El v¨¦rtice de la encrucijada
Foto: Cristina Garcia RoderoQuerido S*: te escribo desde el Rinc¨®n de Ademuz. S¨ª, no te sorprendas, pero es que a Enrique le ha encargado el peri¨®dico un par de reportajes sobre la Comunidad Valenciana y ha decidido comenzar por este v¨¦rtice geogr¨¢fico. As¨ª que aqu¨ª nos tienes, disfrutando de los mejores hoteles y restaurantes y quemando gasolina en un coche alquilado con aire acondicionado que apenas funciona.
As¨ª, agobiado por tantos problemas imaginarios, Enrique se desespera y mortifica, incapaz de disfrutar gratuitamente nuestra excursi¨®n valenciana. Y, cuando se lo reprocho, salta: "Ni falta que hace que me divierta, pues aqu¨ª no hemos venido en viaje de placer, sino a trabajar". Por tanto, me temo que los art¨ªculos que escriba le van a quedar todav¨ªa m¨¢s pesados y aburridos que esas tribunas sociopol¨ªticas con las que mensualmente nos reprende o aconseja. As¨ª que me ha parecido lo m¨¢s conveniente Ponerme a escribirte, para que tengas otra versi¨®n de nuestro viaje algo m¨¢s intrascendente o despreocupada.
Desde la atalaya
Es divertido que seamos nosotros, aragoneses, quienes debamos dar nuestra impresi¨®n sobre lo valenciano, dada la curiosa simetr¨ªa que existe entre una y otra comunidad: tres provincias alineadas de Norte a Sur, cadenas monta?osas a uno y otro extremo y en el centro una gran ciudad que succiona toda la fuerza vital. Por eso, parece acertada la elecci¨®n del Rinc¨®n de Ademuz, territorio jur¨ªdicamente valenciano pero desterrado fuera de la comunidad, como si se enquistase entre los Montes Universales y las serran¨ªas de Cuenca, Albarrac¨ªn, Javalambre y G¨²dar: dado que se sit¨²a en un para¨ªso que se forma en el curso alto del Turia, constituye la mejor comunicaci¨®n natural entre Teruel (a 50 kil¨®metros) y Valencia (a 130 kil¨®metros). As¨ª, en una de las aldeas que componen el Rinc¨®n (Arroyo Cerezo), se eleva el Pico de los Tres Reinos (1.555 metros) que, al igual que sucede con el Pico de los Tres Mares en Pe?a Labra (cuyas aguas vierten al Mediterr¨¢neo por el Ebro, al Atl¨¢ntico por el Pisuerga y al Cant¨¢brico por el Saja), tambi¨¦n debe su nombre a constituir el v¨¦rtice de la encrucijada entre las tres naturalezas castellana, aragonesa y valenciana. Lo cual bien puede erigirse en se?al anunciadora del destino cultural de Valencia entera, que es el de sintetizar una mezcla original a partir de ingredientes musulmanes, castellanos y catalanes.
Me gustar¨ªa que pudieses contemplar Ademuz, saboreando todos sus valores pl¨¢sticos. Es un valle monta?oso de con¨ªferas, donde el Turia ha horadado con sus hoces y ca?ones profundas vegas pobladas de chopos y de ¨¢lamos. En las laderas umbr¨ªas crecen escalonadamente preciosos pueblos de calles alineadas en paralelo a distinto nivel, para que puedan verse a lo lejos desde la solana como un fresco en bajorrelieve: Casas Altas, el mismo Ademuz, Vallanca. Y los cascos viejos de sus conjuntos urbanos, sobre todo en las hileras m¨¢s elevadas de casonas abandonadas, presentan interesant¨ªsimas muestras de arquitectura popular, con fachadas de piedra de las que algunas est¨¢n enjabelgadas, otras policromadas y dotadas muchas de ellas de balconadas de madera agrietada que sobresalen en voladizo. ?Te lo imaginas?
