El adi¨®s triste de un torero
Cuadri / Colmenar, Cancela,Ponce
Cuatro toros de Celestino Cuadri (dos fueron rechazados en el reconocimiento), discretos de presencia, varios sospechosos de pl tones, flojos, que dieron juego. 6o devuelto al corral por inv¨¢lido. lo, 5o sobrero de Juan Luis Fraile, bien presentados, nobles.
Pepe Colmenar, que se desped¨ªa del toreo: estocada delantera, rueda de peones, descabello saliendo volteado, dos descabellos - primer aviso, con retraso-, pinchazo, otro hondo tendido, cuatro descabellos segundo aviso, con retraso-, dos descabellos m¨¢s tercer aviso con retraso - y el diestro abate al Toro de otro descabello (silencio); (los pinchazos, media tendida atravesada, un pe¨®n ahonda el estoque y cinco descabellos (divisi¨®n y saludos); al acabar la corrida fue paseado a hombros. Luis Cancela: bajonazo perdiendo la muleta (silencio); estocada trasera, rueda de peones y cuatro descabellos (silencio). Enrique Ponce: pinchazo y estocada contraria perdiendo la mule (aplausos y tambi¨¦n algunos pitos cuando saluda); dos pinchazos y otro hondo trasero (ovaci¨®n).
Plaza de Colmenar Viejo, 27 de agosto. Cuarta corrida de feria. Poco m¨¢s de media entrada.
Pepe Colmenar se despidi¨® del toreo en la plaza de toros de su pueblo, y fue un triste adi¨®s. Las cosas no le rodaron bien. Cuando a¨²n era jovencito y estaba en forma, toros como los de ayer no se le habr¨ªan ido de rositas. A uno, boyante, es probable que le hiciera un toreo de arte, y al otro -m¨¢s ¨¢spero-, el de dominio. Ahora, en cambio, que ya est¨¢ calvo y un poco fond¨®n, para intentar que se le sometieran esos toros pas¨® muchos apuros, y las de Ca¨ªn a la hora de matarlos. En un golpe de descabello hasta result¨® volteado y pisoteado de: mala manera. Algunos le pitaron, porque el toreo deslucido se pita, de com¨²n; otros le aplaudieron pues un torero que se corta la coleta merece el reconocimiento por toda una vida dedicada a este complicado ministerio, y al acabar la funci¨®n un numeroso grupo de amigos y admiradores le pase¨® a hombros.El adi¨®s, sin embargo, tuvo tambi¨¦n su lecci¨®n. positiva. Observaba uno las actuaciones de los tres espadas, y estaba claro que s¨®lo el veterano aportaba torer¨ªa. Porque la torer¨ªa no es, exclusiva del toreo exquisito. A veces se manifiesta con mayor evidencia en el casci contrario. Otro calvo, muy anterior a Pepe Colmenar, era a¨²n m¨¢s torero cuando pegaba las espant¨¢s que cuando ejecutaba el pase del celeste imperio, y le llamaban El Divino Calvo.
No es cuesti¨®n de comparar, naturalmente. Una comparaci¨®n entre Pepe Colmenar y Rafael El Gallo seria improcedente pues nada tienen en com¨²n, salvo que ambos luc¨ªan la calvorota al quitarse la montera. Pero quiz¨¢ convenga recor,dar que en la historia de la tauromaquia siempre hubo toreros indiscutiblemente buenos, y radicalmente malos y, sin erribargo, todos ellos eran, en sentido estricto, lo que se dice: toreros Mientras en la ¨¦poca actual los buenos y los malos se diferencian muy poco, de tal manera que el primero del escalaf¨®n y el ¨²ltimo se pueden hablar de t¨² -Incluso de turur¨²- y, en cambio, casi ninguno es torero: pegapases, y gracias.
En la corida de ayer, sin ir m¨¢s lejos, Luis Cancela, que desaprovech¨® dos toros boyantes por no templarles la embestidas ni encontrarles la distancia, y Enrique Ponce, que sac¨® algunos muletazos de mejor factura, fueron dos pegapases consumados. La primera faena de Ponce careci¨® de arte y de profundidad y -lo que es peor- careci¨® de estructura. Consist¨ªa en pagar pases, citando fuera de cacho y sin ligaz¨®n. En la segunda dio dos tandas de redondos de buen corte, instrument¨® preciosos cambios de mano -las suertes de remate y de adorno las borda, no cabe duda-, peg¨® m¨²ltiples derechazos, s¨®lo al final se ech¨® la muleta a la izquierda, y entonces no pudo con el toro.
Se trataba de un toro boyante, como casi todos los de la corrida que, por otra parte, resultaron flojos, y hubo uno escandaloso, el segundo, por la miseria de sus defensas cornicortas, astigordas y romas. El m¨¢s ¨ªntegro le correspondi¨® a Pepe Colmenar, y le hizo honor brind¨¢ndoselo a sus hijos; dos pequenines que bajaron apresuradamente de lo alto del tendido para recibir el brindis de su pap¨¢ en la barrera, desde donde siguieron los tristes incidentes de la faena, emocionados y asustaditos. Seguramente lo recordar¨¢n mientras vivan. Y el recuerdo -lejos ya el mal trago- habr¨¢ de ser muy bonito, pues quien les brind¨® se hab¨ªa despedido del toreo como deben hacerlo los toreros cabales: matando un toro.
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