perspectiva weberiana de la doble moral (como si los etarras supieran supeditar sus convicciones al c¨¢lculo de las consecuencias), sino adoptar m¨¢s bien una perspectiva clausewltziana, que entiende la guerra como una continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios. Mientras les siga resultando pol¨ªticamente rentable matar, los miembros de ETA continuar¨¢n estando racionalmente decididos a matar. Por consiguiente, la pregunta que debemos formularnos ser¨ªa la siguiente: ?por qu¨¦ les sigue resultando pol¨ªticamente rentable matar? Y la respuesta podr¨ªa ser ¨¦sta: pues porque matar les confiere mayor poder pol¨ªtico del que lograr¨ªan sin hacerlo, compitiendo en igualdad de condiciones con sus adversarios potenciales, incapaces de matar. ?C¨®mo renunciar gratuitamente a ese excedente de poder del que disponen gracias a su eficacia letal? ?Qui¨¦n, en su mismo lugar, dejar¨ªa de ejercer ese poder f¨¢ctico que han adquirido como herencia legada por la transici¨®n a la democracia?
En democracia, el poder f¨¢ctico se desperdicia si no se logra refrendarlo en las urnas. Por tanto, para conservar su cuota de poder pol¨ªtico, los independentistas vascos no s¨®lo deben seguir matando, sino que deben adem¨¢s seguir cosechando ese 20% de votos del electorado vasco que aproximadamente controlan, pues la eficacia matadora de ETA de nada servir¨ªa sin su capacidad de traducirse efectivamente en votos. De hecho, los etarras matan para que se les siga votando, pues en cuanto dejaran de matar autom¨¢ticamente se les dejar¨ªa de votar. As¨ª, el fin son los votos y las muertes los medios. Pero votos y muertes resultan tan inextricablemente vinculados que se produce la conocida inversi¨®n de fines por medios, y las muertes pasan a constituir un fin en s¨ª mismo, como ¨²nica llave de los votos, sin la que ¨¦stos se perder¨ªan sin remedio. "Mato, luego existo, pues me votan", se dice el etarra cartesiano. En efecto, si matar les resulta pol¨ªticamente rentable es porque les permite disfrutar de unos votos que, sin esa eficacia matadora, no cosechar¨ªan.
?Por qu¨¦ votan a ETA sus electores? ?S¨®lo por la fascinaci¨®n morbosa que pueda ejercer su carisma letal? Una vez m¨¢s, hay que prescindir, tambi¨¦n aqu¨ª, de las habituales explicaciones al uso, generalmente basadas en el irracionalismo, la frustraci¨®n o la simple perversldad. No: si la gente vota a ETA no es por convicci¨®n, maldad, fascinaci¨®n o voto de protesta, sino, mucho m¨¢s prosaicamente, porque ello satisface su propio inter¨¦s racional. La teor¨ªa del comportamiento electoral predice que se elige aquella candidatura que, a la luz retrospectiva de la experiencia conocida, promete defender mejor los intereses pol¨ªticos del elector. Por ello, no se elige tanto la candidatura con la que exista mayor identificaci¨®n ideol¨®gica como aquella que parezca disponer de mayor poder pol¨ªtico.
Pues bien, por eso votan sus electores a ETA: s¨®lo porque es fuerte, y dispone del poder f¨¢ctico de hacer cumplir su voluntad. Es decir, sus electores votan a ETA porque mata, y la seguir¨¢n votando mientras contin¨²e matando. En consecuencia, en cuanto ETA dejase de matar, perder¨ªa su poder pol¨ªtico (al perder sus f¨¢cticos poderes letales que le permiten coaccionar a los dem¨¢s), y sus electores dejar¨ªan de votarla. He aqu¨ª la clave del c¨ªrculo vicioso del poder pol¨ªtico del independentismo armado. Los etarras matan como recurso racional para mantener su cuota de poder pol¨ªtico a trav¨¦s de las urnas. Y sus electores les votan como recurso racional para mejor defender sus intereses pol¨ªticos, eligiendo la candidatura f¨¢cticamente m¨¢s poderosa.
?C¨®mo romper la l¨®gica perversa de este c¨ªrculo? Una de dos: o se logra que ETA pierda su poder de matar (confiando en la siempre dudosa eficacia policial), o se logra que sus electores dejen de votar a matar. Desgraciadamente, es en este ¨²ltimo sentido, el de las medidas pol¨ªticas, donde m¨¢s contraproducentes parecen las que suelen proponerse: la ?legalizaci¨®n de la oficina electoral de ETA (que es HB) o el recorte de su derecho a la libertad de expresi¨®n. No. Aqu¨ª, lo ¨²nico ilegal debe ser matar y coaccionar con armas. Pero nunca debe ser ?legal votar a ETA ni dar vivas a su efecto letal.
Entonces, ?qu¨¦ hacer? Pues tratar de influir pol¨ªticamente sobre los aut¨¦nticos inductores de los cr¨ªmenes de ETA, que no son los funcionarios de HB, como suele creerse, sino los votantes que con sus votos entregan a ETA un cheque en blanco con licencia para matar. Por supuesto, no se puede perseguir judicialmente a los votantes de ETA, pero s¨ª se les puede perseguir moralmente, record¨¢ndoles que no son meros encubrldores y c¨®mplices (como los funcionarios de HB), sino, lo que es mucho peor, aut¨¦nticos inductores, emboscados en su anonimato electoral, que, con su voto manchado de sangre, tiran la piedra y esconden la mano, sin querer asumir su inequ¨ªvoca responsabilidad letal.
Como inexpertos reci¨¦n llegados a la democracia, solemos mitificar el sagrado derecho a la libertad de voto. Y es cierto que, jur¨ªdicamente, debe haber una total libertad de voto: hasta para votar a matar. Pero nunca se puede ser moral o pol¨ªticamente libre para votar a matar. Por ello, al igual que mediante el pacto de Ajurla Enea los partidos vascos han decretado el ostracismo pol¨ªtico contra HB, lo mismo debemos hacer los ciudadanos votantes: decretar el ostracismo civil contra los electores de HB, que son los responsables ¨²ltimos de las muertes causadas por ETA. Coexistamos jur¨ªdicamente con sus cuerpos, pero, ya que ejercen tan homicidamente su libertad de voto, rehusemos convivir civilmente con sus personas: rechacemos su mano, ignoremos su palabra, renunciemos a su trato, volv¨¢mosles la espalda y negu¨¦monos a compartir con ellos la misma comunidad. Ech¨¦moslos de nuestra casa, separ¨¦moslos de nuestra familia y excluy¨¢moslos del ¨¢mbito de nuestra amistad. Pues quien con su voto tinto en sangre pervierte as¨ª la ciudadan¨ªa no merece ser reconocido en p¨²blico como un ciudadano m¨¢s.
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