Arriba y abajo
Entre el cielo y el infierno hay en Madrid un lugar donde asomarse llamado El Balc¨®n, como en las viejas rondallas. Quienes hace unos anos resucitaron el Parque de Atracciones, han seguido con lo que en tiempos fuera terminal del telef¨¦rico y una cafeter¨ªa donde ocurr¨ªan las primeras meriendas de muchos preuniversitarios sin permiso para trasnochar.Son muchas cosas en una en el parque de Rosales. Para empezar, se consigue excitar al p¨²blico, que gira sobre sus pies con inquietud sin saber por d¨®nde empezar, asegurando la rentabilidad del proyecto; nada m¨¢s l¨ªcito ahora que hasta la URSS predica el libre mercado. Un poco de tienda, un agradable restaurante y varias barras, rodeadas por las terrazas que tanto miran a la Casa de Campo como al parque de Rosales.
Intenten imaginar c¨®mo llenar m¨¢s de 2.000 metros cuadrados y ver¨¢n que nos falta algo. Tras el ¨¦xito de El pasaje del terror, instalado hace tres a?os en el Parque de Atracciones, en El Balc¨®n debuta un invento parecido y m¨¢s refinado. Pasaje, pasadizo, gruta, cueva o laberinto. Poco importa el nombre para 15 minutos que dividen en tres a los seres humanos: los que gritan sin atender, los impasibles y aquellos que comienzan bravucones y terminan siendo un aspaviento. La f¨®rmula combina una tecnolog¨ªa muy refinada en 220 de sustos repartidos en 16 decorados, con sus respectivos efectos especiales, 20 actores bien caracterizados y el aliciente de hacer a pie el tenebroso periplo. Ser¨ªa como estar dentro de muchas pel¨ªculas: Poltergeist, Psicosis o El exorcista. Antes o despu¨¦s, un paseo en telef¨¦rico, tambi¨¦n remodelado.
El Balc¨®n de Rosales. Rosales esquina a Marqu¨¦s de Urquijo.
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