El Floridita recupera su esplendor
El exquisito establecimiento que hizo famoso Hemingway reabre sus puertas en La Habana
La Habana ha recuperado, en medio del caluroso verano caribefio, uno de los pocos s¨ªmbolos que no sucumbieron a la revoluci¨®n castrista: el establecimiento Floridita, que ya en los a?os cuarenta fue considerado como uno de los siete bares m¨¢s famosos del mundo. El Floridita ha sido objeto durante dos a?os de una exquisita y detallada restauraci¨®n que lo ha devuelto, aunque para exclusivo uso y disfrute de turistas, a sus m¨¢s esplendorosos tiempos.Pero con el local ha vuelto, con los m¨¢ximos honores, Antonio Mell¨¢n, el barman preferido de Ernest Hemingway y a quien todos en la isla conocen como el rey del daiquiri. Meil¨¢n, de padre gallego y con 65 a?os a sus espaldas -la misma edad de Fidel Castro-, se hab¨ªa jubilado hace dos a?os, al cumplir 50 de ininterrumpido servicio en la casa, en la que entr¨® con 13 a?os como mozo de limpieza encargado de neveras de la mano de su t¨ªo Constantino Ribalaivua, entonces due?o del local.
?l nunca pens¨® que iba a regresar a la profesi¨®n. A¨²n no se lo cree y, pese a estar casi convaleciente de una afecci¨®n ocular, ha vuelto a situarse detr¨¢s del mostrador y a agitar la coctelera, pero con el magisterio d¨¦ medio siglo como cantinero de la casa y toda una historia consigo que es una parte profunda de esa otra historia que representa en Cuba el Floridita.
De Frank Sinatra recuerda su inseparable sonrisa, y de Lucky Luciano, su penetrante mirada. A su amigo Ernest Hemingway le prestaba dinero, y con Cantinflas se pasaba las horas riendo. Nunca vio una corrida de toros, pero s¨ª sirvi¨® a Luis Miguel Domingu¨ªn; ni una pel¨ªcula de aventuras, pero s¨ª intim¨® con Errol Flynn. Dejaba el local para dirigirse al Banco Nacional y prepararle a Che Guevara un c¨®ctel especial sin alcohol, "un daiquiri sint¨¦tico".
"Yo era el barman de Hemingway. ?l nos pregunt¨® el primer d¨ªa por el origen del daiquiri [agua, lim¨®n, ron y az¨²car]. Le contamos que surgi¨® en las minas del mismo nombre, en el oriente de la isla, un d¨ªa en que unos ingenieros cubanos y norteamericanos se plantearon beber algo refrescante. Le di uno a probar y, tras pegarle dos sorbos, nos dijo: 'Estar¨ªa mejor doble y sin az¨²car'. Yo se lo prepar¨¦ y me coment¨® muy seriamente: 'A partir de ahora esto se va a llamar pap¨¢ Hemingway".
La vuelta de Meil¨¢n le ha dado al viejo Floridita mayor calor y personalidad. El viejo cantinero no se considera una reliquia porque ¨¦sta,ya existe: el taburete de mostrador que usaba Hemingway y que hoy se exhibe como pieza de museo en el local. Meil¨¢n, no obstante, confiesa que ahora inicia el d¨ªa mirando al taburete de su amigo y susurrando para sus adentros, sin esperar respuesta, la misma frase con la que saludaba anta?o al escritor: "Buenos d¨ªas, mister. ?Lo de siempre?".
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