Pues desde aqu¨ª, si te elevases lo suficiente, podr¨ªas contemplar desde lo alto el conjunto de toda la Comunidad Valenciana. ?No te lo puedes imaginar? Bastar¨ªa para ello que volases y planeases como hacen los deportitas en parapente, ultraligero, velero planeador y ala delta. 0 que trabajases en lo alto como hacen los pilotos de Icona (as¨ª Juli¨¢n Sevillano, desde su base en Muchamiel, Alicante), que apagan los incendios del terreno que, como fallas ecol¨®gicas, estallan cada tarde. ?Te lo imaginas? Pues si pudieses contemplar a vista de p¨¢jaro la entera comunidad desde el c¨¦nit de la vertical del Rinc¨®n en que me encuentro, la entender¨ªas como una cuenca en forma de tri¨¢ngulo rect¨¢ngulo, que se extendiera a tus pies desde el fondo del embudo de Ademuz: frente a ti, la hipotenusa de la franja costera; a tu izquierda, la elevaci¨®n del Maestrazgo, formando el cateto m¨¢s corto en direcci¨®n a la desembocadura del Ebro; y a tu derecha, las cadenas de las sierras de Valencia y Alicante que forma el Sistema Subb¨¦tico cuando corre a hundirse en el Mediterr¨¢neo por el cabo de La Nao, buscando las Baleares. ?Puedes imagin¨¢rtelo? Ahora, desde esta atalaya imaginaria, te invito a volar a cada uno de esos tres destinos que vertebran el esqueleto valenciano.
El Maestrat
Desde el Rinc¨®n se puede recorrer el Maestrazgo en un solo vuelo. Primero, desciendes desde lo alto del Sistema Ib¨¦rico y te adentras hacia Pe?agolosa, el pico m¨¢s alto de la comunidad (1.815 metros); a sus pies se hallan dos ciudades hist¨®ricas p¨¦treas y blasonadas: Villabona del Maestrat y Llucena del Cid; un poco m¨¢s al Sur, las cuencas de dos r¨ªos admirables: el Mijares, con sus hoces y ca?ones, y el de Palancia, que riega dos cascos urbanos con bella arquitectura popular: V¨ªver y X¨¦rica. Pero si con el impulso del mismo vuelo contin¨²as hacia el Norte, acceder¨¢s al Maestrazgo mismo, frontero ya con Catalu?a. La capital del Alt Maestrat es Morella, quiz¨¢ la ciudad que m¨¢s nos admir¨® al descubrirla por primera vez en nuestro viaje. Vista de lejos parece un sorprendente zigurat, con la inmensa mole de su pir¨¢mide escalonada a base de murallas y truncada en su cumbre por un soberbio castillo fantasmal. Pero dentro encierra no s¨®lo joyas, como la escalera de piedra labrada de la Arciprestal de Santa Mar¨ªa o el delicioso claustro de las ruinas del convento de San Francisco, sino, lo que es m¨¢s, un bullicioso rinc¨®n urbano, lleno de bares y de tr¨¢fago, bajo los soportales de Blasco de Alag¨®n. Adem¨¢s, Morella es la capital de una comarca donde tambi¨¦n se encuentran preciosos cascos urbanos que conservan su p¨¦trea arquitectura popular: la Pobla de Benifassar, B¨®jar, Castell de Cabres, Fredes y, m¨¢s cerca de Morella, Forcall y sobre todo Cinc Torres, con sus antiqu¨ªsimas balconadas y su espl¨¦ndida iglesia barroca de San Pedro Ap¨®stol, coronada con una c¨²pula de tejas alicatadas en azul, como tantas otras iglesionas de la Comunidad Valenciana.
