Lo que est¨¢ en juego
ES DEMASIADO importante lo que est¨¢ en juego en el asunto de la autov¨ªa de Guip¨²zcoa como para contentarse con el habitual intercambio de reproches. Ser¨ªa irresponsable favorecer el deseo de ETA de dividir a las fuerzas democr¨¢ticas, y absurdo, que el motivo de divisi¨®n fuera la forma de hacer frente a las amenazas de los propios terroristas. Durante a?os, ETA y HB han aprovechado esas diferencias de criterio para desviar la atenci¨®n hacia cuestiones colaterales y evitar que llegaran a plasmarse en iniciativas viables los acuerdos de principio sobre la necesidad de oponerse de manera unitaria a las pretensiones de los violentos. Por ello conviene recordar, de entrada, que no es equiparable la responsabilidad del chantajista y la del chantajeado: cualquiera que sea la opini¨®n que se tenga de la respuesta intentada por el nuevo diputado general de Guip¨²zcoa, Eli Galdos, no es justo perder de vista que han sido ETA y sus vicarios quienes desafiaron, con el argumento supremo de la muerte, a las instituciones democr¨¢ticas.La aceptaci¨®n por parte de Galdos de la oportunidad de explorar eventuales salidas ofrecidas por la coordinadora antiautov¨ªa pudo pecar de ingenuidad, pero ello no es motivo suficiente de reproche: con mayores o menores cautelas, cualquier otro diputado general hubiera seguramente hecho lo mismo. Sin embargo, hay suficiente experiencia como para saber que la condici¨®n para cualquier contacto de ese tipo
es el recliazo de toda f¨®rmula que suponga aceptarque la violencia es eficaz para obtener objetivos pol¨ªticos. Si el resultado ha sido tan desastroso, es porque se ha cedido a la l¨®gica del radicalismo abertzale.- una l¨®gica seg¨²n la cual en Euskadi hay dos legitimidades paralelas, la de los violentos y la de los dem¨¢s, por lo que es inevitable un consenso entre las fuerzas que re.presentan a cada una de ellas; y que para evitar nuevos actos violentos es imprescindible que la mayor¨ªa se pliegue a las exigencias de la minor¨ªa.
Que tal l¨®gica fue impl¨ªcitamente asumida lo demuestran las manifestaciones del diputado general en el sentido de que "ellos han cedido m¨¢s". Absurda consideraci¨®n, equivalente a la del extorsionado que alardeara de haber conseguido que el g¨¢nster de su barrio le aceptase la entrega de un mill¨®n en lugar de los 10 que le hab¨ªa exigido. Tambi¨¦n es absurdo afirmar que se trata de "ampliar el consenso existente". Tal cosa s¨®lo podr¨ªa ocurrir sobre la base del proyecto previamente consensuado,'no del presentado como alternativa por la minor¨ªa disidente. Arriesgar el acuerdo tan trabajosamente logrado entre todas las fuerzas democr¨¢ticas a cambio de sumar a ¨¦l a esas 50 personas reunidas en magna asamblea popular parece cosa poco prudente. "Una chapuza", seg¨²n la expresi¨®n de Garaikoetxea, para quien el arreglo urdido supone delegar el poder de decisi¨®n de las instituciones vascas en Artapalo, el jefe de ETA.
Pero no es coherente el ex lehendakari cuando de esa denuncia deduce la posibilidad de darse de baja del Pacto de Ajuria Enea, constituido precisamente para hacer frente a Artapalo y a cuantos pretenden imponerse por la fuerza. Al rev¨¦s, su presencia en ese pacto es lo que da autoridad a su partido para exigir del PNY, en nombre de los principios compartidos, una rectificaci¨®n.
Es justo esperar que ¨¦sta se produzca cuanto antes, pero en poco ayuda a restablecer el consenso democr¨¢tico una escalada de descalificaciones y exigencias de dimisiones como la que, para regocijo de los que env¨ªan cartas bomba y sus ecol¨®gicos portavoces, ahora parece aflorar. La precipitada adjudicaci¨®n, en plena campa?a electoral, de las obras de la autov¨ªa por parte de la anterior corporaci¨®n -integrada por Eusko Alkartasuna y Euskadiko Ezkerra-, -la ambigua reacci¨®n inicial de los socialistas, socios del PNV en la nueva corporaci¨®n, as¨ª como de alg¨²n portavoz del PP, podr¨ªan dar lugar a un fuego cruzado del que nadie, excepto HB y ETA, sacase beneficio. Una de las razones de la superioridad del sistema democr¨¢tico es que permite rectificar los errores. Nada impide al PNV hacerlo, y alg¨²n indicio de ello hay en sus matizaciones sobre el alcance del acuerdo: conseguir que HB presente su alternativa en la instituci¨®n correspondiente.
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