Desde Morella desciendes luego hasta el Baix Maestrat, cuya capital hist¨®rica es Pe?¨ªscola, lugar donde la cordillera Ib¨¦rica se sumerge en las aguas mediterr¨¢neas. Por desgracia, las tiendas de recuerdos desfiguran por completo el casco urbano del pe?¨®n; pero todav¨ªa quedan rincones que sugieren lo que Pe?¨ªscola podr¨ªa volver a ser: como uno de la calle de San Roque, enjabelgada y forrada de flores colgantes. En realidad, el paisaje de Pe?¨ªscola me recuerda el de Jerusal¨¦n y Palestina, lo que puede deberse quiz¨¢ no tanto a las casas c¨²bicas y blancas, de planas terrazas, como al recuerdo de los Templarios que colonizaron Tierra Santa y se refugiaron despu¨¦s en el Maestrazgo.
La Marina Alta
Si en lugar de volar desde Ademuz hacia el Norte, desciendes en cambio hacia el Sur, siguiendo el cateto m¨¢s largo del cartab¨®n valenciano, te encontrar¨¢s con una extra?a simetr¨ªa. Primero, las sierras interiores de Valencia, con cascos amurallados como el de Requena y con pueblos perdidos en rincones inaccesibles (como Millares, Bicorp, Quesa y Navarr¨¦s), cerca de Ayora, en plena reserva nacional de la sierra de Enguera. M¨¢s al Sur, en las prolongaciones del Sistema Subb¨¦tico, hallar¨¢s una bater¨ªa de sierras elevadas y estriadas en paralelo que, al igual que en el Norte hacia el Maestrazgo por Pe?¨ªscola, corren aqu¨ª, sim¨¦tricamente, a ba?arse y sumergirse en el mar. Es aqu¨ª donde se forma la Marina Alta, una suerte de Costa Brava valenciana, desde el Montg¨® (gigantesca mole declarada parque natural, que forma el cabo San Antomo) hasta el pe?¨®n de Ifach con un rosario de peque?as calas rocosas que abren paso a exuberantes bah¨ªas y playas, como las de Denla, X¨¢bia, Moraira y Altea.
Pero adem¨¢s de esta famos¨ªsima Costa Blanca, no puedes dejar de imaginarte los impresionantes paisajes que se forman en el interior, gracias a la anfractuosidad de estas sierras: el Puig de La Campana, la sierra de Orxeta y la sierra misma de Altana, justo al lado de Villajoyosa; el valle del Guadalest, con su famoso Castell y los pueblos de Callosa d'en Sarri¨¢, Polop y La Nucia; el Carrascal de la Font Roja, declarado parque natural, tan pr¨®ximo al casco viejo de Alcoy, a caballo de las hoces del r¨ªo Serpies; o los propios conjuntos medievales de Sax o Villena, donde vivieron el infante Juan Manuel y el quirom¨¢ntico pr¨ªncipe de Arag¨®n, marqu¨¦s de Villena.
En fin, m¨¢s al sur de esta cadena de sierras, la simetr¨ªa con el Norte se rompe. Quedan la Marina Baixa, los palmerales de Elx (monumento nacional, con su joya m¨¢s preciada, el Huerto del Cura, y su primera estrella, la Palmera Imperial, de ocho troncos que se abrazan) y las vegas del Segura, con las marismas de Guardamar y Torrevieja, tambi¨¦n declaradas parque natural. Pero si has logrado imaginarte esta simetr¨ªa espacial entre el Maestrazgo, al norte, y las sierras subb¨¦ticas que desembocan hacia el cabo de La Nao, al sur, bien podr¨¢s comprender la bisectriz que a continuaci¨®n voy a proponerte: la que ocupa, partiendo de Ademuz y el curso alto del Turia, a partir de Lliria, ese inmenso oc¨¦ano pac¨ªfico de naranjos y arrozales que constituyen La Plana, L'Horta y L'Albufera.
Ma?ana:
Comunidad Valenciana /y 2
Los maestros de la mezcla
Enrique Gil Calvo
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